Franco Battiato era un músico cebolla. Su vida consta de capas que lo convertían en un ser inclasificable. Tanto era amado por el sistema (el año 1984 Franco Battiato representó a Italia en Eurovisión) como era expulsado (en el 2003 tildó de prostitutas a las parlamentarias italianas). Sus letras no siempre se entendían pero fascinaban. De hecho, él mismo explicaba satisfecho que el piropo que más le había impactado fue la carta de una chica de 15 años que le dijo que no entendía nada de lo que decía, pero que le gustaba "infinitamente".
En Franco Battiato se concentraban tantas virtudes que no es extraño que sea un icono para muchos mundos.
Artista no convencional, ecléctico, empapado del catolicismo siciliano y también del paganismo de los dioses antiguos que supervisaban la isla, el genio Battiato se convirtió para miles de personas en todo el mundo en un hombre botón. Aprietas una melodía Battiato y te transportas a desiertos, a la Rusia revolucionaria, a centros de gravedad permanente y te mareas como los derviches, todo con un tono de alegría y desenfreno que abraza al mismo tiempo la nostalgia y la incertidumbre. En Franco Battiato se concentraban tantas virtudes que no es extraño que sea un icono para muchos mundos. Era un hombre implicado: para él, una solución para vivir mejor en este mundo inhóspito era, precisamente, tener una actitud hospitalaria, de acogida del otro.
Ahora, en Catania, donde nació, la misma diócesis lo recuerda en el Teatro Stabile con una sesión sobre vida y amor, en la que los cantautores Luca Madonia y Mario Incudine, también de Catania, recuerdan al Maestro. Battiato ve la extraordinaria luz siciliana el 23 de marzo de 1945, en un periodo bélico y pobre. Cuando murió, a los 76 años, salieron anécdotas que vinculan ese espíritu libre a una religiosidad muy suya, nada domesticada. Battiato confesó que una vez salió de la iglesia y experimentó (un verbo que le gustaba mucho) una cosa "extraordinaria". Durante diez segundos escuchó una maravilla que no sabía expresar. Él lo desconocía, pero lo preguntó en siciliano al párroco "Chi musica jè chista?", que le respondió que aquello que lo cautivaba era una obra de Bach.
Paolo Beltrame ha definido la cosmovisión de Battiato como una "estratificación de la realidad": vivía en diferentes capas, necesitaba lenguas diferentes y vivía mundos que se tocaban: algunos completamente ateos y desenfadados, otros devotos y creyentes (no solo cristianos, también judíos, musulmanes y de otras espiritualidades). En Italia te puedes definir de muchas maneras. Una, sin duda, es si eres battiatista, también.