Uno de los lugares más interesantes del mundo para confrontarte diariamente con personas que no piensan como tú es el Vaticano. Le pasa al papa continuamente. Cada día recibe en audiencia a personas con quienes tiene kilómetros de distancia ideológica, y su trabajo, tal como su mismo nombre indica, es crear puentes, no en vano su cargo es el de pontífice.
En la estructura vaticana, única y compleja, hay unos organismos llamados Pontificias Academias. Son de diversa índole y objetivos, pero la gracia de todas estas es que no tienen solo a católicos implicados. Es más, la diversidad es buscada. En la Pontificia Academia por la Vida, que justo ahora hace 30 años, se reúnen por ejemplo más de 150 académicos expertos, del Japón a Argentina, de Egipto a Ucrania, del Congo a Grecia. La vida no es solo una cuestión de aborto o eutanasia, como recuerda el presidente de esta entidad, al arzobispo italiano Vincenzo Paglia. La vida lo es todo y, por lo tanto, en la Academia están constantemente hablando con economistas, ingenieros, bioinformáticos, médicos, historiadores, genetistas, arquitectos, sociólogos, expertos en todo y de todo. Mientras desayunaba esta semana en Roma con algunas de estas eminencias, en el marco de un encuentro sobre qué define aquello "humano", discutíamos cómo se puede gobernar la economía por el bien común, que es uno de los temas que presentó el economista a Mariana Mazzucato, una de las académicas que no proviene del hummus católico: de hecho es atea militante y es considerada una de las mejores economistas del mundo, con una misión: "salvar el capitalismo de él mismo". Mariana Mazzucato es profesora de Economía e Innovación y Valores Públicos en el University College de Londres.
Mazzucato propone precisamente volver a encuadrar el concepto de "bien común", es decir, objetivos compartidos y metodologías compartidas para conseguirlos
Mazzucato, brillante y asertiva, nos dijo que el mundo está ante crisis interconectadas, básicamente climática, de biodiversidad, de agua y de salud. El problema, como pasa con los médicos a veces, es que no se trata de manera holística. No se consigue tratar los problemas como objetivos comunes con agendas comunes. Mazzucato propone precisamente volver a encuadrar el concepto de "bien común", es decir, objetivos compartidos y metodologías compartidas para conseguirlos. Esta economista piensa que la innovación no viene de un grupo de expertos en tecnología, blancos y jóvenes, encerrados en una empresa en California, sino que la innovación es un esfuerzo colectivo. Además, es de la opinión que la dignidad de las personas marginadas se tiene que defender socialmente, política y económicamente, con nuevas políticas y maneras de colaborar entre gobierno, empresas, trabajadores y sociedad civil. No es suficiente en frases hechas como "los políticos son inútiles y no cambian nada", sino que hace falta responsabilidad por parte de muchos estamentos para resolver cuestiones que nos afectan en todos. Hace falta, por lo tanto, una cocreación de una economía justa y sostenible. El covid-19 fue una buena ventana para ver que si la actividad económica —como desarrollar una vacuna— no está gobernada por el bien común, muchas personas quedan fuera de sus beneficios. El bien común es un concepto que hay que recuperar, porque ofrece oportunidades para promover la solidaridad humana.
El papa recibió a los miembros de esta academia y les dijo que no se puede estar a priori a favor o en contra de las máquinas y de la tecnología, como tampoco recurrir solo a la distinción entre procesos naturales o artificiales, considerando los primeros como auténticamente humanos y los segundos como extraños o incluso contrarios a lo que es humano. "Eso no va", dijo al papa: lo que hay que hacer, más bien, es inscribir los saberes científicos y tecnológicos dentro de un horizonte más amplio de significado donde reina la hegemonía tecnocrática.
Estas reuniones del papa con expertos responden a una nueva manera de gobernar, a un estilo de investigación exigente, porque comporta atención y libertad de espíritu, apertura para entrar a terrenos inexplorados y a dejar atrás aprioris. Para quien quiere renovar su pensamiento seriamente, dice el papa, es indispensable poner en cuestión opiniones ya adquiridas y supósitos. No todo el mundo está dispuesto. Que hayan invitado a hablar en el Vaticano (y no solo a hablar, sino a ser miembro de una Pontificia Academia) a Mariana Mazzucato ha hecho enfadar a algunos sectores que consideran que es inadmisible dar voz a una mujer que no comparte algunos principios de la institución. Los debates se convierten en interesantes cuando quien los organiza es capaz de dar voz a la disidencia. Para otros formatos, ya tenemos el pensamiento único.