Recién investido el president Aragonès, me acordaba de aquel momento de la fumata blanca del Vaticano para indicar que ya se habían puesto de acuerdo. "Habemus president", me dije. Y me dió por canturrear, de manera casi inconsciente aquello del "gaudeamus igitur"... "Vivat et res publica, est qui illam regit". Un canto conocido para quienes participábamos de los coros universitarios.
El himno universitario por antonomasia, conocido como Gaudeamus igitur (Alegrémonos, pues), en realidad se llamaba, según dicen, De brevitate vitae (sobre la brevedad de la vida). En su letra se habla de la necesaria alegría y gratitud a la vida, al conocimiento, al Estado, a sus gobernantes, a la Universidad, a los mecenas. Y hace hincapié en que la vida pasa rápido, por lo que hay que estar bien despiertos para beberla saboreándola.
"Pereat tristitia, pereant osores" (muerte a la tristeza, muerte a los que odian), un alegato que vuelve a señalar, al final del texto, lo importante de apartarse de quienes siembran controversia y generan división.
Ya en su día, cuando estudié por primera vez la canción, recuerdo sorprenderme con la letra. Me encantó. Me pareció un texto magnífico que ponía en valor lo verdaderamente importante: el júbilo de la vida, del conocimiento, la alegría, la fraternidad, lo común. Y de tanto cantarlo, algunas de sus partes se me quedaron grabadas. A diferentes voces. Me vinieron de golpe al ver la investidura, al analizar el momento, al estudiar el acuerdo firmado el 17 de mayo, al leer la carta de Puigdemont a la militancia de JxCat.
El nuevo Govern es un conjunto de voces que han de sumarse para crear armonía, y surge en un momento en el que las distintas partes se han distanciado cada vez más, olvidándose del director, de la partitura, queriendo interpretar las cosas cada uno a su manera y tratando de imponer su voz como la más importante
Todo este momento tiene mucho de eso que recoge el Gaudeamus, porque, por un lado, la alegría del independentismo ante los hechos objetivos: un 52% de apoyo en las urnas, una mayoría sin precedentes. Como la que ha tenido Pere Aragonès en su tercera sesión de investidura. Y sin embargo, la evidencia de la división, de la distancia, de los rencores entre los socios del gobierno.
Recuerdo al director de mi coro de la universidad que nos explicaba la letra para poder interpretar la canción de manera adecuada: dónde había que cantar alegres, dónde había que darle "gravedad", dónde había que suavizar y dónde teníamos que "atacar" con contundencia. Qué importante que es el director en un coro, dicho sea. Porque de su labor depende que todas las voces suenen como un todo, que nadie desafine, que se mantenga el ritmo.
Hace unos días retomé mi actividad coral. Es de las cosas que más te llenan de energía: cantar con otros y sentir que lo que consigue el grupo es maravilloso. Cada uno ha de hacer, al detalle, lo que le corresponde, sin salirse del guión: los que llevan "la voz cantante" son acompañados por el resto, siguiendo las pautas marcadas en la partitura y las directrices de la directora o director.
Para que la pieza resulte bien, es imprescindible trabajarla, que cada voz se encuentre cómoda conforme a su tesitura, que haya disciplina y, sobre todo, que quien dirige sepa hacerlo. Mi directora sabe perfectamente la importancia del buen clima dentro del coro, la energía que ha de fluir para poder cantar, y su labor de cohesión.
Quien dirige debe tener un absoluto dominio de la obra: todas sus voces, todos sus matices. Y ha de anunciar a todos la tarea que deberán realizar, con antelación. ¿Qué significa esto de la antelación? En música se llama "la anacrusa del director".
El independentismo necesita ser afinado, hace falta la figura imprescindible de un director de orquesta, más allá del Govern, que unifique todas las voces, que sepa bien la partitura y cómo se ha de ejecutar
Cuando vemos a los directores de orquesta mover sus brazos, están haciéndolo una unidad de tiempo antes de lo que se ha de ejecutar. Van un pelín por delante y van así todo el rato. Como explica la gran directora Elisa Gómez, "el maestro se manifiesta como un experto comunicador a través de su cuerpo de la versión musical que tiene en mente, a la vez que representa el papel de intermediario entre orquesta y público, ayudando a los oyentes con sus movimientos al entendimiento de la música que está sonando".
El nuevo Govern es un conjunto de voces que han de sumarse para crear armonía. Y surge en un momento en el que las distintas partes, los diferentes integrantes, se han distanciado cada vez más, olvidándose del director, de la partitura, queriendo interpretar las cosas ad libitum, o sea, cada uno a su manera y tratando de imponer su voz como la más importante. Y así no hay manera de que se pueda cantar algo que suene decentemente. Es más, se puede pasar de la experiencia tan agradable que supone lo armonioso, a sentir el malestar que genera el desafine, que es lo que se ha venido escuchando en los últimos tiempos.
El independentismo necesita ser afinado, hace falta la figura imprescindible de un director de orquesta, más allá del Govern, que unifique todas las voces, que sepa bien la partitura y cómo se ha de ejecutar, que cuente con el respeto y el reconocimiento de todos los integrantes del coro y que pueda ir tejiendo la red que debe mantener unida a una sociedad cada vez más fragmentada.
Que sepa anticiparse a los acontecimientos y vaya marcando la necesaria anacrusa.