Una de las cosas que siempre he envidiado de nuestros enemigos es su descarnada mala leche y Pedro Sánchez tuvo mucha anunciando los indultos en el Liceu. Aparte de ser nuestro primer equipamiento cultural público, el coliseo de la Rambla es uno de los centros erógenos de la catalanidad, sea porque aquello que queda de sus élites se reúne allí para escuchar ópera (aunque la mayoría de sus prohombres no tenga la más reputa idea) o porque en su platea también ha estallado alguna de las bullas más sonadas de nuestra historia patria. También me encantó que el presidente citara a Martí i Pol y hiciera honor a la tradición española de mencionar a uno de nuestros poetas mientras nos da por saco: de la Transición al olimpismo, Espriu siempre encabezaba el ranking de la rapsodia. Ahora pintan tiempos de Martí i Pol y Joan Margarit, que son igual de mortuorios, pero más cursis.
Por mucho que todo el mundo haga ver que está contento a medias, las élites españolas y el independentismo catalán tienen hoy por hoy los mismos intereses. Sánchez sabe que indulta a los protagonistas de un movimiento político fallido que solo se aguantaba en el martirologio de sus cautivos (inhabilitados). En las próximas semanas los ex-presos tendrán sus baños de masas particulares y la televisión pública catalana disfrutará de lo lindo explotando el chantaje emocional de su paso por la prisión, documentando punto por punto su retorno en casa, e incluso puede ser que Jordi Cuixart acabe presentando un programa sobre cerámica o meditación en La Nostra. Pero el tiempo irá pasando, y en agosto ya tendremos a todo dios vacunado y sin mascarilla, con lo cual la mitología de la prisión disminuirá a día que pase y, Sánchez lo sabe, tanto PP como Vox fracasarán en su intento de inflamar España con el tema catalán.
Ahora se verá hasta qué punto estos años de prisión serán el único as en la manga de los protagonistas de los hechos del 2017, quienes, ante cualquier recordatorio de sus objetivos y gravísimos incumplimientos por lo que respecta a las leyes aprobadas en el Parlament de Catalunya aquel mismo año, todos responderán al unísono que sí, que todo lo que quieras, pero que mientras tú los criticabas desde el sofá o zampándote un gin-tonic, ellos estaban en chirona. En el fondo, insisto, esta reductio ad carcerem con que el procesismo pretende blindar la rendición de sus líderes es compartida por todo dios: incluso los españoles más ardidos saben (y admiten en sordina) que en Catalunya no hubo ningún proceso sedicioso y que el escarmiento a los políticos catalanes ha sido un pampam en el culito para que no lo vuelvan a hacer nunca más; y los presos la reivindican igualmente, porque sin la reprimenda, todas sus mentiras quedarían al descubierto.
Por mucho que nuestros políticos quieran volver al 2006 y hagan todas las mesas de negociación imaginables para incrustarnos en el pasado, el hecho de que el 1-O manifestara que la independencia de Catalunya no sólo es posible sino que fue parada por las élites independentistas, y no por la policía española, no será tan fácil de prostituir
Pero del mismo modo que el 1-O desbordó el marco tradicional de los pactos soterrados entre el soberanismo y las élites españolas, este nuevo tiempo que esperamos también dejará las cosas más claras. Por mucho que nuestros políticos quieran volver al 2006 y hagan todas las mesas de negociación imaginables para incrustarnos en el pasado, y por mucho que los presos quieran hacer pornografía emocional con su paso por la prisión, el hecho de que el 1-O manifestara que la independencia de Catalunya no sólo es posible sino que fue parada por las élites independentistas, y no por la policía española, no será tan fácil de prostituir. Ayudará que el referéndum tenga muchas causas judiciales pendientes, pero sobre todo, y esta es la clave que decidirá el futuro político de los próximos lustros, que el 1-O la ciudadanía no votó para negociar ni presionar el Estado, sino para ejercer su libre albedrío.
Prostituir la represión y el dolor (que siempre he condenado como injusto) resulta mucho más fácil que traficar con los deseos de libertad de la gente, y es por eso que el pactismo del régimen del 2021 acabará naufragando por mucha épica de chirona y temple liceísta con el que lo quieras pintar. Porque ahora que los presos serán libres, también será un tiempo para rendir cuentas y, a pesar de los intentos del procesismo y sus medios de propaganda, la ciudadanía no es imbécil, tiene memoria y bastante valentía como para mirarles a los ojos, recordarles la rendición, y maldecir todo el tiempo que nos han hecho perder. Lo dice un poeta que nunca será citado por los cursis nacionales, mi maestro Bauçà: "Lo peor de nacer en el seno de una comuna sin Estado es la cantidad de tiempo que se pierde pretendiendo construirlo". El tiempo perdido no podrá volver, pero intentaremos que los rendidos, cuando menos, pasen un poco de vergüenza.
Volved a casa, descansad y abrazad a la familia, porque después os espera la prisión de la calle y la vergüenza de recordaros la rendición en los ojos desvelados de quien os ose mirar sin miedo. Este será un espejo que no podréis evitar. Preparaos.