Basta con comparar los artículos que La Vanguardia y The Wall Street Journal han dedicado al nuevo Twitter de Elon Musk para entender que no es un buen momento para pasarse de listo. España ha entrado de lleno en una de estas crisis obscurantistas que acaban estallando en todo Europa. Los catalanes haríamos bien de alejarnos de los discursos de los partidos y de sus comederos. Debemos valorar las cosas que todavía tenemos y trabajarlas; concentrarnos en hacer crecer nuestro propio mundo aprovechando los mínimos de protección que nos da Bruselas.
Tarde o temprano, habrá un momento en el que Europa volverá a contar con Catalunya porque Elon Musk tiene razón y La Vanguardia solo tiene la obsesión de mantener la unidad de España. De momento, pero, la libertad está en crisis y nosotros hemos perdido la ventana de oportunidad que habíamos tenido para participar en la aventura de redefinirla. Después del ridículo que hicimos, y del escarnio a la democracia que hemos permitido y sancionado, Europa solo piensa ya en resistir. Sus antiguos imperios hacen piña atrincherados detrás de los escombros de sus conquistas pasadas.
Para poder superar el descalabro que viene en condiciones, es imprescindible que aceptemos que el país no está preparado para sostener, en el plan colectivo, ningún tipo de conflicto con España. No solo hemos perdido la ventana de oportunidad que nos había dado la historia a favor de Ucrania. El proceso, y los cinco años de Vichy, han liquidado el capital humano que habíamos ido acumulando en las instituciones y en los cenáculos económicos e intelectuales. Es normal que los títeres de Puigdemont se hagan los milhombres ahora que vienen elecciones, pero no debemos hacerles caso —como mucho algún retuit, para que no parezca que el corazón se nos ha endurecido—.
Mientras el país no sea capaz de regenerar la base de la vida nacional que hizo posible el proceso, la oposición al gobierno será siempre peor que cualquier gobierno
Europa ha ampliado nuestras posibilidades de vivir y de ser creativos fuera de los circuitos españoles y solo las podremos aprovechar si nos acostumbramos a ignorar a los políticos y a prescindir del régimen autonómico. Cuando sacas la nariz en el Círculo del Liceo o en el Circulo Ecuestre, enseguida ves que la malla autonómica se aguanta sobre una alianza de perdedores frágil y venenosa. Las élites viven instaladas en un tipo de franquismo vacío, que no tiene ni la épica malvada de la victoria fascista. En cuanto a los partidos intervenidos por el 155, tratan de legitimarse a través de humoristas y de articulistas cínicos, que se hacen pasar por rebeldes, pero corren como perritos detrás de cualquier salchicha.
La piedra angular del país necesita gente que viva y que trabaje al margen de la burbuja de Vichy. Si la situación empieza a complicarse, todo el trabajo que estos años hayamos dejado de hacer fuera de las piscifactorías oficiales nos caerá encima. Los próximos años, el peor enemigo de Catalunya no serán España o Rusia. Será la pereza y la frivolidad que los partidos han esparcido entre la gente para justificar su colaboracionismo. Justamente porque vienen tiempos difíciles tenemos que intentar preservar cierta lucidez. No nos podemos permitir el lujo de perder la perspectiva encandilados con políticos y diarios putrefactos.
A la larga, Catalunya no va a poder resistir la presión de España, ni del mundo, con los partidos y los intelectuales que han legitimado al régimen de Vichy. Las teorías fabianistas, de infiltrarse en las instituciones para poder influir, son como los 68 diputados de Junqueras para hacer la independencia, la semilla de un nuevo desastre. Mientras el país no sea capaz de regenerar la base de la vida nacional que hizo posible el proceso, la oposición al gobierno será siempre peor que cualquier gobierno. Si para salvar la cara a Puigdemont, el independentismo deja que los partidos de CiU organicen un tipo de falsa resistencia, la situación se volverá todavía más endiablada.
Vichy necesita legitimarse en votos. Pero Catalunya necesita preservar cierta pureza de las urnas y del pensamiento para cuando el contexto permita volver a luchar para restablecer la democracia. El solo hecho de evitar una segunda parte desastrosa del conflicto nacional sería, por sí mismo, una gran novedad histórica. España siempre nos derrota en dos tiempos. No hace falta que nosotros mismos nos pongamos la cuerda en el cuello, es mejor, más divertido y enriquecedor, luchar para escaparse. Yo, personalmente, no me pienso dejar cazar. Si al cabo de los años esto da para hacer un club o un país, no depende de mí, pero seguro que es mejor que caer en la total inanidad después de haber bailado con todas feas.