(Con todo mi pésame y afecto para la familia)
Me acompañan hoy, para remover un gran vacío repentino, el recuerdo de la mirada de Carola Miró apoyando a su marido, el president Quim Torra, en la plaza de Sant Jaume, en una firme defensa de la libertad de expresión y de los derechos humanos. El impulso inclemente de los vientos de poniente individualizaba todavía más a la pareja bien unida, y dejaba los espacios vacíos de amigos y seguidores no convocados o no lo suficientemente interpelados. Fuera cual fuera la causa, ya no podremos corresponder con empatía a la mirada de Carola Torra, que apoya y espera, busca y razona, y que acaba por deducir que, seguramente, en los nuevos tiempos subordinados que se abren, una constante será la solidaridad chapucera de quien ya no se osa ni mirar cara a cara. En el papel de periódico de color amarillento, o en una página web grisácea que llenará las redes, dentro de la expresión de firmeza de Carola Miró, podremos encontrar todas las lecciones de dignidad que tanta falta nos han hecho... y que siguen haciéndonos tanta falta.
En los ojos de Carola Miró, bajo la entrada del Palau de la Generalitat, podemos reaprender la dignidad y la sabiduría
El recuerdo de Carola Miró estará siempre muy por encima de aquellas féminas que dicen sentir halagadas si el trozo de mariachi de su hombre se propone utilizarlas, como siempre, en una dilución corrosiva durante cinco días que cura la alopecia, y conseguir, así, una poción compensadora de machismo contra el forzado lagrimeo de unas medidas de gracia y épica secular... Hacer una comedia de intriga de lo que es una burla más a la inteligencia de las personas, e insinuar una inexistente línea roja en los insultos a "su" mujer, es como copiar, con algo más de destreza, los puntos de chotis con los que nos obsequiaba en su boda el alcalde de Madrid. Pedro Sánchez hacía ver que "necesitaba" cinco días para reflexionar a fondo sobre la democracia, los posibles problemas judiciales de su señora, los límites de su prudencia y mucha cosa más. Este plazo autoimpuesto, un poco breve, que tenía como clausura el desfile final hasta la Zarzuela para el cameo del Borbón, justifica de sobra que ni nos enteráramos de cuántas centésimas de segundo dedicó a la defensa de Irene Montero y la democracia... o a ayudar a prolongar las consecuencias de un 155 que podría tener final —¡ay!— con un Salvador Illa de president de Catalunya. Mi pésame al president Torra, hijos y personas queridas. Carola Miró puede y debe ser patrimonio de todos, cuando la barbarie de nuevo nos quiere solo como súbditos. En los ojos de Carola Miró, bajo la entrada del Palau de la Generalitat, podemos reaprender la dignidad y la sabiduría.