La política es otro mundo. Hasta que no militas en un partido, no conoces realmente el universo que se conforma ahí dentro. Para quien llega a un partido pensando que tiene ganas de participar, de aprender, de sumar en un proyecto, con un sentido pardillo de ser útil, el bofetón puede que tarde más o menos en llegar. Pero llega. Hay un momento en el que algo sucede ―pueden ser unas primarias internas, una guerra de grupitos, unas elecciones venideras― y de pronto observas que hay algo que se te escapa. Cuando empiezas a comprender que sí, que has visto una traición, una trampa, se produce ese revoltijo de sensaciones ―incomodidad, rabia, engaño― y tratas de asimilarlo

Dependerá siempre del tiempo que le dediques a tu militancia, de la entrega que ejerzas, de lo identificado que te sientas con el grupo en el que te has integrado. Pero más tarde o más temprano, aparece la primera batalla. Y es cuando la gente o bien se marcha, o bien se queda y se posiciona. A partir de aquí, ya vienen las “carreras políticas”, y cada cual va asumiendo su papel, a veces de forma intencionada, a veces sin darse cuenta. 

Cuanto más claro seas en tu postura, más riesgos asumes. Esto es en el mundo de la política como en el mundo del común de los mortales. “El clavo que sobresale se lleva el martillazo”, me decían a mí en el cole. Y se crearán los grupos “del aparato” (los que son fuertes porque son cargos) y el grupo “de los críticos” (suelen estar cabreados continuamente y en raras ocasiones ganan las batallas, aunque el tiempo suele darles la razón). 

Están esas batallas que son de cuestión ideológica, ética o, sencillamente, de poder enmascarado en otra cosa. Enemistades viscerales y lealtades insoslayables que pueden generar verdaderas batallas campales. 

Y aparecen las trampas, las traiciones, las putadas. Las auténticas y verdaderas putadas. Que en la vida real también se dan, en otros ámbitos profesionales seguro. Pero putadas como las que hay en los partidos políticos y en los órganos de poder gestionados por ellos no tienen parangón. Se cometen auténticas aberraciones. 

El escaparate de las miserias humanas donde se olvidan las ilusiones, las lealtades, las justicias y los ideales

Gente capaz de hacer cualquier cosa por salirse con la suya. Gente no siempre inteligente, pero sí muy lista, que hará todo lo que esté en su mano para alcanzar su objetivo. Gente que "si traga hoy, recibirá mañana". Esa gente. Algunos tan dispuestos a hacer el ridículo que hemos presenciado esta semana en el Congreso de los Diputados, o en aquel "tamayazo". O lo vivido ese 1 de octubre del 16 en Ferraz. O Suresnes. 

El escaparate de las miserias humanas donde se olvidan las ilusiones, las lealtades, las justicias y los ideales. En ciertos lugares ya solamente reaccionan al olor de la sangre. De la del enemigo, claro. Todo lo demás comienza a quedarles ya muy lejos. Los programas electorales, infinitamente lejos. 

Todos estos recuerdos me han asaltado cuando he visto a Illa pedirle a ERC, Junts y la CUP explicaciones por lo sucedido con "el caso Juvillà". Porque la agencia EFE ya lo llama “caso Juvillà”. No se crean que lo van a llamar “el caso de la Junta Electoral” o el caso de “la soberanía parlamentaria”. No. Es “el caso Juvillà” porque quieren dar a entender que el punto central de todo este meollo es el diputado de las CUP que, por no quitar los lazos de un balcón, incurrió en un delito de desobediencia, y que por desobediente se queda sin escaño, que se lo tiene que quitar Borràs y no quiere, aplaudida por los de ERC

Illa, del PSC, se ha puesto nervioso al encontrarse publicado en el Boletín Oficial la baja como diputado de Juvillà. ¡Esta no se la esperaban! 

Tengo la sensación de que Illa ya tenía una agenda en su cabeza. La que se activaba precisamente esta semana con la tan ansiada desobediencia de Laura Borràs. Porque aquí es donde está la madre del cordero, por mucho que lo llamen “caso Juvillà”. La situación había devenido mucho más interesante desde que la presidenta del Parlament había gritado a los cuatro vientos que ella pondría su cuerpo (metafóricamente) para proteger la ola represiva lanzada contra la soberanía parlamentaria. 

Y Laura lo decía y ERC le aplaudía, la CUP parecía darlo por hecho. Todos sabían que, de hacerlo, Laura se inmolaría y habría una vacante en la presidencia del Parlament. Nada más y nada menos. 

En un mundo que se moviera por la lógica y la coherencia, si era tan cierto que el bloque independentista lo tenía tan claro, ¿por qué no firmaron una estrategia, haciéndola pública, demostrando su intención de dar la batalla ante una injerencia más en su Parlamento? Sería lo esperable a tenor de que comenzarían a caer cargos públicos debido al "efecto Juvillá”. Si se querían hacer las cosas bien, claro. Porque si no, sin acordar nada, lo que era bien cierto es que aquí caía Juvillà y caía Borràs. Y para de contar. 

Si era tan cierto que el bloque independentista lo tenía tan claro, ¿por qué no firmaron una estrategia demostrando su intención de dar la batalla ante una injerencia más en su Parlamento?

Con la vacante libre de la presidencia, a nadie le extrañaría un giro de guión y que terminase pasando a estar en manos de cualquiera. Y tengo la impresión de que algunos ya contaban con ello. Y ése ha sido el pálpito que he tenido al ver a Illa. Nervioso, exigiendo explicaciones cuando la realidad es que se ha cumplido con la orden de la Junta Electoral y Juvillà no sigue en su escaño. Todo en su sitio. ¿Qué explicaciones quiere este señor si según su criterio todo debería estar en orden?

Tiene sentido, no obstante, que desde el ámbito independentista los votantes quieran explicaciones. Ahí sí que lo entiendo. 

Y tocan explicaciones de Laura Borràs, en primer lugar, para aclarar por qué estaba tan dispuesta hace unos días y de pronto ha frenado en seco. Y es imprescindible que hable muy claro y no pretenda salvar a nadie. Una persona que ha estado dispuesta a enfrentarse a la vía penal, debe también tener la valentía de ponerlo todo negro sobre blanco. 

Y después deberían dar explicaciones desde ERC: ¿por qué no han aclarado en qué consistía su apoyo y respaldo a la presidenta si se inmolaba? En qué había quedado concretado ese brindis al sol. Y en caso de no haberse concretado en nada, que le expliquen también a sus votantes por qué no lo habían hecho. Que expliquen. 

Y las CUP que aclaren también por qué montar semejante pollastre para acatar después la confirmación de la condena en el Supremo. Por qué la línea la marcan ellos, cuando, en definitiva, se estaría tomando toda esta decisión que tumbaría la estabilidad de un parlamento y de un gobierno por dar la cara por uno de sus diputados, que, dicho sea de paso, en términos de representación parlamentaria, serían los que menos apoyos han obtenido de la ciudadanía, algo que bien podrían entender como un toque de atención a sus continuas puñaladas al independentismo. No habría que olvidarlo, pues al final también hay que recordar que están ahí representando a quienes les han votado y no todos se juegan lo mismo.

Y a los hechos me remito, porque a cualquier observador con un poco de capacidad crítica le resultará evidente que la CUP siempre ha estado ahí cuando se le ha necesitado para complicarlo todo un poco más. 

En fin, lo de hablar con claridad es algo que he practicado siempre. Por eso me di cuenta de que mi lugar no era la política si quería seguir manteniendo algo de ganas e ideales para seguir peleando.