Leía con mucho gusto que Bad Gyal le dejó claro a Rauw Alejandro que ella solo había venido a cantar y que, por lo tanto, no entraba en el juego que el ex de Rosalía ya daba por descontado. Los hechos no son nada banales, tanto para el público que lo vio en directo como por el eco que ha tenido; no tenemos que perder de vista la importancia de la cultura audiovisual, especialmente el mundo de la industria musical, como espacio de reflejo de adolescentes y jóvenes. En una actuación del primero de este fin de semana, en Puerto Rico, donde Bad Gyal compartía escenario con él como cantante invitada, Alejandro pretendía que el dúo fuera más allá de las voces y Bad Gyal no solo le dio la vuelta a la situación, sino que hizo muy evidente su negativa a hacer lo que él quería.
Las imágenes de lo que pasa encima del escenario no solo con Bad Gyal, también con otra cantante invitada, dejan bien claro que el principio de funcionamiento de Rauw Alejandro es que las chicas tienen que estar a disposición de sus deseos. Queda claro en las imágenes, pero es que él lo deja más claro todavía una vez acabó la actuación. A la pregunta de qué había pasado, lo único que dice es que él quería "perrear" y que la cantante catalana estaba "tímida". No contempla, en ningún caso, que ella sea una persona con derecho a decidir si le apetece o no, y en todo caso, la única explicación para él era que el problema lo tenía ella. Muy esclarecedor todo ello del universo del cantante.
Cualquier gesto desde dentro, de las propias protagonistas, es determinante para que se empiecen a variar los modelos de comportamiento que se trasladan a la población de subordinación y cosificación sexual de las mujeres
No sé cómo son sus canciones, aunque seguro que he escuchado alguna, sin embargo, más allá de él, es muy habitual que en esta industria tanto las formas —vídeos, puestas en escena, bailes... — como los contenidos —las letras de las canciones, los mensajes, las consignas...— no sean respetuosos con las mujeres, con nuestros cuerpos o con nuestros derechos, mucho menos igualitarios o libres de misoginia.
Es en este sentido que cualquier gesto desde dentro —no la crítica feminista que se suele hacer desde la barrera—, de las propias protagonistas, es determinante para que se empiecen a variar los modelos de comportamiento que se trasladan a la población de subordinación y cosificación sexual de las mujeres. Es cierto que aunque mayoritariamente no podemos decir, en el corazón central del espacio musical y audiovisual, que haya un cambio cualitativo, sí que es cierto que cada vez más hay casos como este. También letras diferentes o artistas —mujeres principalmente— que se desmarcan de los estereotipos normativos patriarcales que la industria audiovisual utiliza para vender.
No se puede negar, evidentemente, la clara vigencia de la hegemonía de la hipersexualización de las mujeres, pero se tiene que valorar que las mismas cantantes que hace diez años —y ahora pienso en cantantes consagradas, reinas del pop incluidas— que no se apartaban de los cánones establecidos ahora incluyen ciertas proclamas feministas no solo en sus discursos, también en letras e imágenes de sus canciones.