Me llama la atención, desde el principio de este sainete del dichoso Máster de Cifuentes que se hable precisamente del asunto así: como “el Máster de Cifuentes”.
Se enfoca la noticia, en todo momento, como si lo escandaloso fuera que la presidenta de la Comunidad de Madrid ha obtenido un título de manera irregular, cosa que, sin duda es terrible. Sin embargo, en mi opinión se ha hablado menos de lo que se debería y se ha puesto el foco muchísimo menos de lo que se debería haber hecho sobre la Universidad Rey Juan Carlos y sobre el responsable que estaba al frente de la entidad en aquel momento. Los que han venido detrás también merecen algún que otro apunte.
Si analizamos un poco el supuesto entramado que se ha generado en esta universidad pública, lo que me sorprende especialmente es que todo salte por los aires justamente ahora, y precisamente para destrozar a una persona concreta. No me entienda mal, querido lector. No pretendo con esto quitarle un gramo de importancia a lo que haya podido hacer la Señora Cifuentes. En absoluto.
Lo que quisiera decir es que a mi, personalmente, me gustaría que esta cuestión se depurase debidamente, con todo tipo de pruebas, con luz y taquígrafos. Porque mucho me temo que no salpica solamente a la presidenta de Madrid, sino más bien, podríamos estar ante un asunto realmente interesante que podría poner en jaque a más de un partido político.
De momento, hoy ya hemos sabido que miembros de partidos políticos como Vox o las Juventudes Socialistas podían tener descuentos muy interesantes (de hasta el 50%) al cursar estudios en la UJCR. Algo muy llamativo, teniendo en cuenta que este tipo de oportunidades no se le brindaba a un estudiante no afiliado a ninguna organización política. Y hablamos, recuérdelo en todo momento, de una Universidad Pública.
Además, también ha salido hoy a la luz que más de doscientos policías obtuvieron un grado en Criminología en la URJC para poder acceder en un año a puestos de mando. Y que, según denuncian desde el Sindicato Alternativa Policial (SAP), puede tratarse de una manera fraudulenta de obtener una titulación que tenía el único objetivo de alcanzar ascensos en la cadena de mando policial. El asunto ya está en manos de la Fiscalía. Pero lo que desde luego ha sucedido ya ha sido el cambio del formato de estos cursos, que en su momento eran excesivamente cortos y debieron ampliarse al doble de tiempo. Pero los títulos que se dieron y los ascensos que se obtuvieron ya están dados.
Tras el escándalo que señalaba a Cifuentes, apareció Pablo Casado en escena. Señalado de refilón, porque parece ser que él también cursó un Máster en la misma Universidad. Sin embargo, a pesar de que saltaron todas las alarmas en un primer momento, Casado acudió raudo y veloz a mostrar todos los papeles que guardaba como prueba de sus estudios, dejando así (o tratando de dejar así) en evidencia a Cifuentes. Casi no se le notó.
Pero con lo que quizás no contaba Pablo Casado es que APEDANICA (Asociación para la Prevención y Estudio de Delitos, Abusos y Negligencias en Informática y Comunicaciones Avanzadas) hiciera pública esta información. Justamente ayer ya se hacían eco algunos diarios sobre lo que APEDANICA ponía de manifiesto: la titulación de HARVARD. Pronto empezarán a conocerse más detalles al respecto: más nombres, y probablemente, escándalos.
¿Qué quiere decir todo esto? Entre otras cosas, de demostrarse cierta la información que está publicándose estos días, todo apunta a que algunas personas han obtenido titulaciones oficiales sin haber cumplido con los requisitos, y esto supone también que ha habido personal que ha falsificado las notas, las firmas, los títulos. Un entramado de corrupción que además resulta especialmente lamentable, puesto que ha habido miles de familias que han sufrido verdaderas dificultades para poder darle a sus hijos titulación que a su vez les sirviera para encontrar un trabajo que en la mayoría de los casos nunca llegó. Demasiado perverso para ser cierto. Demasiado cruel que quienes han modificado las leyes para hacer más difícil el acceso a la universidad pública se hayan dedicado a beneficiarse por la cara de las titulaciones que otros han tenido que pagar a precio de oro (y terrible, además, los que han quedado por el camino porque no han podido pagarse unos estudios a semejantes precios). Todo una burbuja, otra más, en la que vamos a ver desfilar a lo más florido y granado de esta España que ya tanto nos duele. ¿No hay nada de verdad, honesto y limpio? ¿Han corrompido absolutamente todo, hasta la Universidad Pública? Esto es un drama.
De todos modos, como le decía al principio de este artículo, habría que poner negro sobre blanco de quiénes deberíamos hablar, más allá de Cifuentes y compañía.
Pedro González Trevijano era el Rector de la Universidad Rey Juan Carlos cuando se supone que Cifuentes hizo el máster (lo fue durante 11 años). En estos momentos el Señor Trevijano es Magistrado del Tribunal Constitucional (nombrado en 2013 por el PP). En el 2012 terminó su mandato (el tercero consecutivo) y su última candidatura fue impugnada, con sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid mediante. Y es que el límite legal permitido son dos mandatos, tal y como confirmó la sentencia. Fue otro candidato quien le denunció, David Ríos. Y según este, para evitar que la demanda fuera presentada, González Trevijano intentó sobornarle.
Pero no vaya usted a pensar que los escándalos terminaron aquí. No. En 2013 llegó el nuevo Rector: Fernando Suárez Bilbao. ¿Por qué se hizo conocido este Ilustre Señor recientemente? Pues por ser investigado por la justicia por un posible delito contra la propiedad intelectual. Dicho de otra manera: 30 profesores de la URJC le acusaron de haber plagiado hasta en 11 publicaciones diferentes. El tema tiene su aquél, puesto que Suárez aprobó un sistema anti-plagios para que los alumnos no pudieran copiar textos de terceras personas; lo curioso es que esta medida le estallara a él en sus manos. Según denunciaron medios de comunicación en aquél momento, Suárez había reproducido sin citar párrafos, incluso páginas completas, de un texto de Miguel Ángel Aparicio, ex decano de la Universidad de Barcelona, así como otros tantos plagios más que fueron apareciendo. Entre otros, textos que Suárez incorporó textos de otras personas en las propias pruebas de habilitación para obtener su propia cátedra, según publicaron distintos medios. Por su parte, el que fuera rector siempre ha tratado de explicar que todo se ha debido a un “error humano”.
Después de Suárez llegó Javier Ramos. Su nombre es conocido en prensa por haber insultado al Catedrático Antonio Alonso públicamente. Y no sólo por ser públicas estas discusiones tienen interés, sino porque vienen de lejos: precisamente de cuando Alonso le grabó a Ramos una conversación en 2010 en la que, presuntamente, ofrecía prebendas a una tercera persona a cambio de que retirara una denuncia contra el rector Pedro González Trevijano. Incluso, Alonso llegó a presentar una denuncia por soborno. Lo interesante, además de esta discusión, es lo que señala la información publicada por el diario.es sobre los problemas que tenían entre manos: la vía de contratación elegida por el procedimiento de urgencia, sin convocatorias públicas, de profesorado externo, hecho que ha sido denunciado en múltiples ocasiones por distintos docentes que han visto reducida su jornada mientras se destinaban ocho millones de euros para este tipo de cuestiones, que consideran demasiado opacas para una institución pública.
Con todo esto que aquí le cuento se pueden sacar algunas conclusiones. Y sin duda, aunque Cifuentes suponga un escándalo, me parece que no es solamente lo único de lo que debería hablarse ni la única dimisión ni depuración de responsabilidades que habría de ponerse sobre la mesa.