Más que Boris Johnson, quien realmente ha arrasado en las elecciones británicas ha sido el cansancio. A Johnson le han ido a votar los suyos y los creyentes más firmes del Brexit que, en 2017, abandonaron a Theresa May porque no se fiaban de su fe de conversa. Pero la victoria se la ha concedido el agotamiento de los otros votantes, especialmente laboristas y liberales. Ni Jeremy Corbyn ni Jo Swinson han sabido liderar con inteligencia y representar con convicción a los partidarios de quedarse en la UE, o simplemente escépticos ante los milagros anunciados con el Brexit.
Los conservadores han logrado movilizar más voto (+6,1%, datos BBC) en los distritos que en su día apoyaron con fuerza la opción del exit, que votantes han perdido (-2,9% dato BBC) en los distritos que optaron por el remain. Los laboristas han perdido apoyos en ambos, entre brexiters (-10.4% datos BBC) y remainers (-6,4% datos BBC). A Corbyn no le ha pesado un programa electoral que, hace veinte años, habría sido calificado como pura socialdemocracia y hoy cae demonizado como “marxista” y de “extrema izquierda”. Le ha perdido haber agotado y cansado a sus votantes con su vacilante posición y constantes ambigüedades sobre qué hacer con el Brexit.
Unos querían Brexit como fuera y otros únicamente querían que aquello acabase de una vez. Ha ganado quien promete hacerlo más rápido
La derrota en distritos del norte de Inglaterra, blindados a los laboristas desde las salvajes políticas de reconversión industrial implementadas por Margaret Thatcher, simboliza el hastío de un electorado laborista atrapado entre el Brexit y las amenazas de un incierto futuro económico que les devuelva a los terribles años ochenta. Quienes se han creído que Boris Johnson tiene un plan de verdad para el “get Brexit done”, han ido a votar. Quienes no sabían o dudaban si Corbyn tenía efectivamente un plan, se han quedado en casa o han buscado refugio en otro puerto.
Los liberales han subido en distritos brexiters y remainers con su discurso templadamente europeo (2,6% y 1,7% datos BBC), pero parece haber pesado más la lógica bipartidista del voto útil a la opción con posibilidades reales de gobernar, a derecha o a izquierda. Una vez más, la victoria tory se concentra en Inglaterra y le convierte cada vez más en un partido inglés. En Gales y Escocia el cansancio de los votantes no afines al Brexit se ha refugiado en el Partido de Gales y, sobre todo, en los nacionalistas escoceses, beneficiados doblemente por el voto útil al tratarse también de un partido de gobierno en su país.
Boris Johnson ha ganado con mayoría absoluta sumando apenas 300.000 votos más sobre los que no le alcanzaron a Theresa May en 2017. Lo ha hecho prometiendo dedicar a la sanidad los mismos billones que prometía ahorrar con la salida de la UE y negó al día siguiente del referéndum, anunciando 40 nuevos hospitales para 2030 cuando sólo hay previstos seis hasta 2025, declarándose contrario a las mismas políticas de austeridad que practicó y defendió como miembro del gobierno conservador, o prometiendo cifras de gasto público que, cuando las comprometen los laboristas, le parecen puro marxismo. Nada de eso parece haber importado demasiado. Unos querían Brexit como fuera y otros únicamente querían que aquello acabase de una vez. Ha ganado quien promete hacerlo más rápido. Una lección que conviene no olvidar.