Este fin de semana se conmemora el décimo aniversario del conocido 15M, el movimiento social que llenó las plazas de España para exigir un cambio en la estructura del poder, en la forma de administrar el bien común.
Diez años en los que, tras caer el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que era quien gobernaba en ese momento, al 15M como tal no se le volvió a ver más. Durante todo un gobierno de la derecha más tramposa, esa que ponía en la cúspide a un aparentemente despistado Rajoy, y a una Soraya Sáez de Santamaría impermeable a cualquier atisbo de sensibilidad, ni rastro se vio de movilización asamblearia en las plazas. No solo sucedió en España, también ocurrió en los lugares donde se produjeron, en ese mismo momento, las ocupaciones pacíficas de las plazas. Esa primavera árabe, ese Wall Street ocupado, esos indignados del mundo, que creíamos ser muchos.
Se puede hablar de lo que significó que cientos de miles de personas en todo el mundo decidieran salir a la calle, participar en unas asambleas supuestamente espontáneas, donde iban exponiendo sus ideas (si les dejaban). Se puede pensar que este ejercicio aparentemente democrático marcó un antes y un después en las estructuras del poder. Seguramente si yo escribo eso mucha gente estará de acuerdo.
Si yo hablase de aquellos días de primavera donde nos pasábamos horas sentados (y sentadas) en el suelo, donde agitábamos las manos para simular que aplaudíamos, donde debatíamos sobre cosas que eran interesantísimas y donde jugábamos a pensar que estábamos autoorganizándonos para crear una revolución "desde abajo" pues habrá mucha gente que se emocione leyéndolo. No sería difícil reproducir ese relato tan repetido una y otra vez de lo bonito que fue llenar las plazas y del "Sí se puede". Lo que pasa es que, si yo lo cuento así, estaría mintiéndoles. Porque no es eso lo que yo viví. Qué le vamos a hacer. Y conste que yo quería creerme que era de verdad, que aquella revolución supuestamente espontánea venía de la gente joven, de la gente a la que los partidos de ese momento no le servían.
A mi todo esto me pilló militando en las juventudes socialistas y viviendo en Bruselas. Así que venía ya empapada de la participación política activa, conocía el funcionamiento de las asambleas, y sabía perfectamente cómo debía funcionar mínimamente una organización para que lo que emanase de ella fuera legítimo. O sea, lo más mínimo, para entendernos: si se iba a decidir algo, habría que establecer primero el marco de la decisión como por ejemplo un censo, una mínima estructura donde se pudiera saber cuántos éramos para tomar una decisión, si iba a ser por mayoría. Algo sencillo, en principio, de entender. Porque imagínese usted, querida lectora (y lector) si vamos a tomar una decisión y resulta que para ello se vota, pero no se sabe cuál es el número que representa a la totalidad posible de los votantes, o sea, cuántos somos para tomar la decisión. Pues algo tan básico como eso ya suponía un problema, al menos en la asamblea donde yo solía participar.
Aquello estaba perfectamente organizado y había determinados perfiles que no éramos bienvenidos en las asambleas, que presumían de ser abiertas. Aquellos que iban de "ciudadanos anónimos" ni eran tan libres, ni tan independientes ni tan objetivos
Mi experiencia en aquellas asambleas, es que aquello ni era espontáneo, ni era tan horizontal como se ocuparon de repetir una y otra vez. Aquello estaba perfectamente organizado y había determinados perfiles que no éramos bienvenidos en las asambleas, que presumían de ser abiertas. Toda persona que tuviera algún tipo de vínculo con partidos políticos determinados sería identificada y purgada. No sólo porque esto lo haya vivido yo en primera persona, sino que así fue en todas y cada una de las asambleas donde he tenido la oportunidad de preguntar lo que iba sucediendo. Y era lo mismo. No es que cualquier militante fuera silenciado, apartado, ninguneado; eran militantes concretos: los del PSOE fundamentalmente. Era sencillo entenderlo cuando te dabas cuenta de que había perfiles que controlaban el asunto y, en el caso concreto que yo conocí, eran militantes o muy activos en el entorno de lo que entonces configuraba Izquierda Unida. Anticapitalistas, pero también grupúsculos que tonteaban más bien con posturas ultraliberales. Había una mezcla curiosa. Lo que estaba claro es que, si eras del PSOE, en aquel momento tú no eras bien visto porque te iban a señalar como "parte del problema". Ya está.
