Vaya de antemano que pienso que nos encaminamos a una repetición electoral, a menos que en España haya ganas reales de resolver el contencioso. Lo que conllevaría, de entrada, aceptar la intervención de un mediador. ¿Extranjero? ¿Internacional? No es lo mismo: todo el mundo sabe que un europeo no es ningún extranjero, por lo que podría ser alguien europeo. Al menos. Claro que también Edmund Burke decía que “ningún europeo puede sentirse un exiliado en ningún lugar de Europa” y, aun así, aquí tenemos a un presidente que puede pisar libremente cualquier pedazo de Europa, excepto uno. Situaciones tan anómalas, con claras implicaciones internacionales, requieren mediaciones a la altura. Si realmente España quiere empezar a hablar del conflicto, será necesario un mediador no español. Y no catalán, vale. Pero es que creo que estas obviedades se comentan por sí solas.
Una cuestión interesante, más allá de la autodeterminación, o precisamente como último intento de evitarla, es lo de la plurinacionalidad. Dicen los de Sumar que el origen del problema, más allá de 1714, debemos situarlo en la sentencia del Estatut. Si hemos de ser honestos intelectualmente, desde aquí llevamos años preguntando “¿Dónde está la oferta de España?”; "¿Qué salida proponen?"; "¿Cómo pretenden que no busquemos vías unilaterales?". Esta pregunta sigue vigente, ya que de momento no hay respuesta, pero al menos se oyen algunas músicas. La que más, la canción de la "plurinacionalidad". Este concepto, para quienes realmente quieren pensar en un “encaje”, merece que nos detengamos a pensar en él. Aunque solo sea para poder entender por qué todo "esto nuestro" no ha funcionado hasta ahora.
De entrada, plurinacionalidad no es federalismo. Es una terminología diferente a la que el socialismo catalán viene utilizando y la que Pasqual Maragall, o Pi i Margall, o Ada Colau, postulaban para no decir nada que se indigestara demasiado en la metrópoli. Plurinacionalidad significa pluralidad de naciones: concretamente, cuatro. La propia Esperanza Aguirre ya admitió hace unos años, en un ataque de lucidez, que el error de la Transición española había sido multiplicar las autonomías y no ceñirlas a las tres históricas (veremos qué diría Andalucía, sobre eso, pero para mí Andalucía queda claramente fuera por razones que no vienen al caso). Bueno: también escuchamos a Pedro Sánchez, no hace tanto (mayo de 2017), decir que Catalunya era una nación. Luego tuvo que matizarlo: Catalunya y Euskadi son naciones "culturales". ¿Qué quería decir "culturales"? Quería decir cualquier cosa, rellenen el espacio como prefieran, pero en cualquier caso quería decir sin soberanía.
La plurinacionalidad solo es comprensible desde una perspectiva confederal: es decir, con derecho al divorcio
Una nación sin soberanía es, me temo, exactamente lo que tenemos ahora: por lo tanto, si se hiciera esto, sería algo sinceramente muy realista. Sería un retrato, una fiel instantánea. “Sois una nación que no puede irse”. Reconozco el mérito del hiperrealismo, pero espero que vean que este es precisamente el origen de la conflictividad creada desde 1714, y que la lengua y la cultura van por otro lado: la cultura y la lengua, en teoría, ya las tenemos traspasadas en exclusiva a pesar de las intervenciones judiciales y administrativas en su contra. "Muy bien, pues os blindamos las competencias en lengua y cultura". Incluso esto sería solo una de las cosas a tratar: dentro de la condición indispensable de ausencia de soberanía, por ejemplo, ¿podríamos disponer de puertos y aeropuertos y poder ponerles el nombre que nosotros decidiéramos? ¿O es que tiene que ver con la soberanía, un aeropuerto, cuando hay tantos en el mundo que son de gestión local? Otro ejemplo: la identidad. Puedo no ser soberano o independiente, de acuerdo, ¿pero entonces puedo ser catalán? ¿Exclusivamente? Es decir: ¿puedo pertenecer a España y, en cambio, tener reconocida la nacionalidad catalana? Teóricamente, esto tampoco rompería soberanías, sino solamente identidades culturales. Otro ejemplo: esta nación, como hacen en el Reino Unido, ¿podría competir en los juegos olímpicos bajo su bandera? ¿O no son cultura, los deportes, ministro Iceta?
La plurinacionalidad solo es comprensible desde una perspectiva confederal: es decir, con derecho al divorcio y con libre expansión de la diferencia, tanto desde dentro, en competencias, como en todo el mundo, en reconocimiento. Si no se quiere reconocer formalmente el derecho al divorcio porque esto resulta demasiado complicado en una mentalidad de izquierdas progresista española, al menos deberían despenalizar su ejercicio. De eso, si no se ocupan ellos, ya acabarán ocupándose las instancias europeas, así como la realidad de los hechos. Porque sí, president Montilla: volver, podemos volver a hacerlo siempre. Solo pueden impedirlo intentando seducir al menos a la mitad del independentismo con una propuesta “plurinacional” seria. Yo les invito a intentarlo. Honestamente, creo que merecen la oportunidad. Solo por una razón: porque el independentismo en su conjunto, hasta ahora, tampoco se ha acabado de ganar la independencia.