Fuente es la escultura de 1917 de Marcel Duchamp más conocida como lo que es: un urinario de porcelana. Se considera la pieza fundacional del arte encontrado, manifestación artística consistente en utilizar objetos ya existentes que no se consideran artísticos, dotándolos de un significado nuevo. La obra inició una auténtica revolución para demostrar que cualquier objeto mundano puede considerarse una obra de arte siempre que el artista lo saque de su contexto, lo sitúe en otro y lo declare como tal.

En 2006, durante una exposición en el Centro Pompidou de París, la obra fue atacada con un martillo por Pierre Pinoncelli, un artista francés de 91 años, que fue arrestado pese a argumentar que era una performance. O sea: una obra de arte en sí misma, que el propio Duchamp habría apreciado. En 1993, Pinoncelli ya había orinado dentro en Nimes.

Ahora la historia se ha repetido. En 2019, un plátano pegado con cinta adhesiva a la pared se vendió por 120.000 dólares y se desató un follón en redes que revivió este antiguo debate. La creación de Maurizio Cattelan, titulada Comedian, demostró ser una buena inversión: se vendió hace unos días por 6 millones en una subasta de Sotheby's. El comprador es Justin Sun, un coleccionista chino y fundador de una plataforma de criptomonedas. Si, en esencia, Comedian cuestiona la propia noción del valor del arte, ponerla a subasta sería la máxima expresión de su idea conceptual esencial: el público finalmente ha tenido voz y voto para decidir su verdadero valor.

Mi hermano había seguido una tradición artística con un siglo de historia. ¿Cómo definir, si no, el acto de mear en un urinario expuesto en un escaparate?

A diferencia del urinario, ni la cinta ni, afortunadamente, el plátano son los originales. Como obra de arte conceptual, los materiales se reemplazan en cada instalación. La obra original se creó con un plátano comprado en una tienda de Miami. Y aunque, como digo, el mundo del arte se dividió, hubo colas para ver la instalación. Hasta que los acontecimientos dieron un giro cuando el artista David Datuna, en el papel de Pinoncelli, arrancó el plátano de la pared, lo peló y se lo comió. Y, como habréis adivinado, defendió su acción como una actuación artística, no como un acto de vandalismo.

El episodio me ha recordado al día en que mis padres fueron a comprar con mi hermano pequeño. Marc les decía continuamente que tenía pipí. Pero como les estaba atendiendo el vendedor, le pidieron que se aguantara un rato. Así que mi hermano fue a dar una vuelta por la tienda y, cuando regresó, les dijo a mis padres que ya había hecho el pipí. Concretamente, en el inodoro del escaparate. Mis padres se marcharon avergonzados y la anécdota ha quedado en la pequeña historia familiar. Pero ahora sabemos que el chaval no había hecho nada más que seguir una tradición artística con un siglo de historia. ¿Cómo puede definirse, si no, mear en un urinario expuesto en un escaparate con peatones mirando?

Pero a veces las cosas son más sencillas. Cuando el famoso plátano se exhibió en el Museo de Arte de Seúl, también se lo comieron. Concretamente, un estudiante de arte que volvió a dejar la piel en la pared. Pero en este caso no era una performance. El chico simplemente se lo comió porque tenía hambre. Como Marc meó porque tenía pipí.