Sí, ya sé que parece que estamos en campaña desde hace más tiempo del que podemos recordar. Pero háganme caso, no se dejen engañar. Eso no deja de ser otro de los efectos secundarios de esta política donde todo se ha vuelto comunicación y casi nada continúa siendo hacer política. Nos creemos la ilusión de que unos y otros se pasan el día tratando de agradarnos, proporcionándonos toda clase de entretenimientos y espectáculos porque viven al día de las encuestas y nada les importa y afecta más que una perturbación, por mínima que sea, en las curvas de popularidad y aprobación y en las proyecciones electorales. Pero únicamente se trata de una alucinación producto del exceso de marketing. Mientras nos entretienen con las cosas que apenas nos afectan, los dictadores salen a hombros de sus familiares de los monumentos públicos, los presupuestos se siguen ejecutando, los decretos se siguen aprobando y las sentencias se siguen dictando y ejecutando para todo aquello que realmente debiera importarnos.
Todo cuanto los gurús y estrategas pronosticaron iba a sacudir y marcar la campaña ya ha acontecido. Comienza ahora, a cara de perro, la batalla por el control de la agenda, la carrera por llegar primero a los sentimientos de los votantes más fieles para que vayan a las urnas y la pugna por decantar la decisión de quienes dudan o vacilan por efecto de esta campaña permanente en que se ha convertido gobernar y que van a determinar si votan y a quién en los próximos días; o sea, la verdadera campaña, la que decide.
La exhumación de estado del dictador le ha dado a Pedro Sánchez la oportunidad de cambiar la agenda y retomar cierta iniciativa, justo en un momento cuando las encuestas indican claros signos de fatiga de materiales en los socialistas
Ya ha salido la sentencia, ya ha salido el dictador del Valle de los Caídos y ya han tenido sus minutos de gloria quienes llevaban años esperando una oportunidad para desatar el quinto jinete de la violencia en Catalunya. Lo único que no ha salido aún es el Reino Unido de la UE, pero aquí estamos tan a nuestras cosas que solo nos preocupará cuando empiece a afectarnos directamente en nuestras exportaciones, en nuestros trabajos, en los estudios de nuestros hijos o en la planificación de las vacaciones de Semana Santa. El campo de juego está dispuesto, que comiencen los juegos y las elecciones. Según la demoscopia, tres de cada diez votantes andan valorando cambiar su papeleta y la mayoría lo va a decidir en las dos semanas que vienen, casi la mitad en los últimos dos o tres días.
La exhumación de estado del dictador –otra novedosa e innovadora aportación española a la gestión política– le ha dado a Pedro Sánchez la oportunidad de cambiar la agenda y retomar cierta iniciativa, justo en un momento en que las encuestas indican claros signos de fatiga de materiales en los socialistas. A su izquierda se han quedado desconcertados y vacilantes, tratando de explicarnos qué les parece bien y qué les parece mal al mismo tiempo. Para Pablo Casado ha sido la peor de las noticias tras tres semanas de crecer a base de dejar que Albert Rivera se ahorque solo. A Vox le da igual Franco, Catalunya o la defensa de la paella: su discurso sirve para todo porque eso es lo mejor de ser español, que lo arregla todo.