Cuando suena mi móvil y en la pantalla sale "MARTA (repre)" ―es así como tengo archivada a mi querida representante―, se abren un montón de esperanzas y posibilidades infinitas que pueden acabar en ínfimas. Aquel día me dijo:
—¡Pep! ¡Quieren que hagas un casting, ahora te envío el texto!
Otro casting, otra prueba, eliminatoria, peritaje, análisis, comparación, juicio. Un trago agridulce; dulce porque hay alguien que ha pensado en ti y agrio porque, a estas alturas, ¿te tienes que someter a un examen, a un castigo?
Ahora el casting te lo tienes que montar tú con tu móvil y seguir las instrucciones de quien te convoca: grabación en horizontal, plano medio, sin mirar a cámara y cuanto más frontal mejor; para la presentación del actor, en vertical, para ver tu cuerpo en perspectiva —interpreto que quieren saber si estás delgado, gordo o pse.
Llega el texto, lo lees, analizas y te preguntas qué querrán y cómo lo querrán, memorizas (con los años cuesta más), piensas cómo te puedes vestir, si llevar gafas o no, el peinado, intentando dar la supuesta imagen que quieren cuanto más masticada mejor. La escenografía: mesa, silla, sentado, de pie, el fondo neutral... (una cantidad de trabajo), y para colmo, pedirle a tu pareja que te dé la réplica, por favor, y encontrar el momento para hacerlo. Por suerte, a ella le encanta la idea y se presta a pies juntillas, aunque su ramo es más de Platón, Nietzsche o Merlí. La otra cuestión importantísima es colocar el móvil o la tablet apoyado entre libros, haciendo equilibrios entre el Quijote, la Biblia y el antiguo diccionario latín-castellano de la editorial Vox (no he sabido nunca por qué todavía lo conservo, el nombre hoy da repelús). El tono de comedia más exagerado, menos si es drama, más serio, ¿demasiado serio, demasiado simpático...? Hacemos varias versiones y entre los dos escogemos la mejor, y por WeTransfer envías el resultado a Marta (repre) —hay que decir que uno la cosa tecnológica la domina poco—. Una vez enviado, intentas no pensar más en ello.
Tengo la sensación de que ante el gran desconocimiento que algunos directores de casting tienen de los actores y actrices, y como esto de hacer castings es gratuito, pues todo lo vuelcan a hacer pruebas y más pruebas
En principio, la entrega era urgente, pero pasan dos semanas y todavía no te han dicho nada; con estas ya he llamado cuatro veces a Marta (repre) por si tiene noticias. Y un día te llama y dice que has pasado el corte, vaya, que la cosa todavía no está decidida, pero que tendrías que hacer otro casting la próxima semana (¿alguien dijo urgente?). Uno empieza a estar mosca porque se acerca el día y nadie dice ni pío hasta que Marta (repre) me llama para decirme que no haré el segundo casting porque definitivamente no me cogen, ¡soy demasiado bueno! ¿Alguien tiene una pistola a mano para dejarme un momento?
A estas alturas los conceptos "bueno" y "malo" los encuentro pueriles; yo sólo intento ser honesto con la profesión y enseñar, lo mejor posible, el personaje y no la persona que lo hace. Tengo la sensación de que ante el gran desconocimiento que algunos directores de casting tienen de los actores y actrices —sobre todo los instalados en la capital del reino—, y como esto de hacer castings es gratuito, pues todo lo vuelcan a hacer pruebas y más pruebas. La poca profesionalidad que demuestran es inversamente proporcional a la cantidad de gente que convocan en cualquier casting. ¿Que acaso no se miran los videobooks que tanto nos ha costado de recopilar y realizar? Si lo hicieran, tendrían una primera cata para saber cómo funciona el actor o actriz y cuál es su trayectoria; y nos ahorraríamos todos estos castings. Si por convenio se pagaran todos desde el principio, hilarían mucho más fino.
Creo firmemente que abusan, ignoran que tratan con un material sensible, ¡y no somos patatas! (la repre dixit). Se aprovechan de la precariedad del oficio, y eso duele. Ser amable es un don en desuso: comunicar a los actores y actrices que no han sido escogidos y darles las gracias por el esfuerzo y el tiempo dedicado gratuitamente a preparar la actuación, parece una cortesía demodé. Sin embargo, una muestra de auténtica mala educación que a estas alturas de la función es difícil de digerir. Compañeros, ganas de mandarlo todo al cuerno y jubilarme.
Si no tenéis una pistola para dejarme, los tendré que castigar con mi indiferencia y eso los dejará muy tocados, estoy seguro. ¡Un verdadero castigo para ellos!