El séptimo día, Dios había acabado su obra. El día séptimo, pues, descansó de toda la obra que había hecho, pero tuvo tiempo de enviar a Jaume Alonso-Cuevillas y Pilar Rahola a Bellcaire d'Empordà con el fin de explicar la hoja de ruta que permitiría desplegar la República. Dios es sabio, ni hay que decirlo, y transportó a nuestro Advocat en Cap y nuestra más carísima escritora al Empordà, el lugar mágico donde se acaban decidiendo las cosas realmente trascendentes de esta tribu nuestra. Vamos por partes: los catalanes somos gente de orden y de fina astucia, y las Repúblicas y las hojas-de-ruta las declaramos y las explicamos en conferencias (eso de proclamar países recién nacidos en Parlamentos o desde un balcón, caca pedo, es cosa de panchitos y de surcoreanos). Pues bien, primer paso: conferencia inaugural del curso por parte del president Torra (4 de septiembre, anótenlo en las agendas). De momento, no puede avanzarse el contenido —no querréis que demos pistas al enemigo, malos estrategas!— pero lo que sí que está claro, os lo juro, es que la charla del president acabará con la República declarada. Eso ya lo tenemos. Basta pues que, en el escaso tiempo que tendrá de vacaciones, el 131 rellene la idea rectora con algún versito de Tomàs Garcés y una cita brillante de Just Cabot. ¡Si necesitas ayuda, president, solo tienes que silbar!
Este es, queridos lectores, el preludio de la República, ya que no hay duda de que el mundo entero se sublevará contra tanta injusticia; a su vez, y muy pronto, España se colapsará en su propia suciedad moral
Continuamos. Next step, 11 de septiembre. Dice Alonso-Cuevillas que tenemos que reventar la Diagonal. ¡Pues vamos, señora, que por una gincana más ahora no haremos el vago! Sobre todo, paciencia, agua fresca y vaya usted donde le toca, que si no la foto nos quedará descompensada. ¿Y después? Pues, como aquel que diría, llegan los meses de las conmemoraciones: 20-S, 1-O... etcétera. El abogado del 130 dijo que alguna cosa pasará cuando la ciudadanía vuelva a los colegios y reviste "el lugar del crimen". No dijo el qué, amigos míos, porque eso de declarar la República, ¡qué demonios os habéis pensado!, siempre guarda una onza de misterio. Continuemos, que la agenda sacará fuego, con los aniversarios de los encarcelamientos, de las sentencias y —de postre— la celebración del juicio contra los encerrados. Este es, queridos lectores, el preludio de la República, ya que no hay duda de que el mundo entero se sublevará contra tanta injusticia; a su vez, y muy pronto, España se colapsará en su propia suciedad moral. Primero, Llarena será reprobado en las más altas instancias de Estrasburgo, ciudad donde dicen que los jueces son limpios y buenos, cultos, ricos, libres, desvelados y felices. Este ridículo internacional, no lo dudéis, provocará un efecto de constricción en todos los aparatos represores del Estado, incluida la monarquía.
No hay estado, por fuerte y sucio que sea, que pueda aguantar tanto descrédito. Después de la recusación de Llarena, que implicará el hazmerreír de todo el sistema judicial español, Pedro Sánchez se hará el sordo con las sentencias condenatorias de los presos políticos y, gracias a la pericia mediadora de Joan Tardà, no tendrá más remedio que impulsar el indulto. Los presos podrán volver a casa, finalmente, y Europa aprobará una amnistía para los exiliados. Después del retorno de Puigdemont y los consellers en el exilio, y de la triunfal liberación de nuestros cautivos, el president Torra convocará unas elecciones autonómicas (posiblemente coincidiendo con las municipales y europeas) en que el soberanismo, bajo la misma bandera, entintará de mayorías absolutas todo el territorio. Una vez sufragada la República, de nuevo y por enésima, gracias a la rúbrica de todos los votantes independentistas, Pedro Sánchez no tendrá más remedio que aceptar la libre voluntad de los catalanes. A pesar de la presión de la derecha española y de los postfranquistas de Ciudadanos, accederá a la celebración de un referéndum acordado bajo el amparo de Angela Merkel. Esta votación, no hace falta ni decirlo, será sobradamente ganada por un soberanismo reforzado en las urnas, y que contará con la complicidad de potencias como los EE.UU., Rusia e Israel.
Todo eso, ya lo sabéis, solo se producirá si os mantenéis tozudamente alzados y si tu l’estires fort perquí i jo l’estiro fort perllà. Nuestro único enemigo es el desánimo, los brazos caídos y el espíritu tiquismiquis de alguno de nuestros articulistas, de esta gente que se gana la vida poniendo palos en las ruedas y mirándoselo todo desde el sofá, pontificando. Pero no os preocupéis, a pesar de ellos, muy pronto nos abrazaremos a la República de todos y de todas. ¡Lo tenemos a tocar, compatriotas!