Tras una pésima semana en el Parlament, que concluyó con Sergi Sabrià y Eduard Pujol pidiendo disculpas a sus votantes como dos niños de teta, el president Torra y Pere Aragonès han sellado la unidad ficticia del soberanismo, al menos y como mínimo hasta el día de las sentencias. Se demuestra nuevamente y por enésima que la unidad del independentismo pasa únicamente por exhibir la herida de la represión española a través de los presos. Actualmente, Esquerra solo suspira por prolongar el gobierno de Sánchez con el objetivo de pactar un indulto con el PSOE y convertir a Junqueras en el nuevo Pujol de la Segunda Transición al autonomismo. Mientras, Convergència, la vetusta y macabra de toda la vida, solo piensa en cuál será la nueva forma de engañar a los republicanos. No deberíamos relativizar la máquina convergente: de momento, Esquerra solo gana en las encuestas. Como me decía hace poco uno de sus militantes, “no nos ganarán nunca: meses antes de las elecciones inventaremos una nueva martingala y los pobres caerán de lleno en la trampa, como siempre ha pasado.”
El president Torra lleva meses buscando el nuevo momentum independentista, que imagina paralelo al día de la sentencia. De hecho, Torra se acostumbra a hablar de “la última humillación”, a saber, el momento de máximo victimismo de la tribu. El 131 todavía no ha entendido que el soberanismo solo ha triunfado precisamente cuando ha abandonado el hábito de lloriquear, como sucedió el 1-O: porque desde el simple odio reactivo al verdugo no se puede ganar nada de nada. De hecho, y como también pasó con Puigdemont, el Molt Honorable sabe perfectamente que su administración obedecerá todas las sentencias que firme Felipe VI, por humillantes que sean. Torra solo busca hacer un Companys y, con el mismo e idéntico gesto de Puigdemont exiliándose, perpetrar una acción heroica que lo salve a ojos de la ciudadanía. Esta, de hecho, puede ser la voltereta que haga caer nuevamente a Esquerra como segundón de las apuestas electorales. Cuando especula sobre no obedecer sentencias, Torra no piensa en una revolución colectiva, sino en un gesto efectista que lo convierta en un héroe de quien ya nadie pueda decir que es un independentista sumiso al Estado.
Así navega el catalanismo, entre princesas que quieren salvarse y pactistas que ya no pueden disimular más. Y entre todos ellos helos aquí a los ciudadanos, lógicamente cabreados con la situación, y todavía más cuando los pobre Sabrià y Pujol les piden perdón tratándolos de imbéciles. Hace pocos días escribí sobre ir a elecciones y todo el mundo me trató de loco porque hoy por hoy parece que lo de votar, habida cuenta de que los partidos han pervertido su hoja de ruta, es algo demodé. Pero cada día se hace más evidente que nuestros líderes no pueden sostener una mayoría artificial, que no lo es por las lógicas trifulcas entre partidos que buscan una hegemonía, sino porque está cimentada en mentiras que andan más cojas a día que pasa. El Parlament no tiene una mayoría soberanista; existe una mayoría que se ha basado en una hoja de ruta que nadie está dispuesto a mantener y por la que nadie quiere dar la cara. Votemos, cuanto antes mejor, y permitamos que la verdad flote, sin mártires ni comedias. Haced vosotros el ridículo, si queréis, pero dejad a la gente en paz.
Elecciones y verdad. Os lo pido. Cada día que pase será una nueva humillación. Y de las humillaciones no nace ninguna victoria. Os lo demuestran trescientos años poniendo la mejilla y esperando que sí, ahora sí, esta será la última vez que recibamos la torta del enemigo y sí, ahora sí se la devolveremos.