Desde hace un año algunos hemos podido asomarnos a conocer una realidad que imaginábamos, sospechábamos, intuíamos, pero que aún no habíamos masticado.
Caído el telón, para algunos, ha aparecido un pueblo. Vecinos que llevan cruzándose toda la vida y no han pasado del “buenos días”, como mucho, hoy está experimentando un proceso de socialización sin precedentes.
Romper el individualismo. El egoísmo absurdo de una sociedad envenenada de miedo, de desconfianza y engañada a partes iguales. Defender lo que se cree justo de manera democrática. Y encontrarse con los bordes de la infinita (y falsa) posibilidad en la que cabe debatir de todo.
Hace un año desde que hemos vivido la manipulación sin precedentes (o no) de los medios de comunicación, que han abusado tanto de sus prerrogativas como para destrozar el más mínimo criterio de veracidad. Ahora ya nadie cree en nada ni aunque suceda frente a sus ojos. Lo han llamado “posverdad” porque llamarlo “mierda” quedaba feo.
Ahora ya nadie cree en nada ni aunque suceda frente a sus ojos; lo han llamado 'posverdad' porque llamarlo 'mierda' quedaba feo
Hace doce meses que hemos podido entender mejor el absoluto caciquismo y compadreo de todo lo que huele a poder. Mientras unos han entrado en prisión sin haber roto un plato, otros ha robado platos, se los han esnifado, se los han follado (con perdón), se han puesto hasta las orejas mientras otros no tenían nada... y nadie puede pedirles cuentas. Porque si lo hace, todos los platos caerán contra el que denuncia.
365 días de disgusto en disgusto. Al ver que aquí no queda ni un palmo limpio. A borbotones sale esta masa podrida que produce tal desolación que una ya no sabe si ponerse a limpiar o marcharse a la luna.
En esta vida hay quien prefiere saber la verdad y tratar de actuar en consecuencia. Otros, sin embargo, prefieren no conocer lo que ocurre para poder vivir más “tranquilos”. Y como dicen Antílopez: “Españita clase media, y vivo entrecomillao. Y me aseguro mi bollo y mojo del que está al lao”.
En resumen, por si alguien acaba de llegar: hace un año tres millones de personas salieron a expresar su opinión a través de urnas y papeletas. Previamente el gobierno de Catalunya, encabezado por Puigdemont, había intentado llevar a cabo el referéndum de manera pactada con España. No hubo manera. Y como quiera que sea que a Puigdemont le eligieron en unas elecciones para poner las urnas en Catalunya y dejar que el pueblo se expresase, pues lo hizo.
Era evidente que enviar a miles de policías a liarse a hostias con todo lo que se pusiera por delante no era la opción más ponderada, ni justa ni estratégicamente inteligente
Rajoy podría haber pasado olímpicamente del 1 de octubre. Total, no era la primera vez que se votaba. Tampoco sería la última si no le daba especial importancia... esto lo sabía cualquiera. Como era evidente que enviar a miles de policías a liarse a hostias con todo lo que se pusiera por delante no era la opción más ponderada, ni justa ni estratégicamente inteligente. ¿O sí? Lo sería si realmente aquí hubiese un plan en el que fuera importante que alguien comenzara a querer tumbar la estaca.
Y desde entonces han metido en la cárcel a todo el que han pillado. Y si no lo han hecho, han intentado que haya miedo entre cualquiera. Porque ya no puedes expresarte. No sé si alguna vez en realidad pudimos.
Pero esta vez es diferente. Esta revolución comenzó para llevarse a cabo. No sé si en España desconocen que los catalanes no sólo hacen cosas, sino que la gracia está en cómo las hacen y... lo más importante: que suelen terminarlas. Y esa forma “catalana” de entender la responsabilidad conlleva que seamos cada día más los que entendamos que esta es la revolución necesaria en la que las semillas de rebeldía han de convertirse, como dice la canción, en libertad.
Fuerza. Ánimo. Y gracias.
Mirada larga. Paso firme. Mente fría.
Democracia y paz por bandera.
Feliz 1 de octubre.