Con el tiempo fui comprobando que aquellos que movían las asambleas, cuya actuación era más que evidente, sabían perfectamente como "votar si votamos lo que vamos a votar" y engaños por el estilo. Aquellos que inundaban todo de papeles para enmendar, que no se sabe bien de dónde salían pero que, sorpresivamente, coincidían en diferentes asambleas. Aquellos que iban de "ciudadanos anónimos" en realidad después están ocupando sillas en distintas instituciones y, estudiando un poco sus perfiles, ni eran tan libres, ni tan independientes ni tan objetivos.
Que el 15-M pasase de la noche a la mañana a convertirse por arte de magia en "podemos" o que eso nos quisieran hacer creer a la mayoría de las gentes de buena fe, fue otro gol. Nadie salió en las plazas a decir nada parecido al: "oiga, que en las calles nos sentábamos mucha gente y en principio cada uno era libre, sin vincularse a las siglas de ningún tipo. No queríamos líderes concretos, No queríamos estructuras de partidos". No. El 15-M desapareció sin más. Curioso cuando era un movimiento tan "de abajo".
Por cierto, yo me he preguntado muchas veces y le pregunto ahora a usted: ¿ha tratado usted de organizar algún tipo de acción en su entorno? ¿Sabe usted lo que cuesta conseguir movilizar a un puñado de personas para defender una causa justa, saliendo a la calle y destinando su tiempo y energía? Si lo ha intentado sabe lo difícil que es, y sabe de sobra que sin visibilidad, sin una buena organización, una buena red, y sobre todo, dinero, eso no funciona. No al menos en el sistema en el que vivimos. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que llama la atención cómo nos podemos creer que un movimiento explota de manera espontánea de la misma manera y a la vez en diferentes lugares del planeta, y cómo nos gusta creer que, con un mensaje de móvil, un "pásalo", todo está hecho. Somos inocentes y bien pensados, y claro, así es como funciona esto: unos lo organizan, con todo el tinglado y otros vamos a llenar la plaza como participantes convencidos de una historia que, en realidad, desconocemos.
Se me ocurrió decir, en un momento dado, que yo pensaba que detrás del 15-M me daba a mí la impresión de que estaba la derecha. La tormenta que me cayó encima fue descomunal. Pero sin embargo, tuve la posibilidad, tiempo después, de constatar esto que había dicho, pues una responsable del Gobierno de aquel momento se puso en contacto conmigo, con información de primera mano, para confirmarme que sí, que había pruebas de que aquello de las plazas no era lo que "parecía". Evidentemente decir esto era muy gordo, porque suponía decirles a miles de personas que no eran de derechas que habían sido engañados y utilizados.
Llama la atención cómo nos podemos creer que un movimiento explota de manera espontánea de la misma manera y a la vez en diferentes lugares del planeta, y cómo nos gusta creer que, con un mensaje de móvil, un "pásalo", todo está hecho. Los movimientos espontáneos en una sociedad tan individualizada como esta no existen, por desgracia.
Decir estas cosas no es sencillo, no es agradable y además supone tener que explicar muchos detalles que son difícilmente explicables. ¿Quién se encargaba de financiar todo lo que requería inversión para funcionar? Redes de wifi, cartelería, soporte de sonido... tanta transparencia exigida al sistema que después, se ventilaba fácilmente con el concepto "donaciones anónimas de personas comprometidas con la causa". Pues vale.
Los que observaron muchísimas cosas que no encajaban, que no eran coherentes y que mosqueaban, porque precisamente venían a cargarse lo que se suponía que debía ser, eran (fuimos) silenciados, señalados, forzando que mucha gente dejase de ir a las asambleas porque aquello no les resultaba verdaderamente coherente.
Llevo diez años diciendo lo mismo. Ahora me parece que habrá más gente de la que había entonces que se dé cuenta de lo que ha pasado aquí, solamente basta con mirar la realidad.
