Poca gente recuerda hoy que había una institución llamada Corporación Metropolitana de Barcelona, que existió entre los años 1974 y 1987, que agrupaba 26 municipios de los alrededores de la capital catalana. Se ocupaba básicamente del transporte público, del saneamiento y de los servicios hidráulicos, entre otras cuestiones técnicas comunes a todos estos municipios. Hasta ahí, ningún problema. Pero un buen día, el entonces alcalde Pasqual Maragall presentó una propuesta de bandera e himno para ese ente administrativo, y desató una tormenta política y mediática. No faltaron quienes redujeron la propuesta a una “maragallada”, una de esas ideas a veces geniales y a veces peregrinas a las que nos tenía acostumbrados el alcalde de Barcelona. Pero eso no era una ocurrencia ni una boutade, sino un torpedo dirigido a la línea de flotación del proyecto nacional catalanista que encarnaba y ejecutaba, en ese momento, el president Jordi Pujol. La idea consistía en contraponer la gran Barcelona a Catalunya, como si ambas realidades, la catalana y la barcelonesa, fueran necesariamente elementos opuestos y contradictorios, como si la afirmación de una de ellas fuera en detrimento de la otra. En términos partidistas, en la mentalidad del PSC había dos realidades: la Barcelona socialista y la Catalunya convergente. La respuesta fue contundente: la Corporación Metropolitana de Barcelona fue disuelta y se reconvirtió, con los años, en un ente con gran poder, pero con un marcado carácter técnico. Hasta la fecha.
Pero esa idea no quedó enterrada. Los socialistas, auxiliados en este asunto por ICV primero y por los Comuns después, siguieron soñando con la articulación de una gran administración barcelonesa. Aprovechando la ocasión de que ahora el PSC gobierna en solitario ambas instituciones, la idea se ha recuperado; por eso el alcalde Jaume Collboni reivindica "la Barcelona de los cinco millones de habitantes" y reclama a la Generalitat de Catalunya que empiece a transferir competencias. El alcalde de Cornellà, el incansable y astuto Antonio Balmón, incluso ha verbalizado que la región metropolitana "es todo lo que hay a una hora y media en tren desde Barcelona". Según este proyecto, gran parte de Catalunya forma parte de la región metropolitana de Barcelona, desde Girona hasta Tarragona, y prácticamente hasta la ciudad de Lleida. Todas estas ideas profundizan en el mismo objetivo: aislar el resto de Catalunya de su capital, convertir Barcelona en una ciudad global que no sea capital de nada y transformar el resto del país en un territorio subsidiario. Para la Barcelona que quieren construir, el resto del país es solo un territorio que suministra trabajadores, alimentos, agua y energía a la gran metrópoli, sin ofrecerle nada a cambio. ¿No han aprendido nada de la España vaciada? Convertir Barcelona en una ciudad de apetito insaciable siempre será en detrimento del país, que quedará reducido a una serie de comarcas sin jóvenes, sin trabajos calificados y sin industria, que solo servirán de recreo y jardín para los barceloneses los fines de semana. Solo podrán trabajar ahí quienes se dediquen a la hostelería, a las granjas de ganado, a los campos de cultivo y a los huertos solares, y los funcionarios que manejen los servicios básicos, por supuesto.
El PSC quiere aislar el resto de Catalunya de su capital, convertir Barcelona en una ciudad global que no sea capital de nada y transformar el resto del país en un territorio subsidiario
Ningún país del mundo tiene una capital en la que vive más de la mitad de la población. Catalunya tiene la suerte de tener una capital dinámica, bien conectada, abierta al mundo, con grandes centros académicos y de investigación, con clases medias bien conectadas con el resto del país, física y emocionalmente. Y Barcelona tiene la suerte de liderar un país de ciudades medias, situadas a distancias razonables, industrial y fabril, con una costa extraordinaria y unas montañas espléndidas, con un intenso tejido cultural y asociativo en cada comarca. Es la simbiosis perfecta, que ya quisieran muchos otros países. Por eso "la Barcelona de los cinco millones" no solo es una idea anticatalana, sino que es un error desde todos los puntos de vista. Es un proyecto poco inteligente, nacido más a la contra de una idea que a favor de algo. Catalunya solo tiene futuro con una capital como Barcelona y Barcelona solo tiene futuro con un país como Catalunya a su lado. Con Catalunya, Barcelona puede ser Copenhague, Ámsterdam o Estocolmo. Y, sin Catalunya, Barcelona solo será Macao o Marsella.
Barcelona solo tiene sentido si es la capital de Catalunya y trabaja no para ahogar y fagocitar al resto del país, sino para liderarlo y ser su locomotora. La “Cataunya-ciutat” de inspiración noucentista que asumió la Mancomunitat de Catalunya no era un país con una gran capital aspiradora y desertizante, sino un país en red con una gran capital al frente. Es un error querer repetir la experiencia de Madrid en Catalunya, con un sistema centralista y centralizado, en el que todo debe pasar por Barcelona y las comunicaciones solo pueden ser radiales. Hay que conectar más y mejor el país, haciendo túneles en el Pirineo y nuevas líneas de tren; hay que reforzar los aeropuertos de Reus y Girona, y los puertos de Tarragona y Palamós. Teniendo modelos cercanos de países en red, como Países Bajos o Suiza, ¿por qué razón copiar el modelo fallido español?