El Mediterráneo es una región del mundo donde existe bastante actividad volcánica y sísmica. Aunque en la península Ibérica no hay ningún volcán activo, las islas Eolias italianas (donde encontramos la conocida isla Estrómboli), el Etna o el Vesubio nos recuerdan que puede producirse una erupción en cualquier momento, y así ha estado en épocas históricas. Entre las erupciones volcánicas, las hay que son tan repentinas y que expulsan tanta ceniza y piedras tipo lapilli, que pueden sepultar las poblaciones próximas al volcán, como sucedió con la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era, que afectó a Pompeya y otras poblaciones. Como consecuencia, todos sus habitantes murieron al instante y la ciudad quedó enterrada por completo, lo que permitió la conservación de los edificios, objetos y cuerpos tal como estaban en ese momento. Pompeya fue prácticamente olvidada hasta que a mediados del siglo XVIII fue redescubierta, y ejerció una gran fascinación no solo en arqueólogos e historiadores, sino también en el público general. Pompeya es una ventana abierta al pasado de hace casi dos milenios, una población portuaria del Imperio Romano, con gran movimiento y tráfico de bienes y personas.
Las excavaciones iniciales permitieron recuperar numerosos cuerpos humanos en habitaciones, en las calles o en las plazas, así como joyas, artefactos varios de decoración, utensilios de cocina, frescos y anuncios de paredes y puertas... En cuanto a los cuerpos que se desenterraban de la ceniza, como el tejido blando se había degradado, dejaba un espacio vacío con los restos óseos dentro, pero en el siglo XIX, un arqueólogo italiano, Giuseppe Fiorelli, ideó un modo de conservar la forma de los cuerpos, llenando este espacio vacío con yeso, como si fuera un molde, haciendo un calco. Así, además de preservar los huesos, se podía identificar y conservar una "escultura" natural del cuerpo en su postura original. Se descubrieron más de 1.000 cuerpos en Pompeya, de los cuales hasta 104 fueron conservados en yeso como acabo de explicar. Sin embargo, las personas encargadas de llenar estos "moldes" de ceniza petrificada retocaron la postura de algunos huesos, demostrando cierta creatividad para hacerlos más adecuados a la estética de la época, como se demostró en 2015 con análisis más precisos. Como es natural, los historiadores y arqueólogos se esforzaron para dar explicaciones e interpretaciones a las figuras en las posturas en las que las habían encontrado, pero estas interpretaciones históricas muchas veces reflejan sus creencias y prejuicios personales, haciendo inferencias desde la visión de la sociedad actual.
Un artículo científico muy reciente de Pilli y colaboradores intenta arrojar luz a la identificación de algunos de estos restos humanos de Pompeya y averiguar qué tipo de relaciones personales existía entre ellas, por eso, necesitan analizar su DNA, que en muchos casos presenta una degradación que impide obtener suficiente información. Finalmente, seleccionan catorce de estos "cuerpos de yeso", algunos de los cuales se encuentran en grupos colectivos y en posturas evocativas, las cuales habían influido en su interpretación histórica y sociológica.
Los análisis genéticos desmontan algunas de las interpretaciones históricas del pasado; habría que ser más cuidadosos y revisar la interpretación sociológica que hoy se hace de las sociedades antiguas
Adjunto las fotos de dos de estos grupos de restos humanos encontrados en el Parque Arqueológico de Pompeya, conservadas como calcos en yeso, y analizadas en este trabajo, para que se pueda captar tanto el nivel de detalle que se puede observar en este sistema de conservación de los cuerpos y su postura, como también pensar en la posible interpretación.
El grupo de la izquierda, con dos cuerpos abrazados, se encontró en la "Casa de los criptopórticos" (llamada así porque tiene un pasadizo subterráneo con porches que se abren a tres de los lados de un jardín cuadrangular). En el jardín se encontraron cuatro cuerpos, dos de los cuales estaban entrelazados, tal como se muestra en la foto. Inicialmente, se interpretó que se trataba de dos hermanas, o bien de una madre y una hija que se habían abrazado, quizás asustadas, en el momento de morir. El análisis de DNA, sin embargo, demuestra que ambos tienen cromosoma Y, por lo tanto, se trata de dos hombres. Además, el análisis de marcadores genéticos del resto de cromosomas demuestra que no tienen ningún parentesco genético. En consecuencia, tampoco son parientes.
En cuanto al grupo de la derecha, se encontró en la llamada "Casa del brazalete de oro", y podemos distinguir a dos adultos y dos niños (de edades comprendidas entre los 3 y los 6 años, aproximadamente). En este caso, la historia oficial interpretó que se trataba de un núcleo familiar, con una madre y un niño sentado en su regazo. El adulto que se creyó que era la madre lleva un brazalete de oro en el brazo, de ahí el nombre del conjunto de restos. El análisis del DNA de estos restos también demuestra que todos tienen cromosoma Y y son de sexo masculino, incluyendo a las dos criaturas. Pero, además, el análisis genético demuestra que no hay ningún parentesco biológico entre los niños ni de los niños con los adultos, por lo que las relaciones personales son distintas a las que se habían propuesto originalmente.
Del análisis genético también se puede hacer inferir ancestralidad y algunas de sus características físicas. Así, todas las personas analizadas tienen una ancestralidad diversa, con una contribución genética mayoritaria del Levante Mediterráneo y el Oriente Próximo, Anatolia e Irán. La persona del brazalete de oro es de origen africano y de piel muy oscura. Todos estos datos apoyan la teoría de que en Pompeya las personas debían de tener orígenes muy diversos y de que los ciudadanos del Imperio Romano, extendido por muchos países, tenían una composición genética muy diversa. De hecho, este resultado de diversidad genética concuerda con otros análisis genéticos realizados con restos humanos de la misma época en Roma, la capital del Imperio y, en cambio, son discordantes con la composición genética actual de los habitantes de la península Itálica, donde predomina la ancestralidad mediterránea y europea.
Básicamente, este trabajo pone de manifiesto que los análisis genéticos desmontan algunas de las interpretaciones históricas del pasado y los autores proponen ser más cuidadosos y revisar la interpretación sociológica que se hace actualmente de las sociedades antiguas, que tradicionalmente se han interpretado bajo la mirada del presente. No obstante, hay expertos que opinan distinto, como podéis también leer en este artículo, donde se entrevistan a varios especialistas sobre estos restos humanos en Pompeya.
Sea como fuera, el análisis del DNA antiguo, en este caso, de los habitantes de Pompeya, nos aporta una visión muy diferente y más diversa de las sociedades antiguas, tanto de los orígenes de sus habitantes como de sus relaciones personales, no siempre relacionadas con el parentesco biológico. Pompeya, ¡siempre fascinante!