"El mayor despeñadero, la confianza"
Francisco de Quevedo

Puede que nadie lo exprese así, aunque el objetivo del nuevo año para varias opciones políticas es el de arrinconar a Pedro Sánchez o bien esperar a que le arrincone la vida o llevarlo al rincón para que quede clara su debilidad. ¿Es posible? Eso es harina de otro costal. Lo cierto es que los monclovitas están nerviosos y sus enviados más. En esas condiciones, podría decirse que es fácil que trastabillen, la realidad es que lo hacen y no pasa nada. Lo que todos buscan es un tropiezo decisivo, un desequilibrio tumbativo, hacerlo caer al menos de hinojos ¿Es posible? Eso es harina de otro costal.

Hubo cierto cachondeo y jolgorio ante la presentación de la iniciativa legislativa de Junts para que Sánchez se someta a una moción de confianza. Nótese el verbo que jurídicamente es el correcto: someterse. ¿Es posible que Sánchez se someta? Harina de otro costal. Lo que a muchos les pareció una ocurrencia, lleva sin duda carga de profundidad y no se sabe cómo terminará. Pensaron los socialistas en mandar la ocurrencia a la papelera por el mero truco de que los letrados en Cortes la consideraran intramitable. La magia fue que tras el ultimátum de Puigdemont todo mudara y la cosa se convirtiera en perfectamente admisible a trámite. Toca ahora a Armengol lanzar la pelota fuera. Vacaciones parlamentarias aparte, se esperaba que ayer martes fuera el día en el que se decidiera sobre la admisión, pero la mesa no se reunió. Patadón hacia el día 14 y así. Me dicen que este retraso ha suspendido cualquier contacto con los socialistas en Suiza, en España o en cualquier otro destino, y es que el ultimátum decía que en caso de no debatirse la moción veríamos "el colapso de la legislatura".

Los socialistas están en un brete. Si no tramitan la iniciativa, si no se debate en el Congreso la petición de que Sánchez vuelva a someterse a una confianza de la Cámara —para demostrar que ya no tiene tal confianza de investidura—, ya se pueden despedir no solo de los presupuestos, sino de aprobar nada en lo sucesivo. Si la tramitan y ese debate se produce, aunque Sánchez se lo pase por el arco, no quedará menos claro que no cuenta con ninguna mayoría. Esa iniciativa sería con seguridad votada por Junts y por el Partido Popular, que ya lo ha avanzado, y aunque Vox no se ha pronunciado, queda descartado que considere que Sánchez tiene la confianza del Congreso. Políticamente, en el interior y en el exterior, se trata de una bomba de relojería: la aprobación de una petición así por el Congreso es una moción de censura en negativo y lo saben.

"El PP no va a ser un partido arrinconado", ha respondido Borja Sémper cuando se le ha preguntado por los acercamientos a Junts y al PNV, este último más maniatado por el pacto en Euskadi. Nadie quiere irse al rincón. Tampoco Puigdemont, que sabe de sobra que aprobarle unos presupuestos a Sánchez es darle viento en las velas para terminar la legislatura sin que le importe una higa volver a aprobar nada más. La estrategia actual y la de colapso pasaría, sin duda, por seguir haciendo lo que comenzaron a hacer: tumbar iniciativas del Gobierno junto al PP y, un paso más allá, incluso podrían jugar a aprobar propuestas propias. No hay mejor manera de dejar claro que en Moncloa han perdido el control.

Todo empuja hacia el rincón, menos la voluntad del líder; no se dejará

Los que sí que le van arrinconando son los jueces, no en comandita, sino cada uno a lo suyo. Dicen los que le tratan que ha llegado a pronosticar que intentarán imputarle a él mismo. Han podido hacerlo en más de un centenar de ocasiones, en querellas inadmitidas, puede que el temor tenga alguna base más sólida que el famoso lawfare que negaban para los demás. Pobres, no saben que en este país el lawfare se llama razón de Estado y que para los jueces solo obra si se trata de la sacrosanta unidad de España o de la Corona.

El caso es que lo de Ábalos y Koldo en el Supremo pinta como pinta. El instructor Puente, un señor que ha estado media vida en JpD, nada sospechoso de pertenecer a ese franquismo que se pretende pertinaz como la sequía, ya le ha rechazado el recurso a un suplicatorio que el Congreso concederá. La mayoría de investidura no va a funcionar para negar suplicatorios de nadie, eso denlo por seguro. Tampoco le ha dejado al PSOE querellarse contra Aldama por lo que ha declarado en sede judicial. No ha lugar. Aún no se sabe si lo que dice es cierto, por lo que querellarse por injurias y calumnias está fuera de lugar, les ha dicho. Y es que la contraofensiva socialista en los tribunales es bastante desesperada y hasta poco pensada, porque lo jurídico es que sigan quedando con el culo al aire, como ha sucedido hasta ahora.

Dentro de esa misma política judicialmente suicida, puede inscribirse también la ocurrencia conocida ayer mismo de denunciar por revelación de secretos al jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, que hoy mismo declara como testigo en la causa contra el fiscal general. Se trata de construir un relato en el que las dos acciones sean similares. Objetivamente, nada más lejos. MAR manipuló a los periodistas pasándoles una información incompleta y, por tanto, sesgada. A lo que apunta la investigación al fiscal general del Estado es a si, en connivencia con Moncloa, utilizó datos reservados de un procedimiento y de una comunicación entre abogado y Fiscalía para proporcionar al Gobierno un arma política contra el adversario. Algo parecido, en el fondo, a lo que Fernández Díaz hizo con los catalanes. Todo lo demás es ruido. Y pretender que MAR reveló secretos al dar en un chat datos de dos periodistas que estaban en el edificio de Ayuso, es más ruido todavía. Los propios periodistas han denunciado nada y son los únicos que legalmente pueden hacerlo. Nervios. Movimientos compulsivos ante el tribunal. Lo más cachondo es que piden al juez que intervenga el móvil de MAR "para evitar la destrucción de pruebas", esas que aplauden destruyera "su" fiscal.

Los hechos de la familia no fueron ni mucho menos ejemplares. Podrán ser o no delito, lo sabremos, pero ejemplares no fueron. De ahí lo de que los jueces les tienen manía. Nervios. Movimientos compulsivos. Todo empuja hacia el rincón, menos la voluntad del líder. No se dejará. Ninguna estrategia que cuente con ello triunfará.

No hay nada más en el horizonte político. Nada nuevo bajo el sol.