"Al escoger una cosa, rechazáis necesariamente otra"
G.K. Chesterton

La principal anomalía de la democracia española comienza a solventarse. Digo comienza, porque aunque Bolaños se haya despachado diciendo que "desde hoy todos los poderes funcionan con normalidad", lo cierto es que no lo harán hasta que se produzca la votación en las Cortes. Repitan conmigo: a los vocales del CGPJ los eligen el Congreso y el Senado, los eligen el Congreso y el Senado, y no dos señores con un mediador en Bruselas, como si fueran catalanes.

Me resulta un alivio que se haya alcanzado el ¡cuarto! acuerdo sobre el respaldo parlamentario a los candidatos, algunos elegidos por los jueces, que llevan en las cámaras desde 2013. Esperemos que nada lo desgracie ahora antes de que, insisto, se vote en los plenos. Me conforta porque no sólo el anormal funcionamiento democrático al que abocó el PP era insostenible, sino porque la reacción de la mayoría progresista a este empecinamiento, frenando los nombramientos de cargos judiciales, estaba llevando a los tribunales al colapso al no poder cubrir las bajas por jubilación u otros motivos.

Me aligera también porque la amenaza realizada por Pedro Sánchez sobre su intención de rebajar las mayorías suponía la ruptura de un nuevo contrapeso democrático, que le encantaba a sus socios más de izquierdas, pero que ni Europa iba a permitir ni suponía sino un escalón más en la degradación de los contrapesos. Me alivia, además, porque me parece un paso adecuado de Feijóo hacia su independencia, al dejar a un lado las tutelas e imposiciones de la parte dura de su partido y salirse de una dinámica heredada que era fatal para su intención de mostrarse moderado y respetuoso de las normas democráticas. No me gusta el reparto de la túnica claramente entre los dos partidos mayoritarios, con sus dos asociaciones anejas, sin ninguna concesión y que esperemos que no derive en una dinámica de bloques o en una de intercambio de cromos, que no se sabe qué es peor.

Tú los tuyos y yo los míos. En pocas palabras, me parece que el pacto ha consistido en dejar fuera a algunas bestias negras de otras negociaciones, sobre todo de la izquierda más izquierda, para meter a otros no vetados y permitir entrar a algunos de los nombres por los que el PP estaba dispuesto a dejarse todos los pelos en la gatera: Abascal, por ejemplo, o Gema Espinosa, la mujer de Llarena. El resto, la verdad, ha rebajado mucho el nivel de belicosidad y de vetos cruzados; quiero decir que son candidatos de las dos asociaciones de cabecera pero personas que o bien son reconocidas como buenos juristas y están bien vistas en la carrera judicial (caso de Fernández Seijo de JpD, un tipo muy querido que hasta tiene un blog de cocina, o de Carlos Hugo Preciado, que es además poeta) o bien tienen un perfil mucho menos conocido y aún andan entre magistrados intentando saber quiénes son, porque no se trata de las estrellitas de la congelación. Eso me parece buena señal si no se convierten en eficientes soldados. También se ha rescatado a algunas viejas glorias progresistas, hasta de la jubilación, que supongo tendrán que hacer el papel de los ancianos de la tribu (Arozamena y Bodas). Por último, hay varias mujeres muy implicadas en las cuestiones de Igualdad (Erice, Avilés, Herreros).

El pacto ha consistido en dejar fuera a algunas bestias negras de otras negociaciones, sobre todo de la izquierda más izquierda, para meter a otros no vetados

Pero yo les he prometido hacer un repaso por los arrumbados de este pacto  sin duda bipartidista, los que se han quedado fuera, los que no están representados, los olvidados en el reparto de la túnica. Citemos aquí a la asociación moderada Francisco de Vitoria, que teniendo un millar de jueces asociados no ha obtenido ni un representante, mientras que JpD, con unos cuatrocientos y próxima al PSOE, ha sentado a tres. A los de APM los apoya el PP y el PSOE a los JpD, y no hay más cáscaras. También entran en la categoría de baneados las "sensibilidades" soberanista catalana y la vasca —hasta ahora siempre con representación— que se han quedado fuera. De hecho varios de estos partidos se enteraron por vías accesorias de que la negociación estaba casi hecha y no precisamente por su "socio" parlamentario. Los catalanes que serán nuevos vocales no tienen conexión alguna con el independentismo, y vascos es que no hay ninguno. Indepes y soberanistas, fuera y además con la mujer de Llarena dentro. Je, je, je.

La misma suerte han corrido el resto de socios de Pedro Sánchez: Podemos, fuera (era un veto del PP); Sumar, se le caen también los candidatos iniciales (como Espinosa, el tío de Alberto Garzón) aunque dice haber dado el placet a dos, que podrían venir perfectamente por recomendación directa del PSOE, y ahí lo dejo; además, ha sido desautorizada en sus peticiones al pactarse que no se cambiará el sistema de acceso a la carrera judicial y otras cuestiones que habían llevado al parlamento. Otros que se quedan en la cuneta son los abogados, ni uno en la lista, como tampoco han entrado catedráticos prestigiosos en el turno de juristas —a lo sumo, una profesora rasa— ni notarios, ya que lo han utilizado sobre todo para meter más jueces, dos fiscales y un secretario judicial. Tampoco es bueno que las profesiones jurídicas no estén representadas en el CGPJ, que tiene esos ocho vocales no judiciales precisamente para introducir esos puntos de vista y no para seguir premiando a jueces de nuevo.

Así que alivio, pero no demasiada esperanza.

Las reformas que se han pactado no están mal, pero son insuficientes. Subir a 20 años el tiempo de experiencia necesario para llegar al Tribunal Supremo dificulta que se sigan nombrando a chisgarabís, pero no lo impide. Tampoco está mal el cierre de las puertas giratorias para que no se pueda volver a juzgar nada más dejar de ser ministro o cualquier otro cargo político. Recordemos que el ministro Caamaño llevó a cabo una reforma expresamente para que su dimitido antecesor, Fernández Bermejo, pudiera incorporarse inmediatamente como fiscal al Tribunal Supremo. Ahora se enmienda lo que se desenmendó. Según va tocando.

En todo caso, en Europa estarán más tranquilos y es posible así, incluso, que haya españoles que entren en la lotería de altos cargos de la UE, de la que hubieran sido excluidos si la anomalía democrática seguía en pie.

¿La carrera judicial qué opina? Pues depende. Contentos porque la renovación se haya llevado a cabo y no demasiado entusiastas con el reparto. Excepto los que han sido agraciados, claro.