La OCDE, la Comisión Europea y el FMI, uno tras otro, han puesto al descubierto la enorme frivolidad de la política española dejando claro que el proyecto de presupuestos pactado por el Ejecutivo de Pedro Sánchez con Podemos era puro teatro. Cumplidos los últimos objetivos publicitarios, la farsa ha terminado. España funcionará ―es un decir― con presupuestos del PP. El proyecto PSOE-Podemos no tenía ninguna posibilidad de éxito porque no cumplía ninguno de los compromisos adquiridos en el Pacto de Estabilidad, ni las previsiones de crecimiento, ni nada de nada. Bruselas viene a decir que las cuentas del gobierno Sánchez se parecen a las cuentas del Gran Capitán, porque anuncian un crecimiento que no se lo cree nadie, disparan el gasto y no afrontan los ajustes ni las reformas estructurales que permitan reducir progresivamente la deuda.
Esto lo sabía todo el mundo, especialmente los técnicos del Ministerio de Economía, porque la aritmética es muy tozuda, pero Sánchez necesitaba hacer un lanzamiento publicitario de su Gobierno ―no sabía cuánto duraría― para fingir que con la llegada de las izquierdas al Ejecutivo todo sería diferente. Se trataba de anunciar grandes iniciativas populares como subir el salario mínimo, aumentar las prestaciones sociales y castigar con más impuestos a los ricos... ¡ah! y prometer unos cuantos millones "a Catalunya" para desescalar primero y poder acusar después a los grupos independentistas del fracaso.
Ha habido dos campañas complementarias. Una para fingir que los socialistas además de ser de izquierdas también son sensibles a lo que llaman "los problemas reales de los catalanes". Aquí es donde el gobierno español y todo su corifeo mediático han insistido en los 2.000 millones prometidos que Catalunya perdería si los presupuestos no se aprobaban por culpa del rechazo de ERC y PDeCAT. Es el discurso de siempre que antes abanderaba el PSC y solía capitalizar CiU. Sin embargo, no había que añadir más deuda histórica. Los famosos 4.000 millones de Rodalies o los miles de millones de la disposición adicional tercera del Estatut siguen pendientes y tampoco estaban previstos al menos en su totalidad en el no nato presupuesto presuntamente catalanista.
El varapalo de Bruselas al proyecto de presupuestos es la confirmación de que Pedro Sánchez estaba determinado desde un principio a tirar millas prorrogando los presupuestos del PP
La segunda campaña era de los independentistas, especialmente de ERC, exigiendo al Gobierno que forzara a la Fiscalía General del Estado a retirar la acusación de rebelión a los presos independentistas como condición sine qua non para el apoyo a los presupuestos. No hay que dudar que los socialistas, por interés propio, les interesa rebajar el conflicto catalán. Y seguramente ya les habría gustado que la fiscal general rebajara el escrito de acusación, pero lo que sabe todo el mundo y también ERC, es que plantear la cuestión públicamente como un intercambio político-partidista era absolutamente contraproducente. Eso sí, ERC quedaba bien con los suyos, pero también los socialistas con la clientela unionista, demostrando que no son rehenes de los que quieren romper España. Mira por dónde, salían ganando ambos a la vez. Y cuando más insistía uno, más insistía el otro.
El varapalo de Bruselas al proyecto de presupuestos es la confirmación de que Pedro Sánchez estaba determinado desde un principio a tirar millas prorrogando los presupuestos del PP. Sabía que en ningún caso se podrían aprobar unas nuevas cuentas "de izquierdas" que fueran aceptadas simultáneamente por Podemos y por Bruselas, que, como todo el mundo sabe, es una sucursal de Berlín. Pero, además, Sánchez tampoco se podía permitir aprobar unos presupuestos gracias a la generosidad política de los independentistas catalanes. La Zarzuela y el deep state español no lo habrían tolerado. Josep Borrell no sabría cómo explicarlo en Europa. En el fondo, queda claro que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras son gente de orden, porque si su objetivo sólo fuera desestabilizar España, anunciaban un pacto presupuestario con Pedro Sánchez con contrapartidas secretas y en Madrid se produciría un terremoto político de consecuencias imprevisibles.