Ha sido una maniobra tan burda, que incluso la prensa sueca se ha dado cuenta del intento de Aragonès de boicotear la campaña de Puigdemont por la vía de escoger la peor fecha electoral para su retorno. Tanto la lógica política como el bien público habrían aconsejado unas catalanas parejas a las europeas, pero parece que ERC está tan aterrada ante la caída que se espera, que no pierde el tiempo en sutilezas a la hora de tender trampas. Además, es evidente que la fecha está consensuada con el PSOE, el auténtico mastermind de los republicanos, a la hora de intentar cortar la hierba al president en el exilio. Lejos, pues, de haber buscado la fecha óptima para poder aplicar la amnistía a todos los represaliados y facilitar el retorno a los exiliados, nuevamente ERC ha antepuesto los intereses políticos y espurios de su partido al interés del país, lo que ha sido una constante en todo su gobierno. La lógica del partido por encima de la lógica del país, y tira millas.
Pero es una maniobra infantil a la que se le ha visto el plumero y que, con seguridad, no cambiará nada las cosas; primero, porque Puigdemont ya la ha sorteado con inteligencia cuando ha renunciado a las europeas y ha ligado su retorno a la investidura. Y segundo, porque estas elecciones, pase lo que pase, no serán las de ERC, convertida en subsidiaria de un juego político que ya lleva tiempo pasándole por encima. En este sentido, la polarización está garantizada, porque tanto Puigdemont como Illa y el tercero en discordia, Alejandro Fernández, situarán la cuestión nacional en el centro de la campaña, ya sea para reclamar los derechos o para negarlos, en una dualidad Catalunya-España que dejará fuera de plano tanto a los Comunes como a ERC, los dos partidos que han optado por la ambigüedad nacional. En el caso de los Comunes, en claro descenso tras el desmoronamiento de Galicia, los patinazos de Yolanda Díaz —que ha quedado desdibujada— y el ruido estridente de una Ada Colau que no encuentra quien la quiera. En el caso de ERC, porque se ha dejado arrastrar de tal modo por el relato de los Comunes y ha priorizado tanto el eje ideológico, con sus frentes de izquierdas, que también ha perdido el pie en el debate territorial. Huelga decir que ambos partidos pueden contar en el balanceo final para conformar alianzas, pero no marcarán el debate electoral. Tampoco lo hará, por lógica democrática, la gentuza de Vox, cuyo interés ideológico solo sirve para medir el nivel de detritus de nuestra sociedad. Pura materia alienígena.
El 12 de mayo será en clave Catalunya-España, y es aquí donde ERC y los Comunes quedan desdibujados
Sea como fuere, tres serán los nombres propios que marcarán la campaña, Puigdemont, Illa y Fernández, con los dos últimos peleándose en el mismo territorio del ultrismo españolista. Y esta es la novedad que rompe la bipolaridad que podría haberse establecido entre Puigdemont e Illa, la presencia de un candidato del PP dialécticamente fuerte, furibundamente españolista y radical en las posturas territoriales. Con Fernández, Salvador Illa puede perder los márgenes que tantas alegrías prospectivas le han dado, con las encuestas a favor. Pero si hace unos meses parecía caballo ganador, ahora se han vuelto las tornas. Primero, porque la presencia de Puigdemont le obligará a centrarse en el debate territorial, donde el PSC mantiene las posiciones menos centradas. No olvidemos que Illa fue el hombre que validó a Sociedad Civil Catalana, defendió las manifestaciones contra el procés junto a Vox e impuso las tesis más radicales, con un desprecio permanente hacia el independentismo. Difícilmente, con Junts planteando las elecciones como un plebiscito, y con el líder del independentismo al frente, Illa podrá escaquearse de un debate territorial en el que tiene las posturas más radicales de su partido. Illa "borrellea"... Y si Puigdemont lo llevará hacia el debate territorial, Fernández lo fijará, porque es en la cuestión Catalunya/España donde el PP quiere sacar la artillería pesada. No olvidemos que en las catalanas, el PP y el PSOE se juegan el primer gran pulso electoral tras la investidura de Sánchez.
Nuevamente, pues, el 12 de mayo será en clave Catalunya-España, y es aquí donde ERC y los Comunes quedan desdibujados, engullidos por sus estrategias ambiguas. Si en algún momento habían creído que podrían superar el debate independentista —ERC, porque sueña con sustituir a la vieja CDC, y los Comunes, porque son la muleta permanente del PSOE—, han topado con Puigdemont, que se presenta justamente para recuperar el espíritu que culminó en el 1 de Octubre. Y su presencia lo cambia todo: las previsiones y el relato. Será un Puigdemont/Illa, con un Fernández de rémora, y el resto intentarán sobrevivir en el peor de sus escenarios.