Señora presidenta de la Comisión Europea:
Soy una ciudadana europea, que creyó en el proyecto de la Unión, que ha disfrutado de las “bondades” que este selecto club le ha brindado al país del que procedo, España. Soy una ciudadana del mundo, que ha tenido la oportunidad de recorrer sus rincones, de conocer a personas de distintas nacionalidades, lenguas, religiones y razas. Que ha aprendido a respetar y a saber que jamás hay una sola versión para explicar una historia. Que cuando existe un conflicto, ambas partes tienen sus razones y, para ayudar, es imprescindible escuchar sin prejuicios.
No recuerdo el momento de haberla votado. Quizás porque, en realidad, ningún ciudadano europeo lo hizo. Usted llegó a presidir la Comisión de manera escandalosa y forzada. Nadie entendía muy bien por qué usted debía estar al frente de la institución, ni los hilos movidos por lejanos intereses que allí le pusieron.
Lo que sí recuerdo son las veces que he sentido vergüenza al escucharla hablar, al verla sobreactuar, al observar su comportamiento basado en hipocresía, mentiras y superioridad nauseabunda.
Desplegó usted sus “encantos” de manera insoportable durante la pandemia. Se dedicó a negociar a espaldas de todos con las industrias farmacéuticas. Lo hizo en privado, ocultando sus negociaciones cuando lo que estaba usando era el dinero de la ciudadanía europea.
Usted se ha escabullido todas y cada una de las veces que la han llamado al orden. Le ha dado igual que la hayan llamado al orden cuando estaba al frente del ministerio de Defensa en Alemania, por sus opacos contratos con la industria armamentística; le ha dado igual cuando ha hecho lo mismo con la farmacéutica al frente de la Comisión Europea. Usted actúa hablando en nombre de un “nosotros” que, desde luego, no me incluye. ¿En nombre de quién habla usted, señora Von der Leyen, cuando dice “nosotros”?
Se comporta, constantemente, con gesto inhumano. Con actitud altiva. Y parece no tener dificultades para hacerlo, siendo muy consciente del porqué ha sido usted elegida. Supongo que no mucha gente estaría dispuesta a hacer el papel que usted hace, pues no debe ser fácil.
Hace una semana, sin ir más lejos, mientras la ciudadanía europea estaba en shock ante el ataque terrorista de Hamás contra la ciudadanía inocente de Israel, usted no dudó en lanzar un mensaje, otra vez su “we”. Y mientras decía “estamos con Israel”, se lucía una inmensa bandera de Israel en la sede de la Comisión Europea en Bruselas. Fue el anticipo de lo que vendría y, ya entonces, hubo mucha gente que le afeó su mensaje, puesto que sonaba extraño, sonaba oportunista y sonaba a algo bien distinto a lo que pudiera parecer, es decir, el lógico apoyo en solidaridad con las víctimas. Muchos sabíamos que no significaba solamente eso. Y efectivamente, poco tardó en dejárnoslo claro.
Mientras en Israel la ciudadanía exige explicaciones a su gobierno, y señala al primer ministro como responsable de haber bajado la guardia en uno de los enclaves con más seguridad del mundo, usted comenzaba a hacer su particular campaña.
Poco tardó uno de sus comisarios en lanzarse a anunciar, de manera absolutamente inaceptable, que las ayudas de la UE a Palestina quedaban congeladas. Sin haber sometido la decisión previamente a los mecanismos necesarios. Sin ninguna razón. Y usted se mantuvo en silencio.
Fue después de llamadas directas, como la de nuestro ministro de Asuntos Exteriores de España, que la Comisión Europea tuvo que salir públicamente a dar marcha atrás y desdecir a su comisario de Vecindad. Pero quien quisiera ver lo que estaba ocurriendo, tenía ya algunas piezas del puzzle para poder hacerlo: su apoyo a Israel era, precisamente, el respaldo para que hicieran lo que están haciendo mientras escribo estas líneas: masacrar a la población palestina.
Lo que en un primer momento trató de venderse a la población mundial como una guerra entre Israel y Hamás, hoy ha quedado claro que es una masacre de Israel contra el pueblo palestino. El atentado terrorista de Hamás, producido en circunstancias que generan demasiadas dudas, ha sido la excusa para arrasar a más de dos millones de personas inocentes. Personas a las que el ministro de Defensa de Israel llamó “animales” y a las que, desde el gobierno de Israel, se ha insistido en no querer diferenciar de un grupo terrorista.
Señora Von der Leyen, usted no me representa. No lo ha hecho nunca, por cuestiones ideológicas. Durante la pandemia no lo hizo por cuestiones de honestidad y respeto a la normativa que ha de regir para todos en la Unión. Pero ahora mismo, usted no me representa por una cuestión de humanidad.
No consigo comprender cómo las instituciones que dicen representar los valores de la democracia, la justicia y la paz estén en manos de personas como usted, que demuestran constantemente no tener el más mínimo escrúpulo ni vergüenza
Ya lo sentí durante la guerra de Ucrania y Rusia, donde no he observado en usted ni un solo posicionamiento sensato. Todas sus palabras han sido siempre para aumentar más la tensión, para generar más dolor y sufrimiento a la población ucraniana, hoy abandonada a su suerte, mientras usted y los suyos, han estado alimentando la maquinaria de la industria armamentística y en breve, alimentarán la de la construcción y la especulación. A costa de haber masacrado a miles de personas, de haber destruido sus ciudades, de haberles dejado sin hogar. Entonces ya vi su falta de humanidad y hoy la constato.
No es usted la única, por supuesto que no, que me hiela el corazón. No consigo comprender cómo es posible que las instituciones que dicen representar los valores de la democracia, la justicia y la paz estén en manos de personas como usted, que demuestran constantemente no tener el más mínimo escrúpulo ni vergüenza.
La población de Israel no merecía lo que sufrió el pasado día 7. No merecía estar absolutamente desprotegida, y esperar más de seis horas para que los servicios de seguridad de su país actuasen y acudieran a su llamada de auxilio. La responsabilidad de Netanyahu no debería pasarse por alto y si usted fuera una verdadera demócrata, representante de alguno de los valores que tanto se han ondeado de esta supuesta Europa, no debería haber callado ante semejante descarada situación.
Su actitud durante la masacre a la población de Gaza es la mayor vergüenza, la mayor barbaridad que podíamos esperar de una dirigente europea. Usted no ha movido un solo dedo para detener esto. Como tampoco lo ha hecho en Ucrania. Usted no está del lado de la ciudadanía, de las personas inocentes, de las vidas en peligro. Usted está hablando de un “nosotros” que más bien parece representar a la industria armamentística, a la farmacéutica y a los que masacran poblaciones enteras y las abandonan a su suerte.
Es inaceptable que usted esté al frente de una institución como la Comisión Europea. Usted debería haber dimitido hace mucho tiempo. Desde el primer instante en que asumió un cargo que no le correspondía. Hoy, sin duda, es urgente que se aparte y deje de hablar en nombre de la ciudadanía europea, porque simplemente, la ciudadanía europea, si es coherente con los valores que decimos defender en Europa, no puede apoyar ni una sola de sus posiciones belicistas, mentirosas e inhumanas.
Me avergüenza como presidenta de la Comisión. Me avergüenza como ser humano. Usted y todos los que podían haber evitado las atrocidades contra cientos de miles de personas inocentes.
Seguirán haciendo lo que hacen, porque no tenemos manera de echarlos. Pero que conste en algún lugar, como por ejemplo este: no en mi nombre.