El sábado pasado, tal como hemos hecho cada 9 de abril las últimas tres décadas, honrábamos la figura del patriota Manuel Carrasco i Formiguera, ejecutado en 1938 en Burgos. En la plaza de la Fe, con todo su simbolismo y su potencia, y en un acto tan solemne y emotivo como el que vivíamos, los pensamientos se precipitaban nuevamente y era difícil abstraerse de todo lo que nos está pasando, nacional y socialmente. Y uno habría querido saber dónde se situaría Manuel Carrasco i Formiguera, y recibir sus consejos y su magisterio... Pero entiendo que todos compartíamos una certeza: el patriota Carrasco no se privaría de proyectar a la situación actual, tan desconcertante, su talante, dominado por un sentido proverbial de la coherencia y de la integridad personal.
Para Carrasco y Formiguera, todo tenía un mismo sentido: la vida privada y la proyección pública, lo que escribía y cómo actuaba. Todo estaba impulsado, condicionado, filtrado por el ideal, por un ideal de libertad y de justicia que, desde el punto de vista nacional, hacía que contemplara el horizonte de la independencia como algo alcanzable y anhelado, y por eso, Carrasco i Formiguera sentía una gran proximidad al president Macià. Y es que, puestos a relacionarlo con la Esquerra Republicana de Catalunya de su tiempo, tendríamos que vincularlo con el Avi y con el alma abiertamente independentista que defendía, y no con la iberista y más de luchas compartidas que encarnaba el president Companys.
Es en este sentido que el alma de la UDC de Carrasco no es precisamente la de un catch-all party con vocación de fuerza mayoritaria, sino la de un partido pequeño, con una construcción ideológica que, en aquellos años sumamente difíciles y convulsos, lo condenaba a ser minoritario y a convertirse en un partido incómodo, con unos líderes que no podrían ejercer el poder directamente, pero que tendrían una fuerza moral y de influencia determinante.
Nadie se puede apropiar del legado, del pensamiento, de la trayectoria cívica de Manuel Carrasco i Formiguera ni hacer lecturas sesgadas, interesadas y parciales, porque es patrimonio de todo el mundo
Ser consecuente era muy difícil, no obstante, Manuel Carrasco i Formiguera lo asumió hasta las últimas consecuencias. Lisa y llanamente: la independencia de Catalunya, como sublimación del ideal de libertad nacional, fue un concepto primordial en el posicionamiento vital de Carrasco y, como él decía, "los ideales no se negocian" y así, cuando los fascistas le ofrecieron que se retractara a cambio de perdonarle la vida, él se mantuvo firme hasta el sacrificio. No pactó.
Incluso los que queremos seguir su ejemplo de militancia y de compromiso político lo tenemos complicado, de lo exigente, comprometida y radical que era su conducta. La lección de Carrasco i Formiguera nos marca, y queremos que sea así: resulta imprescindible no ceder ante la renuncia, el pragmatismo, el interés particular o el cálculo electoral, porque no se trata de ganar las próximas elecciones, sino de ganar el futuro compartido.
Hay una gran falta de coherencia, en gran parte de la política catalana, entre lo que se dice y lo que se hace, lo cual genera mucho desconcierto y desafección en el seno de la mayoría social independentista. El retroceso histórico perpetrado de octubre de 2017 hasta hoy, las apuestas por mesas de diálogo inexistentes, el intento de diluir el valor del 1-O y de darlo por amortizado y la opción clara por un nuevo autonomismo de la gestión cotidiana han narcotizado el electorado. Y sin embargo, la declaración del 27 de octubre sigue vigente y la podremos hacer efectiva cuando recuperemos la unidad de las instituciones, partidos, entidades y ciudadanía que nos llevó al éxito del primero de octubre; esta es la misión del Consell per la República. En definitiva, cuando vuelva a ponerse el ideal de la República Catalana en el centro de la agenda política, y los ideales no se negocian.
Podemos estar convencidos de que la coherencia vital y política de Manuel Carrasco i Formiguera le habría llevado a estar en la génesis y en el desarrollo del referéndum del 1-O. A participar desde la acción política, desde la tribuna, a pie de calle y de colegio electoral, con generosidad, comprometidamente.
También habría participado y participaría, sin desfallecer, en instituciones unitarias, como es el Consell per la República Catalana, como son todas las manifestaciones públicas que, en la Meridiana y en tantas plazas y calles de Catalunya, todavía hoy, a pesar del intento persistente de desmovilización desde las instancias oficiales, perviven en defensa de la aplicación del mandato del 1-O, y también para la denuncia de toda la represión desatada en los últimos años contra el movimiento independentista catalán.
Nadie se puede apropiar del legado, del pensamiento, de la trayectoria cívica de Manuel Carrasco i Formiguera ni hacer lecturas sesgadas, interesadas y parciales, porque es patrimonio de todo el mundo, y es necesario que dejemos que, como tantas otras personas que vivieron y murieron para salvarnos la vida, la identidad y la dignidad, inspire a los que compartimos el ideal de la liberación nacional de Catalunya, los que creemos, todavía con más fuerza, que no tenemos que dejarnos seducir por el interés de parte y tenemos que terminar el trabajo de alcanzar la República Catalunya que necesitamos y que merecemos como pueblo, después de tantas derrotas.