Primero íbamos a tomar el turrón de Nochebuena ya con gobierno. Entonces seguramente el mensaje de Felipe VI habría gustado a la izquierda, irritando poco al nacionalismo y cabreado y decepcionado a la derecha. No pudo ser y el mensaje real provocó más o menos los efectos previstos pero al revés: irritación nacionalista, resignación en la izquierda y, cuanto más a la derecha, más entusiasmo.
Luego habilitaron las fechas de diciembre entre los santos inocentes y Nochevieja para ver si cabía allí la sesión de investidura. Pero tanto ha sido el teatrillo puesto en escena por socialistas y republicanos y tan a pecho se han tomado en la Abogacía del Estado su papel de andar redactando un documento jurídico de alcance histórico, no un simple texto de alegaciones que no debería ocupar más de media docena de folios, que el tiempo se les ha escapado a todos como arena entre los dedos y ya no llegamos a la uvas con gobierno.
Tras dos aplazamientos y una tercera cita en el aire, a lo mejor va siendo hora de empezar a plantearse si la cosa está atascada y para desatascarla convendría recurrir al viejo truco que ha salvado tantas amistades y pandillas: el amigo invisible
El siguiente objetivo en esta carrera absurda contra el calendario navideño que se ha marcado Pedro Sánchez reside ahora en la noche de Reyes. Los magos han de traernos oro, incienso, mirra y un gobierno. Aunque ya hay especulaciones que posponen la investidura a después de las fiestas, porque en la Abogacía del Estado ya van a por el Óscar y van a estirar la película hasta el límite que les ha dado el director de la función, Manuel Marchena. Tras dos aplazamientos y una tercera cita en el aire, a lo mejor va siendo hora de empezar a plantearse si la cosa está atascada y para desatascarla convendría recurrir al viejo truco que ha salvado tantas amistades y pandillas: el amigo invisible. A falta de una idea mejor, a lo mejor funciona empezar a dejarse regalos sorpresa y desearse cosas buenas en notas firmadas por el amigo invisible.
Ni la abogacía del Estado necesita agotar los plazos para responder a una consulta que ya resolvió en junio en el sentido fijado por el Tribunal Europeo y que no tiene mas recorrido, ni Esquerra puede pretender, en serio, que nos creamos que esa consulta se ha convertido poco menos que en una de esas sentencias del Tribunal Supremo norteamericano que oímos citar en las películas y que marcaron un antes y un después en alguna cuestión capital. Por no hablar de los expertos que pretenden explicarnos que Oriol Junqueras ha perdido la inmunidad que le acaba de reconocer expresamente la corte comunitaria sin que nadie se la retire o suspenda expresamente; así que circulen, aquí no ha pasado nada y no hay nada que ver.
Todo son excusas absurdas mientras el candidato Sánchez se parapeta en la Moncloa para esconderse de la prensa, o la ministra de Defensa tiene que salir a desmentir que haya inquietud en el ejército por los pactos con los catalanes. Un espectáculo simplemente imposible de contemplar en los países con los cuales tanto nos gusta compararnos, como Francia o Alemania. Si mañana Vox acusase a Sánchez de satanismo y necromancia, saldría un portavoz del gobierno a desmentirlo oficialmente. Triste estado aquel donde quienes cuestionan la democracia y sus valores se pasean por los medios y las instituciones como los abusones en el patio del colegio, mientras quienes dicen defender la política solo hablan cuando les preguntan porque prefieren pasar desapercibidos; no vaya a ser que haya que plantarle cara al abusón.