Hoy es festivo, te has levantado tarde y, con el puñetazo del primer café en la boca, todavía debes estar pensando si ir a la manifa de la Diada o quedarte sesteando en casa. Probablemente, por muy procesista que seas, estás un poco fatigado de los chantajes de la peña motivada que, esta semana y también cuando falte poco para llegar a las cuatro, te ha dicho y te repetirá que va, que si no vas los medios de Madriz salivarán con tu ausentismo (¡como si, en caso contrario, admitieran el éxito de público del invento!), o también te recomendarán que acudas a la enésima performance del independentismo aunque sea para reclamar la unidad estratégica de los partidos, una concordancia ficticia de cara a la independencia pero que, como vas entendiendo a día que pasa, es total en la intención de adaptarse al autonomismo y copar el poder de una Generalitat cada día más intervenida.
Quizás estás hasta el moño de camisetas y recuerdas con nostalgia cuando te hizo gracia lo de darse la mano con desconocidos y esperabas con ilusión el 1-O enarbolando un garbanzo dorado. Pero hoy, a estas alturas de la peli, piensas que esto de ponerte un casco amarillo y salir a la calle a defender no se sabe bien qué ya es demasiado. Aunque yo casi nunca voy a manifas, porque la multitud me abochorna, te entiendo perfectamente, y comprendo también que, a pocos minutos de las cuatro de la tarde, decidas que bien, que a los políticos que les den po’l saco, pero que a ti te sabe mal por la gente y, aunque con cara de perro, decidas finalmente pasear hasta la Gran Via a pegar cuatro gritos de libertad, de presos políticos de independencia y de lo volveremos a hacer (aunque no se sepa qué coño haremos de nuevo) y, una vez fichado, vuelvas a casa y te amorres al 3/24.
Del miedo sólo puede brotar miedo y, pienses lo que pienses y hagas lo que hagas, el pavor solamente alimentará a todos los que quieren pudrirte el alma para asegurarla sumisa
Todo esto, incluido tu desencanto, es absolutamente comprensible y, discúlpame si la cosa te decepciona, porque este artículo no te dirá qué debes hacer con tu puñetero tiempo libre. Pero hagas lo que hagas sólo te pido que intentes que el miedo no determine tu decisión. Ni el canguelo de qué dirán los convecinos o los enemigos, ni el terror de pensar que dejando de ir a la mani abandonas a tu militancia independentista, ni tan sólo –esta es la actual especialidad del chantaje– permitas que por tu cabreo con los partidos políticos y sus continuada mentiras te digan que eres un insensible con la situación de los presos. Del miedo sólo puede brotar miedo y, pienses lo que pienses y hagas lo que hagas, el pavor solamente alimentará a todos los que quieren pudrirte el alma para asegurarla sumisa; y, créeme, de estos hay en todos los bandos de esta pesadísima lucha.
Cuando acabes de leer el artículo, haz lo que quieras, pero, te lo pido por favor, que no te guíe el miedo. Mañana, como cada Diada, servidor irá a ver al señor Casanova i Comes, después pasaré a cascarme un combinado de lata en el Xampanyet, cruzaré el Fossar pidiendo a Dios todopoderoso que, en la próxima vida, me regale la gracia de pertenecer a un país normal, y la tarde la pasaré, cómo no, leyendo y tuiteando compulsivamente desde el sofá, como todo buen traidor, esperando con ansia que a Joan Tardà o a Artur Mas les caiga un tomate en la testa. ¡Visca sempre Catalunya lliure y feliz Diada a todos!