Las plazas no se llenan porque de pronto todos decidamos salir a llenarlas. Los movimientos espontáneos en una sociedad tan individualizada como esta no existen, por desgracia. Y si me está leyendo alguien que haya vivido en primera persona la lucha por una causa, sabe lo difícil que supone organizarse, mantener la iniciativa, la participación de un colectivo. Sin un soporte real es imposible.
Dicha mi opinión, es importante detenerse a leer algo interesante. Sucedió en 2010, un poquito antes del 15M. Al leer esta noticia, puede que alguien vea un recorrido: https://www.everis.com/global/es/news/newsroom/un-centenar-de-empresarios-y-expertos-presentan-la-iniciativa-transforma-espana
La noticia comienza señalando que: "La iniciativa Transforma España lanzada por la Fundación Everis y respaldada por cien personalidades, entre líderes empresariales del país, expertos temáticos y emprendedores, fue entregada a S.M. El Rey en audiencia privada en el Palacio de la Zarzuela." A continuación, señala: "En palabras del coordinador del proyecto por parte de la Fundación Everis, Marc Alba: “El modelo vigente de España está agotado. Requiere un cambio sistémico de gran urgencia. Todos somos parte del problema y de la solución, por eso el papel del ciudadano es vital en esta transformación”.
Hablamos, repito, de que esta noticia salió en noviembre de 2010. Seis meses antes del "espontáneo 15M". Y puede que le sirva para entender todo lo que ha pasado estos diez años la lectura del documento que le facilito aquí: https://ftransformaespana.es/wp-content/uploads/2017/03/Informe_te.pdf
Le recomiendo que lo lea despacio, comenzando por las firmas que lo respaldan, para hacernos una idea del contexto. El texto es imprescindible para sacar conclusiones, para pensar si no habría una cierta conexión entre todos estos empresarios y el rey, el primero en recibir el informe, con un cierto tinglado organizado a nivel internacional que buscase aquello del "todo para el pueblo, pero sin el pueblo".
Hay coincidencias curiosas en el documento, como la recomendación del lema "juntos podemos", ¿les suena? Dice literalmente en la página 10: "Construir un futuro entre todos: Este momento de oportunidad único para España exige un consenso y corresponsabilidad fuertes entre el máximo de fuerzas políticas del país y la Sociedad Civil. Lograr este consenso debe dejar de equivaler a buscar el mínimo común denominador de las posturas de todos. Bajo el lema juntos podemos, los oportunismos individuales deben dar paso al interés ciudadano y al bien colectivo."
La disidencia controlada es la mejor manera de hacerla parte del sistema
Cuando viví en primera persona las asambleas, pude comprobar que aquello no era lo que se empeñaban en vendernos en los medios de comunicación (principales altavoces del movimiento). Aquello estaba organizado, y muy bien, por cierto. Aquello sirvió para identificar a los que querían participar, los que querían liderar un proyecto que, en realidad, iba a ser tutelado por los que, entre otros, firman este documento. Porque la disidencia controlada es la mejor manera de hacerla parte del sistema.
Pasados diez años es evidente que así ha sido. Saque usted sus propias conclusiones y dígame qué han hecho esos medios, esas empresas, esos poderes con lo que supuestamente emanó del 15M (personificarlo en Pablo Iglesias, al que encumbraron para después destrozar).
Todo esto ha sido, en mi opinión, una manera de controlar a la población que iba a ser víctima de recortes económicos por aquello que nos vendieron como una "crisis" pero que en definitiva supone el desmantelamiento del estado de bienestar. Nos colaron el entretenimiento de hacernos pensar que participábamos. Nos dieron una parcelita de atención, personificaron todo el movimiento en unas siglas, en unas personas determinadas, canalizando en ellas supuestamente toda la indignación (miren qué ha pasado con el movimiento cinco estrellas en Italia, sin ir más lejos, o con Txipras en Grecia). Todo fue humo, fuegos de artificio, bajo el lema del "Yes, we can" o "Sí se puede", para controlar a los descontentos, darnos unas pequeñas migajas y mantener en definitiva el poder donde siempre. A la vista está.
Una vez que se lea el documento, que entienda el proceso que llevó, siendo entregado al rey y vaya analizando cronológicamente cómo se han ido sucediendo los hechos, cabría pensar si el 15-M se hizo con permiso del rey y del IBEX 35, o incluso algo más.
Porque nada es lo que parece.