Aviso a navegantes. Ya saben que la expresión trasciende el ámbito de lo marinero y suele avisar de la llegada de una novedad o un peligro. El que ha dado Pedro Sánchez avanza contingencias para quienes aguardan su caída la noche del 26-J. Lo ha hecho esta vez delante de la mismísima Susana Díaz, y en campo contrario, en Sevilla.
“Un hombre generoso y valiente”, ha dicho de su secretario general la presidenta de la Junta de Andalucía. “Es mi compañera y mi aliada”, respondió él tras los cumplidos. Ambos se han propuesto que la guerra fratricida que libran desde hace meses por el liderazgo del PSOE torne, hasta el 26-J, en unidad, aunque nadie dude que sea impostada. Se juegan el todo. Si Sánchez cae, cae el PSOE. Y hasta que pasen estas tres semanas sólo ondeará la bandera blanca.
Pese a todo, emiten señales. Díaz, para no descartarse como próxima candidata a la secretaría general del PSOE. Sánchez, para trasladar que no se lo pondrá fácil. Ya no es que tenga decidido, que lo tiene, volver a presentarse al próximo congreso federal sea cual sea el resultado de las elecciones. Es que además está dispuesto otra vez a neutralizar el poder de los barones, saltarse los estatutos del partido y someter al parecer de las bases los posibles pactos del gobierno que pueda alcanzar para ser investido presidente.
Lo hizo tras el 20-D y lo volverá a hacer tras el 26-J. La política de acuerdos, una competencia que estatutariamente corresponde al Comité Federal -máximo órgano entre congresos- la decidirán los militantes y no los barones. Hasta ahora lo había sugerido unas veces, insinuado otras pero ayer lo explícito alto y claro y ante la mismísima Susana Díaz. Un anuncio demasiado prematuro si se tiene en cuenta que aún no se conocen los resultados y será en función del resultado cuando Díaz, que lleva preparándose meses para ello, decida de una vez por todas si da o no el salto.
Si Sánchez suma con Unidos Podemos no habrá quien le pare y le dará igual quien bendiga el acuerdo
Lo suyo parece, en todo caso, el cuento del lobo. Que viene, que viene, pero nunca llega. Por si acaso, Sánchez ya le ha enviado el recado. Si suma con Unidos Podemos, no habrá quien le pare y le dará igual quien bendiga el acuerdo. La misma noche del 26-J, se lanzará en plancha al gobierno que buscó la del 20-D, y los suyos le frenaron. Será él, y nadie más, quien dirija las conversaciones con el resto de líderes políticos tras las elecciones, una iniciativa que pretenden evitar los barones. Con la consulta a la militancia y la “podemización” de las bases socialistas, esta mano puede ganarla Sánchez y no los cuadros dirigentes de un PSOE que no quiere ni oír hablar del más mínimo acercamiento a los de Iglesias.
Todo esto, claro, si no se produce el temido sorpasso y Podemos no se hace con la hegemonía de la izquierda como auguran todos los sondeos. El Comité Electoral está dispuesto a desafiar todos los oráculos demoscópicos. Es más no dan ninguna credibilidad a quienes antes de la coalición Podemos-IU, sentenciaran que Iglesias perdía un 25 por ciento de sus votantes de diciembre -más de un millón de votos- y hoy pronostican que el pacto con Alberto Garzón tapa completamente el agujero que la gestión poselectoral hizo en los “podemitas”.
Dicen que el 20-D les mató lo nuevo y lo viejo, pero que ese eje esta ya superado, mucho más después del último cara a cara entre Iglesias y Rivera, en el que sendos líderes mostraron la más añeja de las caras de la política con semejante ejercicio del “y tú más”.