Vengo a señalar la presunción de culpabilidad y no a defender la presunción de inocencia de un acosador sexual dentro del ámbito laboral. Se trata de una experiencia propia, que he sufrido directamente de dos hombres, en momentos diferentes, en una radio privada y una televisión pública. El segundo caso hace pocos años, y cuando el estallido del Me Too ya había irrumpido en el debate social.
Me había negado a ser la protagonista de esta historia, y todavía me niego. Pero a raíz de un tuit que publiqué, muchos me piden ser concreta, como si no tuviera la valentía de serlo. Todo lo contrario, en las dos situaciones en que me he encontrado lo puse en conocimiento de la dirección y los comités, reunida en un despacho o enviando por carta la denuncia con informes psicológicos incluidos. Y siempre he conseguido detenerlo o, cuando menos, alzar la voz... Aunque me haya comportado consecuencias laborales. Como siempre digo, me voy tranquila a dormir cada día de mi vida.
Se me hizo caso a medias, después de insistir y seguir recibiendo improperios
Lamento que muchos compañeros de profesión, a quienes agradezco su trato, se hayan despertado por mi tuit. Muy diferente de cuando busqué la ayuda de otros compañeros, o fui a altas instancias de las empresas donde pasaron los hechos. Se me hizo caso a medias, después de insistir y seguir recibiendo improperios. Así pues, aprovecho estos momentos donde parece que ha despertado más el interés, para hacer algunas consideraciones.
De entrada, por la noticia sobre las acusaciones de acoso sexual contra el periodista y hasta hace pocos días diputado de Junts, Eduard Pujol, que han provocado su retirada inmediata del partido. Yo publiqué esto el lunes: "Los acosadores no tienen cabida en ningún sitio. Por eso, en su día yo no me callé. Celebro la decisión de Junts". Obviamente, lo dije todo pero sin señalarlo directamente, porque la presunción de inocencia que debe tener cualquier persona (hombre en este caso) choca con el derecho a manifestar la presunción de culpabilidad del acusado. Un derecho que cualquier otra persona (mujer en este caso) debería tener para explicar lo que ha sufrido. Sin una cobertura legal ni poder demostrar los hechos, es un riesgo entrar en espacios jurídicos por un tema que, además, lo que quiero es olvidar.
Cuando una se enfrenta, todavía les gusta más
En mi caso, lo resolví de la mejor manera que pude en su momento. Sobre los riesgos, pongo ejemplos: ¿Cómo se puede demostrar cuando te han intentado tocar un pecho en medio de una redacción completamente a solas? ¿O te esperan agachados en la entrada y te dicen que es para mirarte las bragas que llevas? ¿O te coaccionan dentro de su despacho bajo la excusa previa de que quieren hablar contigo? Lo más triste de toda esta historia: cuando una se enfrenta, todavía les gusta más.
No soy ni quiero ser la protagonista de unos acosos que han tenido lugar dentro de una formación política —en este caso Junts—, de quienes celebro que hayan actuado de forma meridiana, sin entrar en auditorías internas que pueden manipular los hechos, y hayan derivado el caso a la justicia. El problema no es tanto que haya acosadores en todos los ámbitos de la vida como la propia reacción del sistema. En estos hechos, y lejos de ideologías, la encuentro acertada. Por eso invito a que estas mujeres salgan y expliquen, en la medida en que quieran, su caso. Combatir el acoso también es explicarlo, ser didácticos y hacer un ejercicio muy duro para la víctima —hablo en primera persona—, pero necesario si queremos mejorar una sociedad enferma.
En las últimas horas, muchos compañeros y compañeras me han escrito a raíz de mi tuit y han acabado su mensaje de Whatsapp con un "ánimos". Y yo me pregunto: ¿"Animos" de qué o por qué? El acoso lo afronté en su momento y he hecho un trabajo personal para superarlo. A día de hoy, considero tenerlo todo digerido. Tampoco creo que tuvieran que darme ánimos si no me hubiera enfrentado y todavía lo arrastrara por dentro. La reacción de una mujer ante el acoso es tan imprevisible como recibir el acoso que no esperas ni deseas nunca recibir. Sé que eso de los "ánimos" es una forma educada de tenerte presente y en ningún caso reprocho que me lo digan, pero me invita a hacer un llamamiento. La cuestión no es "animarte" sino "animarse" a ellos mismos a hacer de estos ámbitos laborales un lugar más agradable y ayudar o actuar si se ve cualquier conducta sospechosa. Así es como el acosador y, por lo tanto, el acoso, dejará de existir.