La ciudad de Barcelona tiene un problema principal y gravísimo, que es el acceso a la vivienda, sobre todo por parte de los jóvenes. Creo que esto ya no es discutible. Esta situación tiene un impacto colateral en otros muchos aspectos. Por ejemplo, es una de las causas de la crisis demográfica que sufrimos. Si una pareja joven tiene muchas dificultades para acceder a una vivienda digna, no se puede plantear seriamente la creación de una familia, y si ya tiene un hijo, difícilmente tendrá dos. Tener tres, en este contexto, es ya una temeridad, claro. Cada semana se marchan barceloneses a otros municipios porque no pueden comprar o alquilar una vivienda y con cada uno de ellos se va un poco del alma barcelonesa. Barcelona cada día es menos Barcelona y cada día es más una ciudad sin espíritu, global, sin identidad ni cohesión, donde todo el mundo va a lo suyo y no hay sentimiento de comunidad. A lo mejor a algunos ya les va bien que sea así.

En este contexto, estos días hemos asistido al último capítulo del culebrón de Casa Orsola, un edificio que, gracias a la superilla de la calle Consell de Cent, ha pasado de ser un edificio de viviendas ordinario a ser un edificio situado en una de las mejores calles de la ciudad. Ya lo advertí: las superilles de los Comuns eran una lotería que favorecía a unos vecinos en detrimento de otros, que tendría como consecuencia inevitable la gentrificación de los vecinos que viven en unas calles que, de repente, se convirtieron en calles privilegiadas. En este caso concreto, el propietario (el señor Ollé) quería incrementar los alquileres (dentro de los límites legales, por supuesto). Según dijo en una carta que nadie le ha rebatido, algunos de los inquilinos no le pagan, otros no trabajan para acogerse a la condición de vulnerables y otros se niegan a hablar con él porque no quieren pagar un céntimo más. ¿Dónde está el carácter catalán que santificaba el esfuerzo, el trabajo y la honestidad? Me parece que algunos han cogido la legítima bandera de la lucha por una vivienda digna y asequible por interés personal. ¿Quién no querría vivir en la calle Consell de Cent, en un ático con 60 metros cuadrados de terraza, por 700 euros al mes? La guinda del caso ha sido el eco mediático y el apoyo de un grupo de artistas, que han convertido a Casa Orsola en un símbolo. Pero más allá del símbolo, en Barcelona hay unos 4.000 edificios que pueden sufrir la misma situación, con familias realmente vulnerables de las que nadie habla ni hablará.

¿Comprará el Ayuntamiento de la capital los otros 4.000 edificios en una situación similar?

En medio de todo este bullicio, el Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado que comprará esta casa, junto con Hàbitat 3, y ha dicho que los inquilinos que viven ahí no tendrán que marcharse. Es decir: que el resto de ciudadanos de la ciudad pagaremos varios millones de euros para garantizar que algunos ciudadanos de clase media sigan viviendo por debajo del precio de mercado. Pues a mí no me parece bien. Creo que no soy el único, pero en este país poca gente dice lo que realmente piensa. No quiero que el gobierno de la ciudad, con mi dinero y con el del resto de contribuyentes, compre un edificio de inquilinos de clase media que viven en una de las mejores calles de la ciudad. No vamos sobrados de recursos como para amparar la situación de unos inquilinos que pueden asumir un incremento del alquiler o alquilar otra vivienda tres o cuatro calles más allá. Sin mencionar, por supuesto, el precedente que se establece. ¿Comprará el Ayuntamiento de la capital los otros 4.000 edificios en una situación similar? A partir de ahora, cualquier inquilino de clase media a quien quieran subir el alquiler sobre la base del índice de referencia (fijado por el propio Ayuntamiento) también pondrá pancartas en el balcón esperando el paternalismo municipal. Por cierto, no deja de ser patético que el Sindicat de Llogateres critique que no ha participado del acuerdo. ¿Y qué esperaban? Una parte (el Ayuntamiento de Barcelona y Hàbitat 3) compra un edificio a la otra parte (el señor Ollé). ¿Qué papel tiene aquí el Sindicat de Llogateres? Ninguno. Quizá, al fin y al cabo, lo que querían no era una solución, sino formar parte de la solución porque tienen otros intereses a medio plazo.

Yo quiero que mi Ayuntamiento empiece hoy mismo a hacer políticas efectivas para revertir la situación. No quiero que dé más pasos atrás que solo agravan la situación (como lleva haciendo durante una década), sino que siente las bases para resolver una crisis que, en el mejor de los casos, no empezará a revertir hasta pasados ​​unos años. Porque la situación, no nos engañemos, no tiene solución a medio plazo. ¿Cuáles son estas soluciones? Hay unas cuantas, pero voy a mencionar cinco. Hay que empezar por la derogación inmediata de la reserva del 30% para vivienda protegida de la obra nueva (que ha provocado que desde 2018 solo se hayan construido 26 pisos nuevos en toda la ciudad). La segunda medida es legislar para limitar al máximo el alquiler de temporada, el gran agujero negro y un auténtico fraude de ley. La tercera medida es cambiar la ley para garantizar que una vivienda ocupada ilegalmente sea evacuada en 48 horas, lo que dará algunas garantías a los propietarios para poner sus pisos en alquiler. La cuarta medida es la construcción de vivienda pública en toda la ciudad, la única medida a largo plazo que tendrá un impacto real. Hay espacios donde levantarlos, empezando por el hipotético barrio nuevo del Morrot. Y la quinta medida de choque es impedir la compra o el alquiler a personas que no estén empadronadas en la ciudad (los estudiantes catalanes quedarían excluidos) y que no pretendan vivir en ella. Todas estas medidas se pueden llevar a cabo, sobre todo teniendo en cuenta que los socialistas gobiernan el Estado, la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona. ¿Lo harán? Lo dudo, porque es más fácil dejar pudrir una situación concreta como Casa Orsola y aparecer en el último minuto como el salvador de la situación y sacar rédito durante el resto del mandato.