Hace 25 años, en vísperas de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Guardia Civil, a las órdenes del después "juez estrella" Baltasar Garzón llevó a cabo 45 detenciones en Catalunya por presunta pertenencia a Terra Lliure. 25 de los detenidos fueron juzgados y 18 condenados. Muchos denunciaron torturas. Y, en 2004, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenó al Estado español por no haberlas investigado.
Ahora conozco altos cargos de la Generalitat que en la época de la Operación Garzón si acaso estaban en EGB que también esperan en un momento u otro la visita de la Guardia Civil. Cerca de una decena de personas, algún alto cargo, empleados laborales y trabajadores de empresas suministradoras de la Generalitat ya han sido interrogadas esta semana por agentes del instituto armado en relación con el censo de catalanes en el exterior y la web del Pacte Nacional pel Referèndum.
Por descontado que la Catalunya del 2017 no es la de 1992. El salto cualitativo que se ha producido en la persecución del independentismo no tiene precedentes. El 92 se detenían activistas del independentismo residual; ahora se persigue a la cúpula del poder político catalán: presidentes de la Generalitat, consellers y conselleres, cargos de la administración, la presidenta del Parlament y 4 miembros de la Mesa de la Cámara... Y el presidente del Gobierno español advierte a los alcaldes de lo que les puede suceder si colaboran con el dispositivo del referéndum (hola, Ada Colau, ¿estás ahí?). Ha habido presión policial disuasoria a empresas que contratan con la administración (lo cual explica por qué sólo se presentaron dos al concurso de licitación de urnas declarado desierto por motivos técnicos) y se ejerce presión mediática, desde la caverna, a grandes empresarios presuntamente "separatistas", como los de Nocilla y Cola Cao. El paisaje es radicalmente diferente. En 1992, la inmensa mayoría de los independentistas no habían salido del armario; ahora son la mitad de la gente que vota.
El 92 se detenía a activistas del independentismo residual; ahora se persigue la cúpula del poder político catalán
Llegados a este punto, las pregutnsas son inevitables. ¿Realmente se puede hablar de normalidad democrática en este clima de miedo y suspicacia, con todos los dispositivos políticos, judiciales, policiales y mediáticos del Estado español activados contra el independentismo catalán? ¿De verdad que se tienen que celebrar los 40 años de las primeras elecciones después del franquismo? ¿Quién es aquí el golpista? ¿Puigdemont, Junqueras y el 70% de los ciudadanos de Catalunya que de manera reiterada vienen expresando el deseo de decidir en referéndum su status político? ¿O el ínclito exministro de Exteriores, que ya llama a desalojar el Parlament si se proclama la independencia el día siguiente del 1-O? ¿Desalojar cómo, señor García-Margallo? ¿Como Tejero, a tiros? Archivada la Operación Diálogo de Soraya, pasamos a la solución final: el margallazo, "todo el mundo al suelo" y asunto finiquitado.
Archivada la Operación Diálogo de Soraya, pasamos a la solución final: el margallazo, "todo el mundo al suelo" y asunto finiquitado
En este clima se ha celebrado esta semana el 40 aniversario de las elecciones a Cortes constituyentes del 15-J de 1977, el punto de arranque de la transición. Las palabras del rey de España, Felipe VI, en el acto solemne en el Congreso, dirigidas al proceso independentista catalán y sus responsables, se revelan como una broma de mal gusto o un sarcasmo: "Fuera de la ley, sólo hay arbitrariedad, imposición e inseguridad". ¿Y dentro? Dentro de la ley de la democracia española hay medallas (todavía) para franquistas puros y duros como Martín Villa. Considerado el responsable de la masacre de Vitoria de 1976 que Lluís Llach llevó a Campanades a morts, y sujeto de una orden de búsqueda y captura internacional desde el 2014, don Rodolfo fue condecorado por Felipe VI en pleno homenaje a los primeros y las primeras diputadas constituyentes. Al rey emérito, Juan Carlos, le cerraron la puerta del Congreso por razones protocolarias -ironías de la historia- y se enfadó mucho con su sucesor, pero no hubo ningún problema para que el hijo diera continuidad simbólica a aquel mandato de Franco a su padre poco antes de morir: "Alteza, la única cosa que os pido es que preserváis la unidad de España".
Las advertencias de Felipe VI a los independentistas son una broma de mal gusto o un sarcasmo
Algunos demócratas -los de Podemos, el PDeCAT, el PNV y Compromís (ERC no estuvo en el Congreso en protesta por el hecho de que en 1977 todavía no había sido legalizada)- celebraron en paralelo al acto solemne un homenaje a los héroes del antifranquismo. El ambiente empieza a ser tan irrespirable que el titular que mereció para el diario "progresista" de referencia, El País, fue: "El PSOE se suma al acto paralelo de Podemos". El País, cosas veredes, señalaba -y estigmatizaba- de esta manera la presencia en el acto de un socialista, Odón Elorza, prueba irrefutable del "nuevo (y perverso) clima de acercamiento entre el PSOE y Podemos".
El pequeño acto de los antifranquistas en Madrid sirvió el contraste con la foto de Felipe VI galardonando a Martín Villa. Pero el verdadero contrapunto se produjo al Parlament 24 horas después, con la larga ovación a los represaliados y los familiares de víctimas de la dictadura después de la aprobación unánime de la ley que anula todas las sentencias y procesos instruidos en Catalunya por causas políticas durante la dictadura. En total, 63.961 procesos judiciales que afectaron a 3.358 personas. La ley, que no tiene precedentes en el Estado, la votaron favorablemente todos los grupos incluido el PP, lo cual honra la formación que en Catalunya preside Garcia Albiol, sin que el gesto disculpe de nada ante la historia a sus antecesores; pero, sobre todo, subraya una vez más la diferencia catalana. Lo que en Madrid fue un acto casi clandestino -el homenaje "podemita" a los antifranquistas-, en Barcelona fue un acto de reconocimiento unánime con todo el Parlament aplaudiendo a los hombres y las mujeres que no se resignaron.
En pleno siglo XXI es más fácil que el Congreso condecore a un franquista con las manos manchadas de sangre que deje hablar a un presidente de la Generalitat
La ilusión por la libertad y la dignidad humanas. Una lucha, una historia, un querer dar sentido a todo, sí, que de ninguna manera se ha acabado. En pleno siglo XXI es más fácil que el Congreso condecore a un franquista con las manos manchadas de sangre que deje hablar a un presidente de la Generalitat. Y así, poco a poco, el margen se estrecha cada vez más. Cómo decía la canción del 77, "Habla, pueblo, habla." (Ahora, sí).