Este año, el cartel de las fiestas de la Mercè es un vídeo protagonizado por un bebé al que le están saliendo los dientes, y una madre que está a punto de sufrir un ataque de nervios. Parece una película de miedo, aunque la peor pesadilla para una madre es que su hijo esté mal. A partir de esto, si mis hijos están bien, mido mi felicidad. Además de ser madre, también soy una mujer, y sé qué son los veranos con llantos, pañales, o cuando una piscina o el mar se convierten en una pesadilla. Los hijos son un quebradero de cabeza: a la que te das la vuelta, tu hija se ha comido un trozo de pizza lleno de arena o tu hijo se ha tirado a la piscina vestido, escapándose de la siesta del cochecito. Sí, yo he sido una de esas madres que volvían contentas de la playa porque ya había terminado el día y los niños no se habían ahogado. Cuando tienes que organizarte el día según las vacaciones de tus niños, sabes que ni tus genitales, ni tu vientre, ni tu pecho, ni tu sueño, ni tu vida social, ni el historial de tus búsquedas en Google, volverán a ser los mismos. Nada vuelve a ser igual cuando la expectativa de tener la casa ordenada se rebaja, por mucho que hayas leído La magia del orden de Marie Kondo cuando tenías el síndrome del nido. O cuando te miras al espejo y, como si fueras el Rey León, ves a tu madre reflejada.

La publicidad de las fiestas de Barcelona me conecta con mi yo de hace pocos años, cuando acababa llorando por cualquier cosa porque me había levantado quince veces esa noche. "Todas hemos pasado por lo mismo, el mío tampoco dormía", me dicen otras madres. Pero yo vivía sola con dos niños que se llevan dos años, y la peor película de terror para una madre es que sus hijos se encuentren mal. Fui la primera de mi grupo en tener hijos. Mis amigas se reían cuando decía que mi hija me caía fatal. Les hacía gracia porque no lo entendían. Ahora sí, ellas también lloran de emoción cuando los suyos empiezan la escuela. Lloran por la ilusión de poder ir a yoga después de tres meses de dolor de lumbares. Somos madres para las que incluso las vacaciones son una penitencia, porque para las que tenemos niños, el verano se hace largo y duro. Lo peor es que hay gente que mataría por llorar con nuestros ojos. Como las que querrían ser madres y no lo han logrado, o como el caso de mi pareja, al que se le murió su hijo cuando tenía diez años y mataría por tener mi estrés y poder estar con él un día más. Es entonces cuando respiras profundamente y ves que solo te quedan cuatro veranos (literalmente) para que ellos quieran estar contigo.

Echo de menos que los hombres buenos, en vez de defenderse con "no todos los hombres somos malos", denuncien públicamente y apoyen a las víctimas

Lo que no cuesta dinero, cuesta mucho tiempo. Se habla mucho de la "cuesta de enero", pero creo que es mucho peor la de septiembre. No solo para los que tenemos hijos y vemos que, cuando empiezan la escuela, ya no les sirven los uniformes del año pasado. Con estos meses de verano, incluso han subido de número de pie. Ayudas a hacer los deberes a tus hijos y te das cuenta de que ya es el más nueve y recuerdas que el año tiene doce meses. Estás a un trimestre de que acabe este 2024 y entonces empiezan las prisas. Volver a la rutina nos da seguridad, pero hace que los días se vuelvan cortos y que volver a vestirnos como una cebolla sea pesado. Y como mujer, más todavía, en un mundo que no quiere quitarse las capas incomestibles de la cebolla cotidiana. Porque lees las noticias y dan un miedo que te cagas. La atleta Rebecca Cheptegei no ha "muerto quemada", ha "muerto asesinada". Porque hasta que no te queman, no te hacen caso y, sin embargo, habrá que esperar la sentencia. Y ni eso, porque su novio ha muerto en el hospital. Otra noticia es la del violador Dominique, abuelo y esposo, también trasladado al hospital justo cuando tenía que declarar. Él y Gisèle llevaban juntos desde los 19 años, y Gisèle Pellicot pensaba que tenía alzhéimer o un tumor cerebral por como se encontraba. ¿Puedes estar enamorada de un monstruo? ¿El padre de tus hijos ha hecho que te violaran sin que tú hayas tenido conciencia de ello? ¿Un alcalde puede hacer apología de la pederastia sin querer? ¿Puedes violar porque tienes el cuerpo ante ti? Pensar esto es el colmo de la cosificación. Se habla mucho de cambiar la vergüenza de lado. La cabeza bien erguida de esta abuela francesa es la mejor forma de hacer visible la alerta de la sumisión química. Y nos recuerda que los abusos sexuales a niños son, en ocho de cada diez casos, realizados por gente de su entorno. Y empiezas a ver zombis, aunque falten días para Halloween.

Sé que hay muchos hombres buenos y que estos días también son duros para ellos. Lo siento, pero los que no se han preocupado por hacer cola para cambiar los uniformes, mejor que callen. Mi pareja, por ejemplo, es un ejemplo de corresponsabilidad en casa y un hombre con una inteligencia emocional muy desarrollada. Entiendo que todas estas noticias afectan y remueven a muchos de ellos, pero echo de menos que, en vez de defenderse con "no todos los hombres somos malos", denuncien públicamente y apoyen a las víctimas. El miedo ahora ha cambiado de bando, dicen algunos. Como los negacionistas de la violencia de género, como Vox, que creen que las divorciadas solo se inventan cosas para lograr más pensión. A veces, estos comentarios solo demuestran lo ignorante que es la gente. Menos de un 0,001% de las denuncias de violencia de género son falsas. Eso es empírico, no una ficción. El 99,999% son ciertas y eso, a punto de empezar el otoño de 2024, sí que es terrorífico.