Me gusta Ayuso porque pone las cosas muy claras sobre la mesa; de hecho es difícil que haya una cierta, pero escucharla permite tomar el pulso de la opinión pública española de la que ella ejerce como abanderada. Además de verbo libre ante los mismos dirigentes del PP que ya hace tiempo que no pueden frenarla.

Su punto de mira es ahora Sánchez, el presidente del Gobierno. De hecho siempre, pero cada vez más. No solo él, todo su gobierno, mucho más que el independentismo; en lo que se había centrado por encima de todo tiempo atrás, aunque tampoco pierda punto en esta causa. No tengo duda que en esta redirección de sus ataques furibundos no solo tiene que ver un cambio de la escena política, sino que su actitud contra el actual presidente del gobierno se ha hecho mucho más agria desde que su pareja ha sido denunciada por negocios ilícitos.

En España la hacienda común no lo es para todos los territorios, ni para toda la ciudadanía, y además está blindada esta desigualdad por la misma Constitución española

No quiero ponerme ahora con las parejas, ni la de Ayuso ni la de Sánchez, ni con las causas abiertas; especialmente porque este es un pastel mucho mayor en el que la mirada se tendría que ampliar a familiares de grado diverso, de las y los políticos, y de las y los miembros de los partidos, y a todas las ramificaciones que tiene —algunas incluso legales, cuando menos de fachada, pero en ningún caso éticas—, y que hay que abordar con profundidad y mucho de detalle. No creo que me desmientan los datos, con investigación fiable, si digo que ser político o ser miembro de un partido aumenta las probabilidades familiares, lo bastante robustamente para que haya significación estadística, no solo de tener cargo, sino de tener empleo, en un puesto de trabajo en el sector público. Este es un ascensor social del que no conviene hablar, queda mejor explicar las oportunidades que da la educación, cada vez menos también por eso.

Ahora bien, lo que indigna a Ayuso, cuando menos para no ir al encuentro del día 25 con el presidente del Gobierno, es que "ya está en marcha la ruptura de la hacienda común de todos los españoles", un agravio más de los muchos que el Gobierno de Sánchez genera a la ciudadanía. Eso lo dice en referencia a la supuesta financiación singular de Catalunya. A mí me cuesta entender que se puedan hacer afirmaciones como esta en una España en que la hacienda común no lo es para todos los territorios —País Vasco y Navarra—, ni para toda la ciudadanía —familia real española— y que además está blindada esta desigualdad —la podemos decir también singularidad— por la misma Constitución española que supuestamente es la garante de la unidad y el bien común en España.

Ahora bien, esta vez Ayuso no ha podido superar a García Page, socialista, presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha, y su rotundo "el dinero de los catalanes es de todos". Suerte que todavía voto en Catalunya —aunque ya veremos cuánto me durará con un president en la Generalitat Marca España, porque en el caso del Estado, quizás, con el fin de escoger el mejor de los peores, tendría que votar Ayuso—.