El riesgo de repetición de elecciones es elevadísimo, sobre todo cuando las negociaciones para la investidura del nuevo president se llevan a cabo al límite del plazo, porque cualquier imprevisto puede hacer saltar todas las fichas del tablero. Ahora bien, por encima de todas las incertidumbres hay una cosa clara. Si la prioridad de Pere Aragonès es conseguir la investidura como 132º president de la Generalitat no hay que sufrir por la repetición de elecciones porque, aunque sea en el último momento, llegará a un acuerdo con quien le garantice salir elegido.
Hace falta insistir y subrayar la condición de la prioridad. Es Pere Aragonès quien se juega la presidencia y, si ahora no la obtiene y se tienen que repetir las elecciones, no es nada seguro que tenga otra oportunidad. Así que no hay que sufrir más de la cuenta. Aragonès superará todos los obstáculos, porque no hay indicios de que Esquerra Republicana tenga otras prioridades diferentes a la de hacer president a su candidato.
Para entendernos, es una situación muy diferente de cuando Artur Mas dio "el paso al lado" presionado por la CUP y por algunos más. Entonces la prioridad de Mas no fue su presidencia, sino que aseguró la formación de un gobierno independentista. A posteriori no le han faltado reproches al 129º president, sobre todo desde su mismo partido, y él dijo que, si no era lo mejor para el partido, sí lo era para Catalunya. Y efectivamente, sin aquel paso al lado no habría habido procés. No se habría producido el referéndum del 1 de Octubre ni todo lo que vino a continuación. Y aquí cada uno tiene derecho a opinar sobre si el balance ha sido positivo o todo lo contrario.
Si la prioridad de Pere Aragonès es conseguir la investidura como 132º president de la Generalitat no hay que sufrir por la repetición de elecciones, porque, aunque sea en el último momento llegará a un acuerdo con quien le garantice salir elegido. Si la prioridad de ERC es otra, se repetirán las elecciones
Con respecto a la situación actual, lo que ha sorprendido a todo el mundo ha sido que cuando parecía que las negociaciones entre ERC y Junts se iban acercando al acuerdo, Pere Aragonès rompió las conversaciones y se planteó gobernar en solitario. Entonces el problema es cómo resolver la investidura sin tener mayoría. Con cierta lógica, todo el mundo piensa que Aragonès actuó como ha actuado porque tenía otra alternativa al pacto con JxCat. Y, claro está, los focos se han centrado en el PSC. Por varios motivos.
Pocos días antes del sorprendente estropicio, Oriol Junqueras firmó en El Periódico un artículo importante en el que marcaba una estrategia a largo plazo centrada en recuperar poder y capacidad de gestión, un planteamiento alejado de lo que preconiza JxCat y que recuerda el concepto de "independentismo gradual y metódico" formulado en los años 90 por su antecesor en la dirección de ERC, Joan Hortalà, catedrático de Economía y, hasta hace poco, presidente de la Bolsa de Barcelona.
Paralelamente, Joan Tardà denigraba a los aliados potenciales en una entrevista en La Vanguardia; Gabriel Rufián prometía estabilidad parlamentaria a la ministra Yolanda Díaz y simultáneamente la vicepresidenta Carmen Calvo elogiaba el progresismo que caracteriza a Esquerra y avistaba un periodo de colaboración mutua. Inevitablemente todo el mundo entendió que los socialistas apostarían por el Govern de ERC que apartara definitivamente a JxCat del escenario principal. Y ERC abrió inmediatamente conversaciones con los Comunes.
Todo hace pensar que en un momento determinado Aragonès o Junqueras vieron posible conseguir la presidencia sin Junts, pero al final se han dado cuenta de que se habían lanzado a una piscina sin agua
Sin embargo, el PSC, que no siempre tiene los mismos intereses que el PSOE y ve más interesante la repetición de elecciones, juró y/o perjuró inmediatamente que nunca facilitarán la investidura de un president independentista. Y a continuación, JxCat, que se sintieron heridos como si les hubieran tomado el pelo durante tres meses, se apresuró a matizar las declaraciones de Jordi Sànchez que se había mostrado dispuesto a regalar, cuando menos, cuatro votos para que la investidura de Aragonès saliera adelante. Algunos de Junts son más partidarios del pacto que otros, pero si en alguna cosa están todos de acuerdo es que nunca en la vida darán un voto a cambio de nada. La mayoría quiere un gobierno de coalición, así que sin coalición no hay pacto, dicen, y puestos a estar en la oposición, tanto da tener 32 diputados ahora como 25 en el peor de los casos, después de las elecciones repetidas.
Todo hace pensar que en un momento determinado Aragonès o Junqueras vieron posible conseguir la presidencia sin Junts. Por eso empezaron con la CUP, lo han intentado con los Comunes y lo han hablado con los socialistas, pero al final se han dado cuenta de que se habían lanzado a una piscina sin agua. Así que han reiniciado las negociaciones con Junts y, los Comunes, rendidos a la evidencia, se han descolgado.
Si las decisiones en ERC las toma Aragonès —y no hay que dudar de eso teniendo en cuenta lo que se juega— es evidente que no pondrá en peligro su presidencia. Y Junts tampoco tiene ganas de nuevas elecciones, así que, si los socialistas no vuelven a boicotear las negociaciones, costará más o menos, pero lo más probable es que ERC y la dirección de Junts acaben cerrando un acuerdo.