Se ha puesto de moda asfixiar al catalán. Qué le vamos a hacer, en esta vida, no se puede tener todo. Te distraes un momento y te encuentras a un montón de gente intentando asfixiar tu lengua materna. ¿Por qué? No tengo ni idea. Nunca he podido entender por qué hay gente que se levanta con ganas de asfixiar lenguas. Yo, no sé si soy un caso excepcional, pero, normalmente, me levanto con ganas de tomarme un café de Etiopía y comerme un par de rebanadas de pan con tomate con un buen trozo de longaniza de payés. Tiene que haber gente para todo, supongo.
Hace años que intentan asfixiar al catalán, y, aunque ven que no pueden vencer los pronombres débiles, siguen insistiendo. Este tipo de gente nunca se cansa de asfixiar lenguas, es como una adicción para ellos. Supongo que algún día se darán cuenta de que el catalán es terco y fuerte como un roble y desistirán; pero, mientras tanto, tenemos que ir aguantando sus absurdas y constantes impertinencias.
El otro día, sin ir más lejos, un señor tocó el timbre de casa. Lo primero que pensé, cuando lo vi, es que venía a venderme algo, pero, sorprendentemente, no fue así, me dijo que venía a asfixiar el catalán. Le dije que pasara, que se pusiera cómodo, que hiciera como si estuviera en su casa. Tienes que ser educado con todo el mundo. Ahora no me acuerdo si me dijo que venía del PSOE o de VOX. Da igual, la cuestión es que charlamos un buen rato y, después de ordenarme veinte veces que le hablara en castellano, no me pude resistir y le canté las cuarenta (en La bemol mayor). Se le había metido entre ceja y ceja, de forma enfermiza, que hablar catalán era una muestra de adoctrinamiento ideológico. No hubo manera de hacerle entender que no hablaba catalán para hacerle daño, sino porque era mi lengua materna.
Estaba convencido de que los catalanes queríamos adoctrinar a toda la población mundial para que hablaran solo en catalán, bailaran sardanas y se convirtieran en castellers
Agotador, el asunto. Estaba convencido de que los catalanes queríamos adoctrinar a toda la población mundial para que hablaran solo en catalán, bailaran sardanas y se convirtieran en castellers. Me llegó a decir que había descubierto una red de castellers (que se hacían llamar Los xiquets xirucaires) que reclutaban niños para que se dedicaran a acosar a todo el mundo que no hablara catalán y no llevara alpargatas. Cogí tanto miedo que fui corriendo a comprarme unas alpargatas.
La verdad es que ya empiezo a estar un poco harta de tener que pedir perdón cada vez que hablo en catalán. Diría que ni los alemanes ni los franceses ni los españoles tienen que dar tantas explicaciones y disculparse tantas veces por hablar su lengua materna. No quisiera ser malpensada, pero a veces tengo la sensación de que hay gente que tiene una especie de fobia a la lengua catalana. No sé si es por culpa de los pronombres débiles o de la vocal neutra, pero el pobre catalán siempre acaba recibiendo a diestro y siniestro, y, de paso, nosotros, los catalanes. Entiendo que cueste aprenderse todos los pronombres débiles y, aún más, saber combinarlos, pero, por este motivo, no hace falta asfixiar el catalán, solo hace falta pedir ayuda. Seguro que una vez logren combinarlos bien, lo encontrarán tan divertido y entretenido que se les pasarán las ganas de asfixiar. En todo caso, si tienen que asfixiar algo, que sea esta actitud intolerante que les caracteriza y que no les deja vivir.
Dicho esto, treure-los-els-n'hi-en. ¿Cuál de estos pronombres débiles realiza la función de complemento directo? ¡Es broma! ¡Estaba poniendo a prueba vuestras neuronas!, porque, para quien no lo sepa, hablar más de una lengua, además de aumentar vuestro grado de tolerancia, aumenta la materia gris, que, quieras que no, siempre es bueno. ¡Venga, pues, hasta la semana que viene!