No han pasado ni tres días desde la convocatoria electoral en diferido del president Torra y ya hemos tenido que capear una crisis de gobierno y pasar un susto en la coalición. A medio Govern se le notó que no le gustó demasiado enterarse por la prensa de que iban a elecciones pero ya se verá cuándo y de qué eran unos desleales. Que el president que convoca unos comicios sin fecha sostenga que lo mejor y lo más responsable es esperar a tener aprobado el presupuesto que deberá ejecutar quien los gane, representa un cliffhanger que prueba la inventiva y la capacidad de suspense de los guionistas del procés; tal vez en el siguiente episodio nos descubran que los presupuestos son los padres.
El intento de Pedro Sánchez de arrebatarle el control de los tiempos y la iniciativa al president, suspendiendo hasta nuevo aviso la mesa de diálogo entre gobiernos, tropezó con el frío intenso que debieron sentir en Esquerra al verse tan a la intemperie. Que el anuncio de la Moncloa fuera unilateral dice mucho de quienes tanto condenan el unilateralismo de los demás, pero acredita bastante poco las habilidades políticas de los genios que se afirma habitan en sus despachos. Que Gabriel Rufián tuviera que hacer de Miguel Strogoff, cabalgando a toda pastilla por la estepa de la Castellana hasta el complejo presidencial, para llevarles la información buena y sacarles de “su error” se antoja tan melodramático como tierno.
No sé a ustedes, pero a mí me parece difícilmente sostenible esta espera de meses hasta unas elecciones saliendo a un soponcio cada 48 horas. No hay país o actualidad que pueda resistir semejante ritmo de intriga y tamaña tasa de disparate. ERC y JxCat ya parecen uno de esos matrimonios que sólo mantiene unido la hipoteca. Cuanto más se prolongue esta convivencia forzada por motivos puramente tácticos y oportunistas, más rudo se irá haciendo el trato y más se emponzoñarán los sentimientos y la relación.
Cuanto antes se separen y se vote, mejor para todos, también para ellos. Este remake en tiempo real de La Guerra de los Rose, con republicanos y neoconvergentes haciéndose la vida imposible a lo Michael Douglas y Kathleen Turner, únicamente puede acabar en tragedia, después de múltiples escenas de comedia, como en la película.