El pasado viernes se conmemoró el 14 de abril, día de la República. Por eso me pareció interesante rendir un más que merecido homenaje a una persona a la que admiro, por su trayectoria, por su experiencia de vida, por su coherencia y porque además de sus canciones, ha dado frutos como Miguel, un amigo y referente en geopolítica. Antoine Candelas cumplió más de ochenta el pasado lunes y Miguel y yo llevábamos tiempo pensando en lo importante que es para nuestra generación no perder el hilo que nuestros mayores han tejido.
Así que el viernes convenimos en que sería la fecha para hacer esta entrevista, que puedes ver pulsando aquí y que hoy quiero compartir con los lectores de ElNacional.cat. Porque es posible que alguna canción de Antoine hayan escuchado en los setenta, y porque nunca es tarde para hacerlo si no lo conocían.
La fecha, el 14 de abril, no era casual: Antoine nació en la Catalunya Nord, hijo de padres exiliados. Su lengua materna, el catalán. Trilingüe y maestro de escuela que, llegada aquella revolución de los principios, aquel mayo del 68, le hizo formar parte de un grupo, el de los intelectuales, los cantautores, que a través de sus obras "militaban en la pedagogía" constante. La revolución pilló a Antoine con 32 años y una guitarra.
A lo largo de su carrera, la docencia y la música han ido de la mano. Las canciones para enseñar, la pedagogía para explicar cantando. Para los niños, la educación en valores, la diversidad, el amor a las lenguas. Para las conciencias, las melodías que se instalan para que nos llegue el mensaje: el de la clase trabajadora, el de los oprimidos por un sistema devastador, el de la inmigración, el de la lucha por las libertades, la justicia social.
Antoine Candelas no escribe en caliente. Deja a sus obras reposar, las deja enfriar y busca el verbo concreto. Y una vez que salen, las deja libres, porque como dice él, "una canción, cuando se la lleva el viento, deja de pertenecer a su autor."
Cuando llegó a Madrid, enamorado de una "gata" fue, como ningún otro, quien tradujo las canciones de Brassens, para que aquí pudieran comprenderse sin perder su sentido. Su máxima era la de no "castrar" a Brassens: ni edulcorarlo, ni suavizarlo, ni quitar los "tacos".
Y en la capital del reino se instaló, como profesor del Liceo Francés, donde enseñaba a sus alumnos mientras cantaban.
Hubo un día en el que se convirtió en el "jubilado de Moratalaz". De eso también hablamos. De los ideales, del apoyo a las ideas, a las luchas justas. Y sobre todo, para mí, de lo importante que es dialogar con los viejos (Antoine prefiere esta palabra a "mayores"). Porque en esta conversación que hemos mantenido, es evidente que, aunque Antoine me saque unos cuantos años de vida, de experiencia, tenemos la misma ilusión ante la vida, la misma manera de esperar un nuevo sol.
Lo importante que me parece un trabajo intergeneracional de verdad, de escucha activa, de respeto a nuestros viejos, de verdadera atención a los que saben es lo que quiero compartir hoy en estas líneas y en el video de mi conversación con Antoine. Y por eso le he propuesto hacerlo una vez al mes, porque me interesa conocer su punto de vista sobre la actualidad, la política, la evolución de las cosas desde aquel mayo del 68 hasta hoy.
Pulsando aquí podrá encontrar nuestra conversación completa.