Aznar, el expresidente del Gobierno y actual presidente de fundación FAES, se ha reunido con Edmundo González Urrutia, líder de la oposición venezolana, para brindarle su apoyo. Aznar se ha expresado en términos elogiosos sobre el candidato a las elecciones y ha hecho afirmaciones contundentes sobre la política del país americano. Considera que el presidente legítimo no es el que ocupa el cargo, Nicolás Maduro, sino González Urrutia, a quien considera verdadero ganador de los comicios. Aznar no es lo único, muchos han sido los políticos que han mostrado su apoyo, aunque con intensidades diferentes, a González Urrutia, especialmente desde su llegada como exiliado en España.

Sin querer entrar ahora al detalle de cómo han sido las elecciones en Venezuela, me resulta muy interesante la preocupación que tiene Aznar, y si queréis, por extensión, España, por la salud democrática del país "hermano". Aznar proclama que todo el mundo tiene que trabajar para que el exilio de este político venezolano acabe cuanto antes y él se declara abanderado del soporte a la libertad y a la democracia en Venezuela. Es por eso que ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional porque considera que "no puede consentir el deterioro democrático en este país".

No tienes autoridad ni moral ni ética para examinar a los otros de nada de que tú no te hayas examinado primero.

¿Y yo pregunto, y el deterioro de la democracia en el Estado español se puede consentir? ¿Y, por otra parte, dónde queda aquello de que ningún país puede inmiscuirse en la política interna de otro, como han hecho los países europeos y sus tribunales en el caso del exilio en Europa del presidente Puigdemont?

Siempre es más fácil ver la paja a ojo ajeno que en el propio, más todavía si no te conviene reconocer la realidad en la cual estás instalado, pero en cualquier caso, no puedo dejar de ver la incongruencia de la democracia española, al dar lecciones a los otros, sin haberlas aprobado previamente en su casa. Y el patrón se va repitiendo a lo largo del tiempo, especialmente con los países latinoamericanos, supongo que por aires de nostalgia del imperio. Hay un gran pecado de soberbia, o en todo caso lo encuentro una gran osadía, al abrir juicio a la dictadura de otro país sin haberlo hecho a la dictadura de tu propio país. No tienes autoridad ni moral ni ética para examinar a los otros de nada de que tú no te hayas examinado primero. Y en política todavía menos. Y en ningún caso te salva negar que aquí hubo dictadura y ahora decir que la democracia española es modélica.