Empiezan a pasar cosas normales dentro de esta anormalidad a la que llamábamos actualidad. Algunas incluso más que deseables.
Jordi Cuixart duerme fuera de la cárcel por primera vez tras más de dos años de estar encerrado en una cárcel que nunca debió pisar.
La Fiscalía respalda que se suspenda la condena al president Torra hasta que decida el Supremo, tal y como la prudencia y el principio de proporcionalidad aconsejan en nuestro derecho penal.
El Govern negocia unos presupuestos con los comuns, Ada Colau hace lo propio con ERC en Barcelona y el presupuesto inmortal de Cristóbal Montoro podría tener los meses contados; parece que volveremos a disfrutar de la agradable experiencia de ser gobernados con unos presupuestos ordinarios, con sus objetivos propios y sus nuevas y relucientes partidas; no unos prorrogados.
El gobierno central da luz verde con normalidad a que la Generalitat pueda representar los intereses catalanes por el mundo; cierto que el TSJC anulaba casi al mismo tiempo el decreto que había creado otras embajadas, pero lo hace más por cuestiones de forma.
Hasta la ANC ha decidido quitarse de encima el muerto en que se había convertido su campaña de consumo estratégico.
Es como contemplar florecer los campos en primavera. Ya veremos en qué queda todo y si los buenos presagios invitan al buen tiempo. Ya somos mayores para llevarnos desilusiones, pero también lo suficientemente viejos como para poder permitirnos algo de optimismo.
Sólo permanecen los rigores y la oscuridad del invierno allí donde habita la oposición de los partidos de la derecha, para quien estos signos de normalidad solo son las señales demoniacas del Armagedón que se nos viene encima. Que Jordi Cuixart salga de la cárcel con el permiso que le facilita la ley es un pago felón al independentismo. Que la Fiscalía haga lo que suele hacer en casos donde no existe sentencia firme y el daño causado puede resultar irreparable se debe a la negra mano de una Dolores Delgado que ni siquiera ha tomado posesión de su cargo como fiscal general. Que pueda haber presupuestos supone un reembolso confiscatorio y vergonzante que no se veía desde lo del oro de Moscú, y una rendición como la de las embajadas no se veía desde los últimos de Filipinas.
Todo vale para emborracharse de indignación. Si se cambian los consejos de ministros al martes es por la deriva autoritaria del gobierno, si Irene Montero no acude a un acto con la reina programado por el gobierno anterior con la estructura anterior se debe a que en Podemos andan afilando la guillotina… En Balears acaban de aprobar una ley para acabar con el turismo de borrachera. Algo parecido vendría de fábula para no tener que sufrir tanta derecha de garrafón y la resaca que trae al día siguiente.