And the winners are... José María Aznar-Casado y Carles Puigdemont i Casamajó. Ni el PP ha querido (re)estrenarse marianista, en versión Soraya, para que nada cambie y además continúe igual, ni el PDeCAT quiere ser el centro-derecha indepe pero desmovilizado y en la jaula, es decir, la neoconvergencia controlada que sueña casi todo el mundo, desde una cierta ERC a La Vanguardia pasando por todas las estaciones intermedias.
Aznar y Puigdemont son, respectivamente, los ganadores del congreso extraordinario del PP para escoger al sucesor de Rajoy y de la primera -y posiblemente, última- Assemblea Nacional del PDeCAT, en la que los herederos de Convergència tenían que decidir si de mayores querían sumarse a la Crida de Puigdemont para disputar la hegemonía del independentismo o hacer de segundo plato de una ERC anclada en el centro del tablero de las mayorías a derecha e izquierda, cómo diría un clásico.
Pablo Casado, el candidato del siniestro Aznar -el hombre cabreado con media humanidad-, es lo más parecido a Albert Rivera que puede ofrecer el PP a estas alturas de la película, un hooligan ultraespañolista y ultraconservador que pasea esposa con pulsera de lacito rojigualda. La lució de manera ostensible Isabel Torres, que acompañó a su marido en el escenario del congreso del PP al ser proclamado nuevo presidente. Vuelven los ochentas pre-movida, cuando los fachas llevaban la banderita del aguilucho en la correa del reloj. Y el matrimonio Casado-Torres actualiza los tiempos gloriosos de los Aznar-Botella.
La jugada confesa del propio Aznar a medio/largo plazo es la reabsorción de Cs en el espacio popular, la "reunificación" del centro-derecha, o, dicho de otra manera, la reubicación de la nueva ultraderecha en la vieja casa común del conservadurismo español. Aznar quiere hacer ahora con Rivera vía Casado lo que Fraga Iribarne con Blas Piñar. I Merkel siempre preferirá una (neo)ultraderecha española bajo control que con el control en la mano. Otrosí, se confirma que, por primera vez a la historia electoral española, las elecciones no las decidirá el centro sino la extrema derecha.
Aznar quiere hacer ahora con Rivera vía Casado lo que Fraga con Blas Piñar. I Merkel siempre preferirá una (neo)ultraderecha española bajo control que con el control en la mano
La renuncia de Marta Pascal a la dirección del PDeCAT posibilista ante la falta de confianza de Puigdemont encauza el futuro del partido como fuerza post-neo-convergente integrada en el movimiento independentista transversal que promueven el presidente exiliado, el presidente Quim Torra y Jordi Sànchez, la, hoy por hoy, Crida Nacional per la República. La ejecutiva que lideran David Bonvehí y Míriam Nogueras nació con un fuerte voto de castigo por el hecho de haberse realizado la elección con lista cerrada. En cambio, la comisión delegada que pilotará el traspaso hacia la CNR, recogió un sí abrumador: 93,9% de votos a favor. La militancia del todavía PDeCAT tiene muy claro dónde está, por donde transitan, la vieja y la nueva política.
La criatura resultante de la Crida de Puigdemont -el nacimiento se prevé alrededor del 1 de octubre- no será un partido, pero tampoco una asamblea, si bien, sus impulsores explican que quiere incorporar lo mejor de ambos modelos organizativos. Obviamente, son muchos los interrogantes. Pero hay uno que está perfectamente aclarado: el liderazgo. En menos de una semana, Puigdemont ha puesto en marcha un movimiento que ya tiene 40.000 adheridos, ha encauzado la entrada en él del partido con más alcaldías de Catalunya, y ha conseguido ser un hombre libre en todo el mundo salvo en el Estado español después del fiasco de las euroórdenes del juez Llarena.
En menos de una semana, Puigdemont ha puesto en marcha un movimiento que ya tiene 40.000 adheridos, ha encauzado la entrada del partido con más alcaldes de Catalunya, y ha conseguido ser un hombre libre en todo el mundo salvo en el Estado español
Aznar vuelve y Puigdemont está más cerca. Los que pretendían anestesiar el conflicto han tenido un mal fin de semana en Madrid y en Barcelona. Si el sueño de libertad del 1-O chocó con la realidad de las porras de los piolines, el intento de normalización a golpe de amnesia y jarabe de neoautonomismo ha chocado con la realidad del auto de los jueces de Schleswig-Holstein. Hay raciones de (tozuda) realidad para todo el mundo. Y titila, persistente, una luz en la última trinchera, sencillamente porque todavía hay presos políticos y exiliados y ninguna garantía de no retorno al 155 y la represión pura y dura si se volviera a repetir un 1 de Octubre.
Casado ya ha hablado de "reconquistar" Catalunya. Y de hacer realidad "Tabarnia". Su programa es el de siempre tuneado en naranja. Puigdemont se ha imbuido de un cierto nietzscheanismo: la dificultad nos hace crecer, ha dicho en la clausura por Skype del congreso del PDeCAT (¿Quién, sinó, lo tenía que cerrar?) Intuyo que la próxima vez, Catalunya y España, España y Catalunya, se hablarán con más claridad que nunca. Pero también que quizás llegará el día que España necesite un Puigdemont para liberarse de sus reconquistadores y sus violencias y sus violentos: de policías que dan de ostias a fotoperiodistas al grito de "¡Viva Franco, Viva España"! o de descerebrados que embisten a todo gas cruces amarillas en la plaza pública; sombras en la caverna de todas las violencias que la han constituido.