Atasco monumental en la ciudad condal. Podría ser el título de otro clásico de Siniestro Total, como aquel cuyo estribillo dice: “De la ciudad condal tú eres, pero a mí no me quieres” y que ahora debe estar cantando a pleno pulmón Ernest Maragall. Pero no, no se trata de un energético himno punk, sino del titular que mejor resume la situación de los pactos para gobernar en el ayuntamiento barcelonés. Hagan sus apuestas. La rueda de la frivolidad y el simplismo que mueve la política últimamente vuelve a girar. Todo es posible.
Miren si no el caso de Ernest Maragall, convertido, sin mucho esfuerzo ni teorización, en un peligroso independentista que debe ser placado a toda costa. Quien fuera alto cargo en el tripartito, cuando la derecha y la izquierda aún significaban algo en Catalunya, y es rama de noble y venerable estirpe socialista, se ha convertido en una amenaza para la convivencia, un sicario que no hará sino poner la ciudad al servicio del independentismo.
Tal es la alarma suscitada que las mismas elites que pensaban ayer que el enemigo era Ada Colau, acuden hoy con flores a la aún alcaldesa buscando su amor. Sin rubor, se equiparan como objetivos de Estado impedir que ERC gobierne Barcelona y que la derecha extrema entre en los gobiernos municipales y autonómicos de la mano de populares y naranjas; como si fueran lo mismo Ortega Smith y Ernest Maragall, una equidistancia para la cual hay que tener, ciertamente, bien poca vergüenza.
Hay apoyos que no necesitan pedir nada a cambio porque te lo pueden costar todo
Sorprende la incapacidad de ERC para desprenderse de la sombra de JxCat y seguir atando su destino al de los antiguos convergentes. Los excelentes resultados republicanos en generales y municipales permitían esperar que hubieran perdido el miedo a ser acusados de traidores, pero quitarse los complejos siempre resulta laborioso y lento. Si hoy ERC y los comunes le ofrecieran un acuerdo de gobierno al PSC en la ciudad condal, sería Miquel Iceta quién tendría el problema, no ellos.
Más sorprende aún la actitud de los socialistas. Según su lógica, ellos pueden hacer lo que sea para impedir que Maragall sea alcalde, incluso pactar con una de las tres derechas, pero a los republicanos no les queda más remedio que abstenerse y permitir que gobierne Pedro Sánchez a cambio de nada, porque, si rehúsan, estarían haciendo pinza con la derecha y su comportamiento sería desleal. El cinismo tiene un límite, también en política.
Hay apoyos que no necesitan pedir nada a cambio porque te lo pueden costar todo. Si Ada Colau cree que le ofrecen los votos para continuar su proyecto de ciudad y promover políticas progresistas, se equivoca. La quieren de alcaldesa para hacer de mascarón frente al independentismo en la lucha de los socialistas contra los republicanos por la supremacía electoral. Solo ella sabe si le compensa.