Se acerca el invierno y toca cambiar de armario y de presidente. Aunque todavía no tengo claro que haga suficiente frío para empezar a colocar la ropa de invierno a primera línea de armario, porque entonces siempre ocurre lo mismo: tienes el armario lleno de jerséis de lana y hace un calor insoportable. Conservad todavía alguna camiseta de verano por si acaso, no vaya a ser que Tomàs Molina se piense lo de ser político y nos diga que nos esperan unos días de calor terrorífico y todos vayamos con camisetas afelpadas, guantes y bufandas.

En cuanto a la política, ya va siendo hora de organizar unas nuevas elecciones, que llevamos más de quince días con el mismo president y hemos entrado en una monotonía difícil de soportar. Los catalanes echamos de menos la emoción de las urnas; tenemos ganas de oír nuevas promesas y de decepcionarnos una vez más; las mentiras nos llenan el corazón de júbilo y son nuestro motor para salir adelante, sin ellas no sobreviviríamos. Estamos acostumbrados a unas elecciones mensuales, a escándalos de corrupción y a cientos de debates políticos sin contenido; y todo el mundo sabe que cuando te acostumbras a una dosis tan elevada de emociones y decepciones diarias cuesta mucho desintoxicarse. ¿Verdad que no hay nadie que lleve la misma ropa todos los días? Pues tampoco es lógico que tengamos que tener el mismo president de la Generalitat cada mes. De la misma manera que de vez en cuando hay que poner alguna lavadora para que la ropa no huela mal y esté limpia y tenemos que ventilar las habitaciones de casa para que no quede aire viciado dentro, una vez al mes toca cambiar de president para que más personas sin recursos puedan tener un sueldo vitalicio. Si algo tenemos los catalanes, es que, aunque la mayoría de nosotros no lleguemos a fin de mes, nos encanta regalar sueldos a gente que no da ni golpe y que nos toma por tontos. Sinceramente, no entiendo esta fama que tenemos de peseteros y tacaños.

Aunque la mayoría de catalanes no lleguemos a fin de mes, nos encanta regalar sueldos a gente que no da ni golpe y que nos toma por tontos

Estos últimos años hemos cambiado más de políticos que de armario; incluso llegamos a llevar a cabo un referéndum sobre la independencia de Catalunya lleno de promesas, ilusiones y porrazos que acabó siendo un chiste muy divertido. Todo esto no hace más que poner de manifiesto que los catalanes no soportamos la rutina, que somos gente de emociones fuertes y que nos gusta que nos tomen el pelo caras nuevas y no siempre las mismas. Si siempre te engatusa la misma persona, dejas de creerte sus mentiras porque te las sabes de memoria y dejan de sorprenderte. Necesitamos nuevos políticos con una gran capacidad de inventiva, capaces de crear relatos emocionantes que nos hagan estar ansiosos por saber qué va a pasar y que nunca nos digan lo que queremos oír ni cumplan ninguna promesa.

Pero paremos de hablar de política, que para eso ya tenemos a los politólogos y los hombres del tiempo. Lo que realmente quiero saber es cuándo tengo que hacer el cambio de armario. ¿No os pasa a vosotros que cuando os decidís a hacerlo y recogéis toda la ropa de verano en cajas herméticas luego hace más calor que nunca? Es como cuando tiendes la ropa fuera en el balcón porque hace sesenta días que no llueve y empieza a llover a cántaros, o como cuando votas a un político pensándote que es independentista y una vez en el poder se pasa el día bailando sevillanas y cantando saetas en el Parlamento. Espero que pronto pueda sacar toda la ropa de invierno definitivamente; siempre apetece ponerse un jersey de lana bien grueso, sentarse al lado de la chimenea y ver un nuevo debate de investidura mientras te comes unas manitas de cerdo con alioli y cantas "Els Segadors".