Pensaba que ya había leído barbaridades lo bastante grandes para que no me sorprendiera ninguna nueva, pero sin duda, el autodenominado sindicato Manos Límpias es un caso realmente único. Destacar tanto en un panorama político presidido por la tergiversación más ruin y chapucera de cualquier hecho o acción política y caracterizado por la interpretación más irracional posible de los hechos, no deja de tener su mérito.

Estos días se ha reavivado la polémica en torno a la relación, durante mucho tiempo presunta, entre Juan Carlos I —cuando era jefe de Estado, y no sé si también después— y Bárbara Rey —la actriz, cantante, presentadora y vedette—, de la manera más insana, discriminadora y poco democrática posible. Lo que genera morbo son los detalles, la vida familiar de la actriz y los detalles superfluos de la relación, aunque el dinero pueda no parecerlo; para dejar en un segundo plano las implicaciones de las diferentes instituciones del Estado, empezando, evidentemente, por la corona, en un escándalo político de primer orden.

¿Bárbara Rey pudo decir que no a la relación con el monarca?

Pero España es España y en medio de todo este lodazal, Manos Límpias ha puesto la guinda en el pastel, presentando una querella contra Bárbara Rey por revelación de secretos. Sí, parece increíble, pero es cierto. No han denunciado a Juan Carlos I, el jefe del Estado, que es quien, en todo caso, tiene que ser garante de estos secretos, ni tampoco el uso de fondos reservados, que son dinero de todos los españoles, ni muchísimos otros hechos de una gran relevancia política; han ido al núcleo de la cuestión, han denunciado a la tentadora "Eva", origen, causa y motivo de todos los males de Adán. De hecho, es de manual, no puedo poner ninguna objeción, después de negar la mayor.

Los despropósitos de todo tipo que se producen en la sociedad española, de hace tiempo, pero últimamente más, dejan una vez y otra al descubierto, no solo lo podrido que está el sistema, sino, particularmente, cuál es la mentalidad española que pervive por encima del paso del tiempo y de cualquier tipo de avance social, económico o tecnológico. Por eso, de avance político, no hay ninguno.

En este panorama esperpéntico, estaría bien, de hecho, sería proverbial, que las implicaciones legales, al investigar los hechos —es fácil porque hay mucha grabación—, dieran la vuelta y, por una vez, pudiéramos considerar que sí, que la democracia funciona, aunque solo sea de vez en cuando, y que el sistema, aunque con mucha dificultad, da muestras de poderse regenerar. A pesar de que de esperanza, poca, porque ya sabemos cómo van los juicios, especialmente determinados procesos que puedan afectar no ya a la unidad de España, sino también a los poderes que la representan.

Ahora bien, en medio de todo este panorama, a mí solo me preocupa, o me preocupa especialmente, una pregunta que no se está haciendo en los debates: ¿Bárbara Rey pudo decir que no a la relación con el monarca? A mí no me lo parece y, por lo tanto, a los hechos no se les está poniendo la etiqueta que les corresponde en más de un sentido.