Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas, tal como sostiene el historiador Hipollyte Taine. Y podemos viajar también a poca distancia de casa, porque el viaje es la salida, es desamparo, descubrimiento y movimiento, y por eso no hacen falta muchos kilómetros recorridos. En este proceso, embobarse y embelesarse con detalles son condiciones necesarias para que el descubrimiento tenga efecto. Embobarse y aburrirse suelen ser dos elementos básicos para activar el aprendizaje. Si estás demasiado ocupado no prestas atención a nada y lo puedes perder todo, desde el disfrute de tu entorno hasta la compañía más próxima. Hay que dejar algunos momentos vitales para contemplar distraídamente. Mirar las musarañas te permite aprender.
El arzobispado de Barcelona y Turismo de Barcelona han creado ahora un pase, la Barcino Sacred Card, que permite visitar 8 espacios sagrados de la ciudad
En la ciudad de Barcelona, tan criticada y al mismo tiempo tan deseada, hay elementos que permiten estar distraído y captar muchos estímulos visuales. Pero algunos de ellos están escondidos y forman parte del patrimonio sagrado. Y de hecho, sagrado y secreto están muy cerca. Mientras todo el mundo sabe situar donde está la catedral de Barcelona, pero pocos conocen el antiguo monasterio de Sant Pere de les Puel·les o el monasterio de Sant Pau del Camp, en pleno Raval. Y si lo conocen, no saben como ni cuándo entrar. El arzobispado de Barcelona y Turismo de Barcelona han creado ahora un pase, la Barcino Sacred Card, que permite, en 72 horas, visitar 8 espacios sagrados de la ciudad. Por suerte, la mayoría están en el mismo barrio, aunque el Tibidabo queda más lejos. El oratorio de San Felipe Neri es uno de los espacios que se pueden visitar, situado en una de las mejores plazas de Barcelona y donde, durante la Guerra Civil Española, la fachada fue bombardeada por los aviones fascistas italianos.
Recorrer el patrimonio histórico y espiritual, tiene muchas ventajas. Si eres un turista, es un momento de abrigaño, descanso y a menudo temperatura más agradable que en la calle. El turista selectivo no se marea con datos: filtra como un mejillón y se queda con lo que le interesa. Si eres de la zona, te permite redescubrir espacios y aprender a mirar de otra manera, situarte en otro momento y espacio y captar lo que te parecía que sabías, pero en realidad se te había pasado. Las relecturas son actividades placenteras y a menudo nos dejan perplejos: en un primer momento se nos habían escapado muchos detalles de la realidad, que la repetición permite matizar y observar. Una buena opción para saber donde estamos es coger una guía de nuestra ciudad. A mí, muchos rincones de Barcelona, me los descubrió Andreas, un politólogo chipriota que habla un catalán maravilloso y que conocía unos rincones increíbles gracias a haberse asesorado en guías turísticas. Porque a menudo el otro nos descubre también mejor quiénes somos. Incluso en los rincones más sagrados y más secretos.