El conseller de Empresa i Treball de la Generalitat autonómica-procesista, Roger Torrent, advirtió el viernes pasado (lo decía mi querido Nacional) que hay que prepararse desde un punto de vista de la fuerza que se tiene en el marco de negociación con el Estado para conseguir pactar un referéndum: "Sigue siendo la opción más deseable para la resolución del conflicto", afirmó uno de los jóvenes molthonorables. Como la política catalana se parece cada día más a un chiste de mal gusto, nuestros diputados han cogido la costumbre de charlar al estilo atrilero para disimular su absoluta falta de vergüenza. Cuando piensan en "suplicar" un referéndum, dicen "prepararse desde un punto de vista de la fuerza" (una expresión que, si se la escucháramos a un amigo, lo enviaríamos directamente al médico de la cabeza); para no emitir la palabra "unilateralidad", que es rejodidamente difícil de pronunciar, se han inventado esta mandanga de "el embate" y así va engordándose el idiolecto traidor.
Sería oportuno preguntar muchas cosas al amigo Torrent, aparte de la más importante; a saber, qué se siente liderando una conselleria donde sale la palabra "trabajo", que es algo inaudito en su propia biografía. También sería oportuno averiguar si el antiguo presidente del Parlament, cuando habla de eso de la "fuerza", se refiere a una operación bikini a base de running, a curarnos la crisis de los 40 convirtiéndose en mediomaratonianos, o si con unas sesiones de pilates ya tendríamos suficiente para poner la osamenta a tono. De nuevo, hay que recordar que la fuerza real del independentismo para pactar un referéndum con el PSOE es nula. Primero, porque después de negociar un acto de reducción de penas como es el indulto, quien demuestra fuerza es Sánchez, no los prisioneros que tendrán la libertad condicionada este mismo verano; y después, porque como entendería incluso un periquito, España sólo negociaría un referéndum si le obligan a hacerlo o cree que lo ganará de sobras, ambas cosas muy lejos de la realidad presente.
Eso es la política catalana; un diccionario de eufemismos y una performance pujolista-arturmasista-puigdemontista para salvarse de un lodazal que, tarde o temprano, acabará dejando sin oxígeno a toda nuestra clase política
Después del 1-O he escrito y avisado muchas veces de que, en esta deriva teñida de pactismo (pero que es una simple asunción de la derrota política), el independentismo impulsará un lavado de cerebros masivo que tendrá como fin pervertir la memoria del referéndum de autodeterminación del 2017. Hay que agradecer a Jordi Sànchez que hiciera de liebre de los convergentes y, copiando punto por punto un argumento de Artur Mas, dijera recientemente que el 1-O "fue concebido más para forzar el Gobierno a abrir una vía de diálogo y negociación para alcanzar un referéndum acordado que para proclamar efectivamente la independencia". Es importante que Sànchez, por una vez, hable claro y deje en evidencia que las élites independentistas no sólo no tuvieron ningún tipo de intención de proclamar una sedición efectiva, sino que utilizaron los cuerpos de la conciutadania para urdir sus experimentos políticos de mierda. La sinceridad, Jordi, tarde, pero se agradece...
Pero las declaraciones de Sànchez también son importantes de cara a desenmascarar el referéndum pactado, porque si una votación supuestamente unilateral y en que la ciudadanía se manifestó masivamente (represión policial incluida) no sirvió para hacer cambiar de opinión a nuestros queridos enemigos, tampoco hay que ser un genio para ver como toda la fuerza de una clase política que sólo sobresale en timar a sus propios electores y ceder en cualquier acto represivo del Estado, todavía tendrá menos musculatura como para pactar nada de nada. Lo que dice el dirigente de Junts pel Sou es importante, pues, por enésima, se demuestra que la jugada maestra, la genialidad del as en la manga y la vía pactada a base de montar jaranas para que a las élites del kilómetro cero les coja cagalera es una impostura. Eso lo saben los lectores de este diario, lo sabe Jordi Sànchez, e incluso la Moreneta después de cardarse una buena dosis de aromas de Montserrat: en el marco de negociación, hoy por hoy, no tenemos fuerza.
Como los convergentes tienen mucha más maña para hacer jarana que Esquerra, esta misma semana ya se han montado un sainete para corregir las declaraciones de Jordi Sànchez y, como también informaba muy bien nuestro Nacional ayer mismo, el mismo Puigdemont intervino para serenar la guerra de sables. De costumbre, Esquerra no tiene ningún problema en tener gente como Roger Torrent o Alba Vergés mamando de la teta de la vaca pública y chorreando cinismo en abundancia con el tema de la independencia. En Convergència, no obstante, son igual de cínicos, pero de vez en cuando montan este tipo de videoconferencias, simposios y mesas redondas para entretener durante unos días a la parroquia y (hay que admitirlo, en eso son unos fucking genios) así conseguir hacer olvidar que quien traicionó el espíritu del 1-O fue, en primer término, el president que lo convocó y no sólo no hizo nada para aplicarlo, sino que se escapó al extranjero mientras España detenía parte de su gobierno.
Eso es la política catalana; un diccionario de eufemismos y una performance pujolista-arturmasista-puigdemontista para salvarse de un lodazal que, tarde o temprano, acabará dejando sin oxígeno a toda nuestra clase política. Porque las mentiras flotan poco, ya lo sabéis, y el tiempo siempre las acaba poniendo en su lugar. Coged fuerza, que para quitarnos de encima tanto impostor por metro cuadrado necesitaremos haber desayunado fuerte. Muy fuerte.