Las elecciones del 12 de abril del año 1931 eran, formalmente, unas elecciones municipales. En el fondo, sin embargo, aquellos comicios fueron un plebiscito al régimen monárquico de la restauración, el cual acabó con una victoria republicana contundente por todo el Estado, la caída de Alfonso XIII y un alcalde de Esquerra Republicana asumiendo la alcaldía de Barcelona. Sólo un año después Esquerra obtenía otra victoria abrumadora en el Parlament de Catalunya obteniendo 56 de los 85 diputados. Catalunya, y de forma destacada Barcelona, se convertía en un referente del republicanismo y el antifascismo. Pasaba a ser una bastión de derechos y libertades no sólo a nivel del Estado sino de una Europa cada vez más oscurecida por el auge del autoritarismo.
Ciertamente hoy en día el contexto es diferente del de entonces, pero aun así hay que destacar los paralelismos que existen. Como en aquel momento, está instaurada una monarquía deslegitimada, inmersa en casos de corrupción y falta de apoyo popular, especialmente en Catalunya a raíz del ignominioso discurso del 3 de octubre. También estamos en una Europa en la que la extrema derecha y el populismo vuelven a incrementar su presencia y llegan, incluso, a gobernar países como Polonia, Hungría o Italia. Y por último, Catalunya y su capital están en disposición de devenir, una vez más, un referente democrático y antifascista a escala internacional. Es por eso que las elecciones del 26 de mayo son cruciales.
Desde el inicio de nuestro camino hacia la República nunca hemos tenido una oportunidad como esta para poner Catalunya justo en medio del debate europeo: no la podemos dejar escapar
Por un lado, está la oportunidad de teñir de amarillo republicano el mapa municipal de Catalunya y, en especial, la alcaldía de la capital del país. Por primera vez desde el inicio del régimen del 78, Barcelona puede tener un alcalde nítidamente independentista y republicano. Un alcalde que gobierne para hacer de Barcelona una capital justa, solidaria con el territorio, próspera, verde, equitativa, progresista, feminista y transparente. Una ciudad valiente y sin complejos. Una ciudad que no sea la "segunda ciudad del Estado", sino la primera ciudad de la República que queremos construir y un referente internacional. Y este es un proyecto que sólo Esquerra Republicana y Ernest Maragall están en disposición de liderar y ejecutar.
Por otra parte, las elecciones europeas pueden convertirse en una herramienta potentísima de internacionalización del caso catalán. Y es que Oriol Junqueras no es el candidato sólo de Esquerra Republicana, el BNG y Bildu, sino que es el candidato de todas las naciones de Europa sin Estado a presidir la Comisión Europea. Desde el inicio de nuestro camino hacia la República nunca hemos tenido una oportunidad como esta para poner Catalunya justo en medio del debate europeo y, por lo tanto, no la podemos dejar escapar. Junqueras se ha convertido en un signo de lucha y resistencia para muchos pueblos de Europa; en un referente con respecto a la defensa de las libertades y del derecho a la autodeterminación. Es por eso que le tienen miedo y que lo quieren silenciado. Con nuestro voto, sin embargo, podemos romper el silencio y llevar su voz, siempre fuerte y determinada, a las más altas instituciones europeas.
Está en nuestras manos volver a convertir unas elecciones municipales en un plebiscito al régimen. Demostremos al Estado que es imposible gobernar sin escuchar a Catalunya y su capital, y que cada vez que tengamos las urnas delante, ganará la República, el feminismo, la justicia y la independencia. Somos tozudas y, como dice el querido Oriol, la única opción para alcanzar nuestros objetivos es ganar, ganar y ganar. Nada se ha acabado y todo sigue. Es la hora del impulso republicano.