Pase lo que pase hoy por la noche, las elecciones del 28-A serán recordadas por la aparición de la ultraderecha en el tablero parlamentario español. A VOX lo ha esculpido, en primer lugar, la propia izquierda española, que lo ha publicitado como útil espantajo para con sus objetivos de contagiar el canguelo a la peña sin pensar en la temeridad de alimentar excesivamente la bestia. A partir de mañana, veréis y escucharéis toda cuanta tertulia, programa especial y documental donde se llorará por los excelentes resultados del partido de Santi Abascal en las mismas radios y televisiones que han engrandecido un fenómeno que hasta hace dos días se escondía en el subsuelo del sistema político español. El ejemplo más claro de esta temeridad es el propio Pedro Sánchez, un socialista (sic) que estuvo a punto de conseguir que VOX participara en los debates electorales de la tele a pesar de no contar con representación alguna en el Congreso.

Lejos de formular una hoja de ruta seria y de aprovechar para sincerarse con su electorado, los partidos independentistas han apadrinado la misma cobardía utilizando a VOX como excusa para tapar su rendición al poder español bajo la excusa de “combatir al fascismo.” La cosa es tan vetusta como cínica y vendría e expresarse de la siguiente manera: “no, si yo ya me centraría en conseguir la independencia, sabes, pero primero he de combatir un mal mayor que afecta a toda Europa y parte del mundo mundial, porque también quiero a los españoles”. Esta fórmula, hija del catalanismo tradicional de aires aparentemente transformadores, ha sido capitalizada claramente por Esquerra. Los republicanos quieren liderar la oposición a VOX para marear la perdiz una legislatura, hacerse los moralistas y permitir que así se deje de hablar de independencia en Cataluña.

Porque pase lo que pase hoy y durante toda esta legislatura, la actual oligarquía independentista está formada por zombis que desaparecerán tarde o temprano del mapa político

Ya escribí que, a pesar de la aparente paradoja, el mejor remedio para destruir rápidamente las ansias pactistas de Junqueras será votar a los republicanos en el Congreso con tal de que ERC acabe implosionando de la misma forma como los convergentes masistas que organizaron la pamema del 9-N con el único objetivo de presionar al estado para negociar un pacto fiscal. Ya sé que abandonar el hogar para engrosar la nómina de cuatro botiflerots da una pereza bestial, pero créanme, como más se engorden ahora más temprano explotaran y más carne tendremos en la barbacoa. Porque pase lo que pase hoy y durante toda esta legislatura, la actual oligarquía independentista está formada por zombis que desaparecerán tarde o temprano del mapa político. Debemos ser magnánimos con ellos, a pesar de los incumplimientos y de las mentiras que hemos comentado tantas veces, porque el cinismo engorda lo suyo, pero siempre acaba matando.

Pase lo que pase hoy, pronto veremos que traficar con el miedo no funciona y que, antes de permitir la independencia de los catalanes, España incluso suspirará para volverse autoritaria. Entonces llegará otra oportunidad para hacer cosas importantes, creedme. Y si de algo han servido estos años es para ver quién no acaba de dar la talla para culminarlas.