Las últimas lluvias han sido bienvenidas en el contexto de una sequía persistente que acumula tres primaveras y tres otoños consecutivos de poca lluvia, en un contexto de aumento generalizado de las temperaturas. El problema es especialmente grave en la Catalunya meridional. Me referiré a dos cultivos significativos de esta parte del país: la viña y el avellano.
Las cinco comarcas más vinícolas de Catalunya son el Alt Penedès, el Alt Camp, la Terra Alta, la Conca de Barberà y el Baix Penedès. Concentran más de 37.000 hectáreas, que representan casi el 70% del total catalán. Por destino de la uva, la parte más importante se convierte en cava (dependiendo de los años, la mitad de lo que se recoge). De los otros destinos, destaca el vino de las distintas denominaciones de origen, que producen vinos excelentes, de primera categoría.
A nivel agregado catalán, desde 2018, el último año en el que se tuvo una cosecha por encima de la media fue en 2021. Con la falta de lluvias normales, en 2022 ya se situó por debajo, en 2023 fue un 25% inferior y en 2024 sigue en la misma línea o peor, porque la sequía ha seguido y porque las vides venían debilitadas por la poca lluvia de 2023.
Las previsiones de cosecha que se están barajando para este año son de reducciones importantes. En la DON Montsant, ubicada en el Priorat alrededor de la DON Priorat, se prevé un 30% por debajo de lo que se consideraría normal. Ni las zonas de regadío de la DON (que son una pequeña parte) se han salvado de la sequía, con los pantanos de Guiamets y de Margalef a 0 de agua. En la Terra Alta, se prevé que la producción sea globalmente un 25% inferior a la considerada normal, pero que puede ser del -50% en las viñas de secano. Solo la Conca de Barberà se salva de la continuación del drama, porque la cosecha se prevé entre un 10 y un 15% superior a la de 2023, que fue el peor de los últimos seis años.
Cuenten las piscinas particulares de nuestro litoral y verán qué es lo que ha priorizado Catalunya en términos de agua, a pesar de la sequía
Menos lluvia significa menos uva, y eso se traslada al mercado. Veamos dos ejemplos que vienen de la DON cava. El primero es que los precios que paga el primer comprador de uva, el grupo Freixenet de la alemana Henckel, este año lo paga a 0,8-0,9 euros el kilo, una cifra insólita. Por cierto, con este precio se acerca al precio mínimo al que pagan las bodegas de Corpinnat, que ya el año pasado pagaron a 1,04 €. El segundo ejemplo también viene de Freixenet, que hace medio año que comunicó que, por culpa del cambio climático y la sequía, especialmente en el Penedès, no podía cubrir la demanda de cava de algunos mercados internacionales, razón por la que lanzaba al mercado un nuevo vino espumoso para los mercados de Alemania, Austria y Suiza, al que llama "Freixenet Premium Sparkling Wine - Cuvée de España". Lo elabora con uva y vino procedente de donde convenga de España, al margen de la DON cava.
Sin movernos de las comarcas del sur de Catalunya, en el Baix Camp, un cultivo que hasta no hace tanto era emblemático: el de la avellana. El cambio climático y la sequía están provocando una mortandad de árboles sin precedentes. El sector está, literalmente, tocado de muerte, tanto los de secano como los de regadío, después de que los pantanos de Riudecanyes y Siurana hace dos años que están a 0 de agua.
Sin lluvia y sin riegos de apoyo en el contexto de cambio climático, tanto la avellana como la viña lo tienen difícil. Uno se pregunta si el sur del país está en peligro de desertización (ENLACE EN MI ARTÍCULO DEL 10/08/24).
Mientras todo eso está pasando, recomiendo al lector que eche un vistazo a Google Maps y recorra la costa del sur, desde La Ampolla hasta Sitges, y que cuente el número de piscinas particulares que hay. Si le queda moral, siga desde el Garraf hasta el cabo de Creus. Multiplique el resultado por un mínimo de 40-50 m³ por piscina y podrá observar qué es lo que ha priorizado Catalunya en términos de agua, a pesar de los distintos episodios de sequía que se han ido produciendo. Entenderá también como el campo ha sido el gran olvidado del país y como, al menos en el sur, el bosque mediterráneo puede ir ocupando el creciente e imparable número de fincas abandonadas.