Esta semana han pasado cosas relevantes, y al mismo tiempo casi desapercibidas. "Como casi todas las semanas", podríamos decir. Aunque en esta ocasión, hay que mirar despacio porque se están produciendo movimientos de gran calado, aunque no nos los cuenten con la suficiente contundencia en los principales medios de comunicación.
Mientras achicamos agua y observamos con temor los temporales que han asolado Marruecos, Libia o Grecia, me llama la atención la poca importancia que se le está dando al hecho de que la inmensa cantidad de muertes producida por las inundaciones, se podrían haber evitado. Y es que, la falta de instalaciones, infraestructuras y prevención han sido las principales causas de semejantes catástrofes.
En Libia se señaló al gobierno, responsable de haber desatendido el cuidado de las presas y diques de contención que reventaron literalmente y ocasionaron olas de hasta siete metros de altura que arrasaron con todo lo que encontraron a su paso.
En Grecia, el fiscal del Tribunal Supremo ha ordenado abrir una investigación para esclarecer por qué las bombas de desagüe que se instalaron recientemente no funcionaron.
En Marruecos, la ausencia y el silencio de su rey, durante los primeros días, demuestra lo poco que le importa a Mohamed VI su pueblo. Por mucho que después haya aparecido para hacer donaciones millonarias. Bien podría haberse preocupado por la situación de extrema pobreza y las condiciones en las que tienen que sobrevivir la mayoría de sus súbditos antes de que se produjera el terremoto.
Mientras tanto, en España jugamos con alarmas que saltan en nuestros teléfonos móviles. Una medida que puede ser de gran utilidad, si viene acompañada de lo que realmente necesitamos: prevención ante semejantes catástrofes. Y es que, a pesar de que la AEMET avisó varios días antes de que un temporal estaba en camino, prácticamente nadie se puso en marcha para limpiar alcantarillado, preparar medidas de bombeo de agua, protección de zonas sensibles, y en definitiva, preparar a la población ante lo que pudiera pasar. Prevención, a fin de cuentas, para evitar daños e incluso muertes.
Y más allá de estas terribles noticias, se han producido otras que también suponen "terremotos" que tendrán sus consecuencias, posiblemente devastadoras para algunos, mientras la mayoría vive ajena a ellas. Me refiero a ese proceso de investigación política que se ha abierto en el Congreso de los Estados Unidos contra su actual presidente, un Joe Biden absolutamente noqueado, que no sabe dónde está, ni, como dirían los asturianos, lo que celebra.
El desastre de Libia, Marruecos o Grecia puede compararse con el de Ucrania, donde la corrupción, el clientelismo, la dejadez y desidia de los dirigentes a la hora de preocuparse de sus pueblos, ha llevado a su población a la auténtica catástrofe
Es muy posible que los escándalos sobre sus vínculos con los negocios de su hijo Hunter le estallen en las manos. El vínculo de la familia Biden con empresas de Ucrania, Rusia y China, entre otros países, que les ha reportado, presuntamente, millones de beneficios, debe ser expuesto a la luz. Especialmente asuntos como el de Burisma Holding, que vincularía a Hunter Biden con el magnate oligarca ucraniano-chipriota-israelí Igor Kolomoisy.
Este señor, Kolomoisky, se encuentra privado de libertad desde comienzos de septiembre, investigado por varios casos de corrupción. Poco se conoce sobre este oligarca y su papel fundamental en todo lo que se ha vivido en Ucrania desde 2014. Un empresario multimillonario, que también fue gobernador de una región de Ucrania; que financió los proyectos televisivos cuando Zelenskiy era solamente un actor, y que después se encargó de financiar su carrera política, al tiempo que invertía también en batallones paramilitares como el de Azov, entre otros. Un grupo paramilitar nazi, que fue integrado en las fuerzas armadas nacionales. A Kolomoisky no le dejan entrar en EEUU desde 2021, y ahora, por lo que parece, no le dejan salir tampoco de prisión mientras se van descubriendo los hilos tejidos entre él y, supuestamente, la familia Biden, desde aquellos tiempos en que "papa Joe" era vicepresidente de Obama y se dedicaba a dar órdenes para que quitasen del medio al Fiscal General de Ucrania, quien pretendía investigar, precisamente, todo el entramado de corrupción que unía al magnate con los amigos de Delaware.
No es casual que, a medida que se va desinflando la guerra, vayan apareciendo rastros de corrupción a borbotones. Y no es extraño tampoco que, siguiendo el hilo, nos encontremos con un entramado que nos permitiría entender el porqué de esta guerra inventada para que algunos hayan llenado sus alforjas mientras tanto.
Como siempre, el desastre se cierne sobre millones de personas absolutamente inocentes, que viven ajenas a lo que se cuece en esas altas esferas. Y que cuando todo estalla, son las primeras víctimas.
El desastre de Libia, Marruecos o Grecia puede compararse con el de Ucrania, donde la corrupción, el clientelismo, la dejadez y desidia de los dirigentes a la hora de preocuparse de sus pueblos, ha llevado a su población a la auténtica catástrofe. Una evidencia de que las vidas no valen lo mismo: mientras a Hunter le están investigando por pequeñeces, su padre sigue como presidente, Zelenskiy grita "gloria a Ucrania" y Mohamed pasea por París, sus ciudadanos se ahogan, literalmente, entre el lodo que podría haberse evitado, si esos dirigentes hubieran tenido la más mínima decencia y un comportamiento mínimamente honesto.
Con el tiempo y una pala, como se suele decir, el lodo será eliminado. Con el impeachment a Biden posiblemente se desmantele el entramado bestial que nos lleva hasta la guerra en Ucrania. Pero como siempre, será ya tarde. Una vez más. Y los que estamos observando "los toros desde la barrera", miramos aquí cerca y no vemos señales de que aquí se pretenda tomar nota ni evitar males mayores en fechas próximas.